“Conocer la relación entre los pecados capitales, los instintos y las emociones que mueven a las personas que conducen empresas familiares facilita la comprensión de la forma de ser de los padres, de los hijos, de los hermanos. Y el poder traspolarlos al negocio que la familia opera, facilita el camino al desarrollo, reconociendo que todos los seres humanos del mundo nos manejamos con estos tres ejes señalados con anterioridad”, explicó a Comercio y Justicia Walter Brizuela, consultor especialista en negocios familiares.
Los instintos, según Brizuela, tienen que ver con las razones profundas que mueven al ser humano. En los negocios es el concepto raíz. Por su parte, la raíz etimológica de la palabra pecado es “error”. Error es un concepto adquirido que se torna equivocado o falso para la vida, por lo tanto es imprescindible reconocerlo para poder cambiarlo. Lo importante no es cometer un error, si no no repararlo. Las emociones son causadas por algo que nos interesa, que nos conmueve y los afectos en las empresas familiares, afectados en ocasiones por las emociones, no nos permiten conducirnos adecuadamente, añadió.
De esta manera, el especialista enumeró la relación entre los pecados capitales y los instintos y las emociones que están presentes en las empresas familiares:
– El instinto de dominio tiene como pecado capital a la soberbia, y la emoción reinante es el enojo. Si algún miembro de la empresa familiar quiere dominar, el enojo no tarda en llegar y en ocasiones se mira al otro como soberbio.
– El instinto de crecimiento tiene como pecado capital a la envidia y la emoción reinante es el miedo. Todos sienten miedo antes de crecer. Los padres y los hermanos lo sienten. Todo se complica cuando aparece la envidia por detrás del afecto, dañando la relación familiar y empresarial. La envidia es tristeza o pesar por el bien ajeno.
– El instinto de afirmación tiene como pecado capital a la ira y la emoción reinante es el desencuentro. Si se ven los sueños realizados por los padres, y los hijos no lo pueden lograr, en ocasiones éstos se sienten sorprendidos. Sienten como injusto que ellos no puedan lograrlo. También suele suceder al revés, haciendo necesaria la conversación para que la emoción fluya y no sorprenda el desarrollo de ningún miembro de la familia, ya que es lo buscado y no necesariamente debe gestarse como lo hizo la generación anterior.
– El instinto de hibernación tiene como pecado capital a la pereza y como emoción reinante a la sorpresa. Si los padres no se preocupan por resolver cuestiones que los hijos consideran importantes en la empresa, éstos sienten la necesidad de accionar. Es necesario tomarse un tiempo para reflexionar, analizar y tomar las decisiones adecuadas. En ocasiones, bajo un aparente ocio creativo aparecen las ideas.
– El instinto de territorialidad tiene como pecado capital a la avaricia y la emoción reinante es el bloqueo. Si la familia puede conducir con acierto la relación ganancias, ahorro y patrimonio familiar acumulados, se produce un desbloqueo. De lo contrario, si se ve a los familiares un tanto avaros y con más territorio del que le correspondería, debe trabajarse este aspecto.
– El instinto de alimentación tiene como pecado capital a la gula y como emoción a la tristeza por la pérdida. Si los padres o hermanos están mejor “alimentados” en términos de calidad de vida en relación al observador, éste se sentir&aacut