“En el país hubo una separación muy marcada -desde los años 70 por lo menos- entre los que tienen la tierra y quienes tienen el capital; entre los que tienen la tecnología y los que sólo tienen tierra. Esto ha hecho que las unidades productivas sean realmente eficientes, pero ya no por la extensión. Por eso, aplicar retenciones sin discriminar a pequeños, medianos y grandes productores me parece que es generalizar demasiado el problema”. Así lo planteó Noemí Girbal Blacha, doctora en Historia, especialista en la rama agraria y directora del Conicet, quien ayer disertó en el marco del ciclo “Futuro de la Educación Argentina”, de la Fundación Oulton.
Antes recordó que el problema del agro y las retenciones es tan antiguo como el país, que es fundamentalmente agropecuario. “Pero hay algo que ponderar y es que las retenciones por sí mismas no explican el problema”, aclaró.
– ¿Qué aspectos deben analizarse para superar el conflicto?
– Hay que tener en cuenta que las retenciones no se pueden aplicar sin contemplar la distinción entre los grandes y chicos, que se descubrió después del primer conflicto. Por otro lado, las retenciones en sí mismas no contribuirían a solucionar el problema de la redistribución del ingreso.
La Argentina pasa hoy por un buen momento, tiene una buena recaudación impositiva, los precios altos la favorecen, tiene una extensión cultivada como pocas veces se ha visto. Sin embargo, la redistribución del ingreso no se concreta y eso se debe a la economía, que depende de una decisión política. La cuestión no pasa por confrontar al agro contra el Estado; hay que recomponer un modelo de país diferente, que en primer lugar revalorice la educación y el trabajo como mecanismos para el ascenso social, algo que perdimos con los procesos de crisis. Cuando uno aplica un impuesto, es bueno para todos tener un contexto en el cual se diga para qué se lo aplica.
– A la luz de la historia, ¿qué cosas cambiaron en el escenario?
– Hoy está muy claro que los poderosos en el agro no son necesariamente los dueños de la tierra, porque el poder está en otro lado: en la tecnología, en la comercialización. Hay que tener en cuenta otros perfiles que no se están contemplando. Me parece que es reducir mucho la cuestión sólo a través de las retenciones. Varias cosas cambiaron, como la concentración en la comercialización de la soja, por caso. Por otro lado, los sectores sojeros de alta tecnología hacen un muy buen manejo de los contenidos de la sociedad del conocimiento y no están preocupados sólo porque los precios sean altos sino también por hablar un lenguaje que los coloque en una pauta cultural distinta del hombre del campo tradicional.
– ¿Cómo avanzó el agro en otros estadíos de crecimiento del país?
– Los momentos donde la prosperidad fue posible -y éste es un momento próspero en términos económicos-, fue porque también había un proyecto; criticable, si se quiere, pero había un proyecto.
– ¿Cree que hoy no lo hay?
– Tengo dudas o, por lo menos, es un proyecto que no nos aleja de ser un país dependiente y eso es preocupante porque sufrimos una crisis de valores que no se puede corregir sólo con mayores ingresos o planes sociales.
– Con el conflicto resurgió el concepto de federalismo. ¿Hay alguna s