ESCUCHARHablábamos en nuestra anterior entrega respecto de la destrucción de nuestro patrimonio histórico en materia de inmuebles.
Un buen amigo de esta columna, el arquitecto y escritor Roberto Lapid, nos aportó un artículo de su autoría, publicado en este mismo medio, en el cual se ocupa de algunos aspectos de esa “implacable demolición de alguna antigua edificación cordobesa” que nos tiene desde hace tiempo a mal traer.
La destrucción de nuestro patrimonio edilicio no es una cuestión menor. Por lo mismo, es complejo de tratar en cuanto a sus causas. Pero se hace necesario tal análisis. Entender es el primer paso para formar opinión. O cuanto menos, para expresarse con fundamento.
Como bien nos dice Roberto: “Esa preocupación es genuina, no cuidamos nuestro patrimonio histórico”. Pero le preocupa que de ello se sigan apreciaciones simplistas, que no pasan de la asignación genérica y prejuiciosa de responsabilidades.
Los preferidos de ese tipo de condenas son los desarrollistas o arquitectos. Lapid es claro al respecto: “El arquitecto trabajando no es el culpable. Es apenas un engranaje más de una maquinaria social donde las leyes y políticas de crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad yacen abandonadas en los cajones de algunos burócratas. Simplemente, no hay un plan de conservación del patrimonio que esté rigurosamente estudiado y respaldado”.
También el mercado hace lo suyo. “La oferta y la demanda, la carga cultural de inversores, compradores e inquilinos, la falta de políticas claras”, todo ello lleva a ver un espacio urbano desde un punto de vista económico, sin pensar en sus otras aristas, como las históricas, culturales, paisajísticas, por citar sólo algunas de ellas.
Por otra parte, no es menor que “Las carencias en el desarrollo de la infraestructura necesaria (calles, autopistas, iluminación, espacios verdes, servicios básicos, etcétera) favorecen la concentración de construcciones en los lugares donde, aparentemente, esas necesidades están ya satisfechas. El mismo vacío en el planeamiento urbano lleva al deterioro de áreas muy ricas en patrimonio histórico, donde la ruina avanza, ante la ausencia de rescate edilicio y reciclaje de lo obsoleto”.
Sí, todo lo anterior es cierto. Frente a la acción destructiva, extendida en el tiempo, de valiosos solares históricos, correlativamente se halla también una suerte de culpa colectiva, por omisión, de no darle a esas construcciones la importancia que debieron tener.
Y no pocos, hipócritamente, se lamentan ex post facto de aquello a lo que antes no dedicaron esfuerzo alguno en evitar.
Llama también la atención, o quizás, no debería, que en las distintas propuestas políticas, a lo largo de varios procesos eleccionarios, el tema haya brillado por su ausencia; y sido disimulado dentro de cuestiones sobre permisos de edificación o denominaciones similares.
Tal estado de cosas no es fácil de superar. Es necesario un verdadero “pacto social” sobre el particular. Decidir cómo sociedad, mediante los entes y órganos técnicos que dedican sus esfuerzos en el rubro.
Pronto tendremos elecciones municipales en nuestra ciudad. Se trata del mejor momento para que los distintos candidatos expongan sus puntos de vistas sobre la cuestión. O los electores se los reclamen.
Se ha perdido mucho en nuestra ciudad en materia de construcciones históricas. Y no existe un único culpable de ello. Y la principal causa no ha sido económica sino una indiferencia y anomia social frente al acto de echar abajo solares centenarios. Y si no cambiamos esto último, poco variará el asunto.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.
** Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica
