martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

“Arquitectura racionalista con alto valor de diseño”

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Reconocido internacionalmente, el arquitecto Daniel Azerrad, nacido en la provincia de San Juan, sostiene que la arquitectura es una “gran familia” con lugar para todos los talentos. Quien ejerce su arte en Israel, considera que la disciplina ha dejado de levantar palacios para volcarse a las necesidades de las ciudades. Los “sin techo” de todo el mundo, dice, tienen requerimientos diferentes pero “iguales sueños e ilusiones. Por Laura Pantoja – [email protected]

Para aprobarnos, muchas veces necesitamos de la mirada del otro. De la comparación, de un tercero competente que nos manifieste su tesis de verdad. Y si ese “tercero competente” es un arquitecto que ha nacido y estudiado en Argentina, pero que ha hecho su tesis, vive y ejerce su profesión en una de las potencias más dinámicas de la economía mundial como Israel, sin dudas, ayudará a reforzar el concepto de la identidad arquitectónica de este país.
Daniel Azerrad, originario de la  ciudad de San Juan, inició sus estudios de arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires en 1980.

Viajó a Israel en 1983, donde terminó su carrera en el Technion de Haifa (1987) con un proyecto final premiado (rehabilitación de un campamento palestino en Jericó). Trabajó becado por el Instituto del Sol de Cataluña, en Barcelona y formó parte del equipo de Ram y Ada Karmi arquitectos, para trabajar en el proyecto del Palacio de la Corte Suprema en Jerusalén.
Luego, junto a un grupo de profesionales realizó obras como la Casa del Pórtico, los Dormitorios Estudiantiles en la Universidad Ben Gurión (Beer Sheva, 1997-2002) y la sinagoga de la ciudad Zur Hadasa (2005-2008).
Invitado por el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Córdoba Regional 1, semanas atrás disertó en Córdoba sobre Arquitectura Israelí “Ilusiones Urbanas, Beer Sheva –Tel Aviv– Un techo para todos”, ocasión en la que El Inversor y la Construcción dialogó con él de manera exclusiva.

“La arquitectura argentina en término medio es muy buena, a mi entender es racionalista. Creo que el postmodernismo no entró tan pronto en Argentina; por lo que veo, los estudiantes cuando terminan la carrera tienen que construir. Los profesionales deben saber hacer de todo, el diseño, la lista, los planos, la estructura, evaluar el presupuesto. Son escuelas más abiertas y más liberadas. Allá (en Tel Aviv) es muy distinto”, dijo Azerrad quien en la actualidad, se desempeña como docente de las asignaturas Design y Basic Design en la Facultad de Arquitectura de la ciudad de Ariel, Israel.

-¿Por qué  arquitectura racionalista?
– El movimiento moderno de Mario Roberto Álvarez (arquitecto argentino de larga trayectoria, considerado uno de los más influyentes de la escuela arquitectónica del Movimiento Moderno internacional en el país. fiel exponente de los principios del racionalismo) ha ganado terreno frente a Clorindo Manuel José Testa, más alineado a la escuela del gran artista. La arquitectura racional argentina responde a un programa, con alto valor de diseño en la media. Como docente les digo a mis alumnos: los que tienen talento no necesitan de nadie, pero los que no, que no pierdan tiempo, que estudien otra carrera. Pero veo que aquí el concepto es otro, reparar en la media de la clase, y a partir de allí, levantar, por eso, la media aquí es alta.

-¿Se necesita talento para ser arquitecto?
– El tema del talento es un problema; no obstante la arquitectura es una gran familia, hay lugar para todos. La educación que se recibe en la universidad es que las nos lleva a convertirnos en el gran diseñador, seguimos educando para que se conviertan en Louis Isadore Kahn (renombrado arquitecto asentado en Filadelfia). Por eso el instinto primero del arquitecto es ser diseñador, éste es un porcentaje chico. También hay lugar para el que tiene talento para disertar, para escribir o para ser grandes críticos.

Y no nos olvidemos del espacio que ocupa el profesional común que es capaz de diseñar, construir y programar, como también, aquel que trabaja para entidades públicas, que tiene que tener más talento para entender procesos. Si quieren llegar a ser alguien debe existir talento, pero además tienen que ser muy guapos. Con voluntad se puede llegar a un buen nivel, pero con voluntad y talento, se llega más alto. Además, para ser arquitecto también deben saber venderse, hay que ser muy buen político, es interesante. Tiene que gustar, son procesos muy largos. La tragedia del arquitecto es que sólo no puede, necesita de alguien que construya. El artista pinta y termina, pero el arquitecto diseña y necesita de otro que construya.

-¿Dónde radica la principal diferencia entre la arquitectura argentina y la israelita?
beer sheva-Allá el arquitecto se aboca sólo al diseño, no debe hacer cálculos ni listas ni estructuras ni llevar sus obreros para construir. Tiene sus ventajas y desventajas porque dependemos de una negociación permanente o de que hayan interpretado bien los planos para hacer los cálculos. Israel es un país muy dinámico, se trabaja a mucha velocidad y eso transmite una gran tensión. Hay que hacer muchas cosas y de manera muy rápida, tienen otro presupuesto. Hay un dicho en hebreo que traducido al castellano significa “redondear las esquinas”, es decir, si no salen exactas a 90 grados, el redondeo tapa y disimula. Allí se trabaja mucho de esa manera, lo importante es que se termine la obra, por eso el proceso de planeamiento es muy corto en relación con otras arquitecturas, lo que acarrea muchos errores que se resuelven la ejecución de la obra.

La vuelta de la arquitectura
“Siempre dije que estudié arquitectura para hacerle el techo a la gente y no para construirle el palacio a los reyes”, enfatizó el arquitecto, haciendo reminiscencias sobre el origen de su elección y sobre las grandes tendencias de la arquitectura.

-Entiendo que ha hecho una investigación sobre las viviendas sociales. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
-Estudié en los años 80, que era la época del postmodernismo, de las grandes obras y museos, pero decidí hacer una investigación sobre las villas miserias en todo del mundo, bajo sus diferentes denominaciones, desde Sudamérica, India y hasta los campamentos de refugiados, en el marco del año internacional de los hombres con viviendas sin techo, declarado por la Unesco en 1987.

Luego tomé una localidad en particular, Pérsico, donde quedaban campamentos de refugiados palestinos. Mi producto fue la realización de una red de viviendas, que tomó por un lado mi visión muy occidental de la arquitectura, mezclada con ciertas formas de construir, que según yo interpreté, dependían de la cantidad de cosas en común que tienen sus habitantes, independientemente de lo cultural. Pude ensamblar los principios de la cultura islámica con una visión muy occidental de la arquitectura.

-¿Se puede unificar la estructura de una vivienda social sin tener en cuenta la diferenciación cultural?
– Esto requiere del análisis de dos visiones. Hay muchos intereses políticos a nivel de instituciones que son teóricamente humanitarias; entonces, hay muchos intereses de que azerrad2éstas instituciones se mantengan. Coexisten intereses políticos para que estas poblaciones sigan siendo fuerzas políticas y se mantengan. Por otro lado, la mayoría de las personas llega a estos lugares en busca de sueños, es un proceso mundial, cada vez hay más gente que llega a las ciudades. Se calcula que en el año 2025 el 65% de la población se concentrará en las ciudades. Lo que tienen las grandes ciudades es que proporcionan comida a todo el mundo, desde la gente que hace mucha plata, hasta la gente que llega y encuentra un trabajito, o ganancias en la mafia, o el que va a hacer changuitas en la calle… las grandes ciudades dan de comer a esa gente, entonces, van llegando.

Hay mucho en común en esa gente, pero también hay diferencias culturales. Los barrios marginales en la India no son iguales a la Villa 31 en Buenos Aires, como tampoco los barriales de México. Las necesidades son distintas pero los sueños, la ilusión de salir, de crecer, de enriquecerse, de comer, es de todos. Las ciudades son como las grandes ollas, dan de comer a todos. Lo más grandes se llevan las tres cuartas partes, pero siempre queda un juguito o algo para que el resto raspe.

-¿Cómo responde lo arquitectónico a esta demanda de viviendas que es cada vez más creciente?
– Es un tema muy interesante, los arquitectos podemos dar soluciones pero, no se si a través de la arquitectura podemos solucionar todo el tema. En el sueño de la arquitectura moderna, el arquitecto podía resolver todo lo que pasaba en el mundo, éramos capaces de diseñar todo, de hacer todo, pero eso se fue perdiendo. La arquitectura de los 90, los grandes palacios, las altas construcciones de millones de dólares fueron dando paso a la gente de la ciudad. Se volvió a entender que hay gente en las ciudades y que como arquitectos tenemos que dar respuesta con nuestros utensillos: el diseño, la forma y los espacios.

-¿Es la tendencia en el mundo?
-Todo lo que pasó en 2011 con las grandes protestas en Madrid, en Tel Aviv, de volver a la ciudad sustentable y entender que la ciudad debe ofrecerla a la gente lo que necesita para vivir. Dejamos de ver la ciudad desde los aviones y ahora la miramos caminando. Volvemos a la vivienda, a la arquitectura verde, a la ciudad desde el punto de vista holístico, a proponer una mejor ciudad. Para ello necesitamos de un trabajo interdisciplinario porque el arquitecto solo no puede solucionar, se necesita de la cooperación de sociólogos, psicólogos, especialistas en marketing, entre otros.

 

Viviendas sociales: “Podemos dar soluciones pero la arquitectura sola no puede resolver nada”

Tras una investigación en diferentes partes del mundo de espacios donde habitan poblaciones marginales, el arquitecto Daniel Azerrad indicó: “Mi producto fue la realización de una red de viviendas, que tomó por un lado mi visión muy occidental de la arquitectura, mezclada con ciertas formas de construir que, según yo interpreté, dependían de la cantidad de cosas en común que tienen sus habitantes, independientemente de lo cultural”.

“Lo que tienen las grandes ciudades es que proporcionan comida a todo el mundo, desde la gente que hace mucha plata, hasta la gente que llega y encuentra un trabajito, o ganancias en la mafia, o el que va a hacer changuitas en la calle… las grandes ciudades dan de comer a esa gente, entonces, van llegando. Hay mucho en común entre ellas pero también hay diferencias culturales. Los barrios marginales en la India no son iguales a la Villa 31 en Buenos Aires, como tampoco a los bariales de México.

Las necesidades son distintas pero los sueños, la ilusión de salir, de crecer, de enriquecerse, de comer, es de todos. Las ciudades son como las grandes ollas, dan de comer a todos. Los más grandes se llevan las tres cuartas partes, pero siempre queda un juguito o algo para que el resto raspe”, añadió.
“Los arquitectos podemos dar soluciones a este faltante de viviendas, pero no se, si a través de la arquitectura podemos solucionar todo”.

“Necesitamos de un trabajo interdisciplinario porque el arquitecto solo no puede solucionar las necesidades humanas, se requiere de la cooperación de los sociólogos, psicólogos, especialistas en marketing, entre otros”, agregó Azerrad.

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