viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

“Son muy pocos los elegidos”

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“Hay muchos que actúan pero pocos actores; hay muchos que escriben pero pocos dramaturgos; hay muchos que dirigen pero pocos directores… esto no tiene que ver con lo que ganan, pero generalmente la ecuación se va cerrando con el tiempo”, sostiene Gonzalo Marull, licenciado en teatro, autor de una prolífica obra y merecedor de diversidad de premios.

Joven, talentoso y pujante. Es el director de teatro, docente y dramaturgo que supo ganarse un lugar en las artes escénicas de Córdoba y del país. En sus declaraciones a Comercio y Justicia despeja toda duda acerca del teatro como un medio de vida, y también del teatro como una pasión. “En general, el arte tiene un vínculo complicado con el dinero”, asegura, y agrega que tanto el Gobierno provincial como el municipal se manejan con “políticas de limosnas hacia la actividad”. Sobre el funcionamiento de las salas independientes, el perfil del público cordobés, sus expectativas, satisfacciones y sufrimientos, Gonzalo Marull (39) vuelca sus sentires.

-¿Se puede vivir del teatro en Córdoba?
-Tenemos que delimitar qué significa teatro y qué significa vivir de lo que uno hace. Hay muchas prácticas que se las define como teatro, pero son muy diferentes entre sí. En general el arte tiene un vínculo complicado con el dinero. Algunos recomiendan trabajar de otra cosa para no depender de nada a la hora de crear; otros intentan combinar y vivir de su actividad. Es más difícil para el actor que tiene que poner el cuerpo para poder vivir de actuar. Existe la posibilidad de la docencia, pero los factores son tantos que es una pregunta imposible de contestar en forma breve.

-¿Cuánto gana un actor de teatro, un director?
-Otra pregunta imposible de generalizar. Un actor puede obtener un porcentaje de un subsidio, algún dinero de venta de entradas, sumarle algún bolo en publicidad (audiovisual o callejera) o cine, dar clases. Hay unos pocos actores asalariados en Córdoba que son los del elenco oficial de la Comedia Cordobesa; con un director pasa lo mismo.

-Es una actividad que invita a ser transitada no sólo como una pasión sino como una posibilidad de vivir de ello… ¿es así?
La independencia genera eso. A los más talentosos, a los que la vida les sonrió o tuvieron suerte, les va bien. Pueden armar un contrato de unos $70.000 por dos meses de trabajo para dirigir un elenco. O algún actor que consiga una película y se lleve unos $40.000 por dos meses de rodaje. Pero eso no es para todo el mundo. Hay que decirlo: son muy pocos los elegidos. Hay muchos que actúan pero pocos actores, hay muchos que escriben pero pocos dramaturgos, hay muchos que dirigen pero pocos directores. Esto no tiene que ver con lo que ganan, pero generalmente la ecuación se va cerrando con el tiempo.

-¿Cuántas salas de teatro hay Córdoba y cuántos actores, más o menos?
-Son estadísticas que no manejo. Hay muchas salas del Estado que tienen actividad casi nula, como las de los CPC o algunos centros culturales. Luego de Cromañón todo cambió, cerraron muchas salas independientes, conseguir habilitaciones es muy difícil, las condiciones tienen un alto grado de absurdo que no se corresponde con la actividad. En definitiva, no se contempla que históricamente el teatro independiente se ha realizado en espacios insólitos como iglesias, cárceles, hospitales, casas, túneles, prados…

-¿Cuánto genera en dinero una sala independiente en función de la cantidad de obras que debe estrenar, el público, la ubicación y la publicidad?
-Las salas independientes no generan dinero. Trabajan para sostenerse. Con un subsidio nacional más la venta de entradas sostienen el edificio, el alquiler, los impuestos y sueldos. Si ganaran dinero ya serían salas comerciales y eso en Córdoba no existe. El que elige el arte como forma de vida sabe que esto es así: hay un vínculo mágico que es difícil de explicar. No obstante, tampoco es un apostolado o una rebeldía absurda. La historia del arte se ha hecho a pedido: Velázquez, Caravaggio, Mozart. Hoy, cuando ya no hay reyes ni mecenas, la situación cambió como cambia el arte. Está en constante movimiento, por eso no hay verdades y por eso no se lleva bien el arte con el dinero.

-¿Cuál es tu opinón respecto a Córdoba y su receptividad teatral? ¿El público consume obras de teatro de buena calidad?
-Me es difícil también generalizar el público. Hay una obra como Lopatológico, de Cirulaxia Contrataca, que se mantuvo tres años en cartel y ya lleva 50.000 espectadores. Hay otras de gran calidad que culminan una temporada con no más de 100 espectadores. Podemos pensar un público que se deja llevar demasiado por su vínculo con la tele, pero también que el teatro forma parte integral de la naturaleza humana y tarde o temprano se establece un vínculo entre los ciudadanos y el arte. No me gusta quejarme del público, prefiero pensar en lo que yo estoy ofreciendo para dialogar con él.

-¿Cuánto invierten los gobiernos en la difusión cultural de la actividad?
-Existe el Instituto Nacional de Teatro, que nació en el año 1998 mediante una ley. Y a pesar de que esa ley debe ser urgentemente revisada, es el que más aporta a la actividad. La provincia y el municipio se manejan con una política de limosnas a la actividad artística. Se confunde cultura con arte en muchas ocasiones.

-¿Y los privados invierten?
Poco. Si no aparece una figura o hay una garantía de llegada a miles, es imposible. El teatro no se maneja solamente con la idea de masividad. Para lo masivo está el mundo audiovisual. La calidad del teatro es asambleística. Es la idea de que las personas socialicen en un mismo espacio, se vuelvan a encontrar. A la publicidad eso no le importa.

-En lo personal, ¿qué satisfacciones te ha dado esta carrera?
-Todas las satisfacciones y todo el sufrimiento. Mientras más pensás, estudiás y conocés al ser humano, más te preocupan las injusticias y los males del mundo, más disfrutás no ser parte de eso y más sensible te ponés al dolor y las miserias del hombre. A un maestro le preguntaron si el arte era necesario y dijo que no sabía si era necesario, pero que tenía la certeza de que era inevitable.

 

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