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Efemérides y dos acontecimientos que transformaron la mirada sobre el hombre y la ciencia

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Por Armando S. Andruet (h) twitter: @armandosandruet

Tal como conocemos, todos los días que marca el calendario ya han pasado en años anteriores. Por tal razón, es que hay una pseudo-disciplina historiográfica que se ocupa de anotar, preservar y recordar acontecimientos importantes que han sucedido en un determinado día y año, para que en el nuevo año de aquel día se recuerde aquello sucedido. Las efemérides, aunque parezca no muy científico, encierran una tradición entre esotérica pitagórica y una cultura de la insospechada banalidad de las personas por buscar sospechas del tiempo, que quizás no existan. 

Lo cierto es que sirve mucho recordar un acontecimiento sucedido décadas o centurias atrás, para entender la evolución, o no, que tal cuestión haya podido tener. Seguramente que con esfuerzo y tiempo se podrían hacer en ese orden de cuestiones tantas coincidencias que permitirían conclusiones irreales, como fueron ciertos modelos históricos que quisieron pensar acerca de qué cosa habría sucedido, acaso, si Homero no hubiera escrito la Odisea y la Ilíada. El pensamiento contrafáctico es un insospechado juego de historiadores y bastante más serio que hacer combinaciones de años y días para marcar cuestiones de relevancia para alguien. 

El término “efeméride” en nuestro Diccionario indica “1.f. Acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario de él”. Es discutible, en teoría al menos, el sintagma de “acontecimiento notable” que llena la efeméride. Puede ocurrir, que para un sociólogo de la moda, un día como hoy 5 de julio, se lo relacione con el “Día Mundial de la Bikini” en conmemoración de que el 5 de julio de 1946 el ingeniero francés Louis Réard presentó dicha prenda en París. Sin embargo, para los argentinos, sería más valioso recordar que en 1683, Fernando de Mendoza y Mate de Luna fundaron San Fernando del Valle de Catamarca. Seguro que hay mucha relatividad en la construcción del “acontecimiento” de la efeméride. 

Pese a ello, hoy vale recordar fechas y construir efemérides. No lo haremos con un día en particular sino con el año en curso, que permite traer a la presencia un número entero que, a la vez, se hace sonoro en manera clara. De la misma forma que la ciudad de Córdoba, habrá de festejar mañana, 6 de julio, sus 450 años de su fundación. Pues que tiene dicho número una sonoridad, mayor incluso, de la que llevará cuando sean 452 años.

Nos queremos referir a que 2023 nos permite vincularlo con “acontecimientos” importantes para toda la humanidad, por eventos sucedidos que son poco recordados y, probablemente por muchos, ignorados. Para el mundo científico astronómico, el año 1543 es significativo, porque se publica la obra central de Nicolás Copérnico De revolutionibus orbium coelestium (Núremberg) (Sobre las revoluciones de las orbes celestes). Dicha publicación coincide con la misma muerte de su autor y de ello hace 480 años, también número entero y sonoro. Luego de esa obra, la astronomía tendrá el curso que nos lleva a comprender un lugar diferente del hombre en el mundo cosmológico. La teoría heliocéntrica pondrá fin a las tesis geocéntricas y con ello, incomodarán el espíritu antropocentrísta renancentista, donde el hombre se consideraba auténticamente el centro del universo. 

Sin embargo, 2023 nos coloca frente a otro “acontecimiento” igualmente trascendente y sucedido en 1543, aunque ahora para la medicina. En dicho año, Andrea Vesalio, el iniciador de la anatomía descriptiva, habrá de publicar su gran obra De humanis corporis fabrica (Basilea) (Sobre la estructura del cuerpo humano), la cual cambiará por siempre la manera de entender la naturaleza humana y el curso del fenómeno nosológico en el hombre. Con Vesalio el cuerpo del hombre, ingresa en la etapa de la generosa disección y vivisección y con ello, la ciencia médica empezará un curso que no se ha detenido hasta hoy. De la misma forma en que Copérnico estrechaba la condición del hombre en la geografía cosmológica, Vesalio abría la del conocimiento del cuerpo del hombre como camino a la universalidad de todos los hombres. 

Se suma un elemento que también hace al mundo de las coincidencias. Los centros de estudio por dicho siglo más importantes estaban, como no podía ser de otro modo, próximos a la cuna del renacimiento italiano, Florencia. Dicha ciudad no tenía universidad, pero sí había y en gran forma dinero, comercio, mercaderes y hombres que mostraban ostentación de todo ello. Mas la ciencia estaba cercana, lo era en la Universidad de Padua, fundada en 1222, la que recibiera en sus aulas como profesores tanto a Copérnico como a Vesalio, entre otros grandes de la historia universal.  

Copérnico, mirando la bóveda celeste y con un instrumental todavía primario, transformaría las tesis que venían asentadas en la tradición de Ptolomeo y de Aristóteles acerca del movimiento de las esferas celestes. Por las aulas de la ya nombrada Universidad de Padua, se continuará, años después, la astronomía de Copérnico con Galileo Galilei y sus instrumentos ópticos de precisión como el telescopio y esa magnífica síntesis que de él hace el propio R. Mondolfo, cuando habla de la extensión de los sentidos mediante los instrumentos. Todo lo cual brinda crédito a la no superada tesis de José Ortega y Gasset a propósito de que la condición del hombre, es la de ser un técnico. 

Mas volviendo ahora a Vesalio y los 480 años de su obra, vale aclarar que ella hay que colocarla en el podio de las grandes transformaciones que se gestaron en la Universidad de Padua. A los 24 años recibe su título de Doctor y comienza su actividad profesoral, la que será abandonada, cuando años más tarde ingrese como el tercer médico de cámara del Rey Carlos V. En términos muy generales, hay que señalar que hasta ese momento, la medicina había mostrado avances sin duda, pero no eran ellos completamente de giro de campana. La medicina seguía siendo indirectamente, asociada en buena parte a la fisiología hipocrática (siglo V a.c.) y que había recibido su mejor y mayor actualización con la vasta obra de Galeno (siglo II). 

Serán los estudios, observaciones y labores de disección y anatomía de Vesalio, los que vendrán a poner en crisis y finalmente demostrar los errores que la tradición médica galénica había sostenido, en la confianza que los maestros como Galeno no podían equivocarse. Ello es lo que tuvo que demostrar Vesalio y, con ello, llevar el estigma de haber desafiado la autoridad científica del gran maestro de la medicina y que es al fin, por lo cual, pudo ella tener una transformación más que trascendente. Su propio maestro de la Universidad de París, Jacobo Sylvius, quien habían declarado su confianza en el discípulo, cuando es publicada la obra de Vesalio, renegará de su talento, disculpando así a Galeno de su error, señalando que probablemente en los 13 siglos que separan a Vesalio de Galeno, el cuerpo humano haya tenido transformaciones que ahora son las que se reconocen y no errores de mala observación y estudio. 

Vesalio había puesto en evidencia que Galeno, pocas veces había visto y seguramente menos trabajado con un esqueleto humano, pues, por ello, la contabilidad de huesos del cuerpo no era la cantidad correcta, puesto que la cifra brindada por Galeno se condice con el esqueleto de los monos y no de los humanos. También había puesto en evidencia, el desacertado criterio que tenía Galeno y antes Hipócrates, acerca de la existencia de una suerte de poros que separan el ventrículo izquierdo del derecho del corazón y por donde supuestamente se producía el tránsito de la sangre, habiendo intuido algunas de las referencias que luego serían demostradas por William Harvey, cuando demuestre ello, en su obra Exercitatio anatómica de motu cordis et sangunis in animalibus (Frankfurt, 1628) (Estudio anatómico del movimiento del corazón y de la sangre de los animales), donde explica lo que se conoce como la circulación mayor de la sangre. 

Curiosamente también hay que señalar que Harvey, quien había hechos sus estudios en Cambridge, se traslada sobre el 1598 a Padua para hacer su doctorado en Medicina y, según lo afirman alguno de sus biógrafos, tomó clases con el propio Galileo en dicha Universidad, y que algunas de las tesis del médico, son inspiradas en formulaciones galénicas.

Sin duda demasiadas coincidencias, para dos grandes médicos y dos grandes astrónomos en una misma universidad, fundada en 1222. Con ello nuestra efeméride a un año que dice del número entero y sonoro de 480 años y que nos debe hacer recordar también, de la juventud de nuestra ciudad, que sólo 30 años antes, el insurrecto Jerónimo Luis había fundado. Nuestra alegría por ello. 

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