Por Daniel Bursa / Contador Público. Gerente Comercial de Grupo Consultores de Empresas
Tiempo atrás hablamos sobre el síndrome del sobreviviente en las organizaciones que viven en procesos de crisis agudas.
En el devenir argentino, con tantos altibajos tan pronunciados, esto parecería lejano pero, a la luz de la realidad inflacionaria, puede encontrarse nuevamente a la vuelta de la esquina.
Recordemos que el síndrome se produce como causa de los procesos de achicamiento de las plantillas de personal.
Un estudio de la Universidad de Colonia (Alemania), advierte que estos individuos experimentan sensaciones como temor, tensión extrema, depresión e, incluso, un paradójico sentimiento por haber sobrevivido. Quienes padecen dicho síndrome presentan síntomas como resentimiento a la organización y desinterés por el desarrollo productivo de su tarea. Intentan pasar desapercibidos, evitando ser el próximo blanco de despidos, a la vez que reducirán drásticamente su nivel de interacción socio-organizacional evitando fomentar vínculos sociales con personas con las que no saben si prolongarán una relación.
Ello afectará progresivamente el buen clima laboral y, al igual que un cuadro cancerígeno, corroerá los cimientos mismos de la productividad organizacional.
Sin embargo, también hay otros males que pueden afectar nuestra plantilla de personal. Por caso, la sobresaturación laboral.
Un estudio del portal digital especializado Trabajando.com que se realizó sobre una muestra de más de 2.800 personas, revela que 42 por ciento de la base muestral manifiesta dedicar más de 47 horas semanales al cumplimiento de sus deberes laborales; mientras que 68 por ciento destina menos de 20 horas a su familia y seres próximos. Casi una misma proporción, 62 por ciento, afirma que sus familias y sus seres queridos son su principal fuente de bienestar. Más alarmante aún, solo ocho por ciento consideró el trabajo como su prioridad.
Ante este escenario se vuelve necesario pensar: ¿qué hacemos en las organizaciones para mejorar la calidad de vida de nuestros empleados y, en definitiva, aumentar su capacidad productiva?
¿Acaso alguien puede creer aún que un obrero exigido por sobre sus capacidades físicas, intelectuales o afectivas puede ser más productivo? Este mito de los albores del industrialismo ha caído ya hace muchas décadas; sin embargo parece que muchos empleadores se resisten a entenderlo.
Estrés colectivo
Una actitud de necedad como ella sólo contribuye a generar mayores niveles en el estrés colectivo e individual de los miembros de la organización.
Los directivos de las empresas modernas deberán trabajar cada vez más para generar espacios de compatibilidad entre las necesidades organizacionales y la vida de cada uno de sus empleados. Así, se mejorará la productividad de la empresa y se potenciará la valoración que el factor humano tendrá con relación a su organización.
En definitiva, se estará trabajando para crear un verdadero y sentido vínculo de fidelidad entre empleador y empleado.
Será bueno recordar que una correcta gestión del capital humano deberá tender a la gestación de fuertes niveles de compenetración con la visión organizacional, potenciando la pertenencia y buscando el cumplimiento de los objetivos organizacionales por parte de todos los miembros de la organización.