La personalidad, el estilo, la profesionalidad del mediador -entre otros factores- influyen notablemente en el proceso de mediación y su resultado. Es mi intención presentar dos casos en los cuales fueron completamente diferentes los temas enunciados.
El caso. Como ocurre en muchas zonas rurales de nuestra provincia, los campos se van transmitiendo de generación en generación y el tema de los planos va quedando a un costado. Ocho familiares, entre hermanos, primos y tíos, decidieron ordenar las cosas y pidieron judicialmente la mensura y deslinde. Los 12 vecinos colindantes eran parientes -algunos cercanos, otros lejanos- de los requirentes. Sumados a los abogados de cada parte, hacían un total de 25 personas para ingresar a la sala de mediación.
Todos llegaron puntualmente a la hora designada. Los mediadores, con algo de retraso, ingresaron apresuradamente a la sala e hicieron pasar solamente a los abogados. El mediador que estaba de pie expresó: “Tenemos un serio problema. No vamos a poder trabajar en esta sala porque se hace imposible acondicionarla para tanta gente”… “vamos a tener que esperar que se desocupe la otra sala, o de lo contrario fijar nueva audiencia, si es que están de acuerdo”.
En tono ácido uno de los letrados manifestó: “Así no vamos a empezar esto; mis clientes vienen del campo y hace de las cinco de la mañana que están esperando tener la mediación”. Otro abogado comentó: “Si tenemos que esperar tanto para la mediación, entonces mejor que resuelva el tribunal”. Y comenzó a hablar sobre el tema que los traía a mediación, circunstancia que generó una discusión técnica entre tres representantes legales, discusión que interrumpió otro, diciendo: “Por favor, mis clientes están esperando fuera, ¿podemos hacer pasar a todas las partes?…la mediación es para que ellos puedan comunicarse”.
El mediador -que se mantenía de pie- manifestó: “Es imposible que aquí entren todos, son muchos y la sala no es adecuada”. Frente a la insistencia de este último abogado los mediadores se movilizaron e hicieron pasar a las partes. Se abrió la puerta de la sala, se buscaron sillas, se acomodó cada uno donde pudo. En este terremoto de idas y vueltas -que duró más de 15 minutos-, los abogados no lograron contener a sus clientes y se fueron ubicando todos mezclados, requirentes y requeridos. Al fin se logró poner la sala en mínimas condiciones, quedando espacio sobrante. No era tan grave la situación del lugar.
Luego de acomodarse cada uno en su silla, el mediador expresó: “Bueno, señores, esto no es fácil, vamos a hacer lo que se pueda, pero, a ver, quién quiere hablar primero, porque con sus abogados ya estuvimos conversando”. En este clima, una de las partes cuyo asesor había pedido que ingresaran todos, dijo: “Nosotros vinimos desde lejos porque queremos proponer que un ingeniero agrimensor pueda medir todos los campos, somos todos vecinos y hace más de 50 años que nadie tiene planos”. De inmediato otra de las partes expresó:
“Nosotros no queremos seguir en mediación porque así nos lo acaban de indicar nuestros abogados.” Seguidamente, sus asesores expresaron: “Desistimos de la mediación dado que en tanto desorden nuestros clientes no están en condiciones de comunicarse adecuadamente”. No se habían llegado a informar las reglas del proceso de mediación ni se firmó el convenio de confidencialidad. Acto seguido se cerró el proceso de mediación por desistimiento de una de las partes.
En mediación, la comunicación como mediadores no empieza cuando abrimos la boca para hablar. Comienza mucho antes, en el preciso instante en que aparecemos en escena y compartimos el espacio físico con nuestros interlocutores.
Es en este preciso momento cuando debemos causar una buena impresión, que simplemente se confirme durante nuestra exposición; o, por el contrario, causar una mala impresión inicial y tener que remontarla. Nos enseña Marinés Suares que la tarea del mediador es semejante a la de un escultor, “que cincela su obra de arte a partir de las condiciones de la materia prima, del dominio de la técnica, del tipo de herramienta que tenga disponible y del contexto en el cual se ubicará su obra” (Suares, Marinés: Mediando en sistemas familiares, Bs. As., Paidós, 2002, pág. 244).
La planificación de la mediación multipartes debe hacerse teniendo en cuenta innumerables factores, tales como las cuestiones a tratar, las condiciones de las partes, la intensidad del conflicto, el espacio disponible, las dificultades previsibles, el estilo profesional de los letrados. Muy especialmente los mediadores deben prepararse y planificar su trabajo en equipo. Contemplando las cuestiones mencionadas, entre otras a tener en cuenta, es posible conducir un proceso con buen final. No fue lo que ocurrió en este caso.
* Mediadora