La socióloga, historiadora y una de las directoras del Conicet trabaja para que la ciencia contribuya a que las mentalidades en el ámbito judicial sean menos resistentes y los fallos se ajusten conceptualmente a los nuevos asideros en derechos humanos. Ayer disertó en el Centro Nuñez del Poder Judicial
Por Carolina Klepp – [email protected]
La socióloga e historiadora Dora Barrancos, especialista en estudios de género, está trabajando desde el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) para aportar a transformaciones en el ámbito judicial. Ayer estuvo en Córdoba en el marco del Programa Nacional Ciencia y Justicia. Allí abordó la necesidad de democratizar las relaciones entre los géneros y de impulsar la apertura de los operadores judiciales al nuevo derecho.
Barrancos, quien es una de las directoras del Conicet en el ámbito nacional, ahondó sobre la condición de las mujeres y “sus grados enormes de inequidad respecto de los grupos de varones”.
“Mi aporte es hacer consideraciones acerca de los valores patriarcales que persisten, de cómo desmontarlos y de cómo ayudar a pensar que el propio orden jurídico tenía una valencia de masculinidad . Hoy en día estamos en condiciones de avizorar esas circunstancias y hacer una nueva aplicación de la justicia, habida cuenta que la propia estructura de la ley ha forjado otras conquistas de gran significado”. Así lo expresó en diálogo con este medio antes de participar del Conversatorio Género y Violencia desarrollado en el Centro de Perfeccionamiento Ricardo Núñez del Poder Judicial.
– Argentina tiene leyes que marcaron un avance en materia de género, ¿cómo aportar desde la ciencia para hacer operativas esas leyes a la hora de juzgar?
– El orden legal puede cambiar, pero la mentalidad, cómo son realizados los fallos, los dispositivos mentales de lo arcaico pueden no estar a la altura del nuevo derecho, esto se ve a lo largo del tiempo. Una reforma jurídica no quiere decir que inmediatamente los agentes de la justicia se inspiran y adquieren un molde nuevo. Todo lo contrario. Sabemos que hay una colisión y que es necesaria toda una adaptación de esas mentalidades al nuevo canon legal. Si hoy se analizan los fallos, se verá que hay sentencias que son pronunciadas por magistradas y magistrados que evidentemente han podido resolver las viejas construcciones, pero también hay algunos fallos en los que se ve que permanece el ‘antiguo régimen’. Nuestra perspectiva es cómo la ciencia, en orden a estos problemas, puede contribuir para que esas mentalidades sean menos resistentes y efectivamente absorban conceptos, condiciones teoréticas, que las pongan en condiciones de una referencia conceptual nueva.
Es una situación siempre difícil, siempre le señalo a la comunidad jurídica que cuando se dispuso el nuevo Código Civil en Argentina, en 1869, y se pone en ejecución en 1971, muchísimos magistrados seguían pensando como antes y no contemplaban que las mujeres con 21 años ya no pedían el consentimiento del padre. Estas inadecuaciones también deben verse en perspectiva histórica y hay que tener un poco de paciencia.
– ¿Cómo ayuda la ciencia a esta apertura a lo nuevo?
– La ciencia debe tener un compromiso activo con el derecho. El Conicet ha creado el programa “Ciencia y justicia” para que el abordaje múltiple de la ciencia alcance efectivamente a los efectores de la justicia, para que sus fallos sean muchos más adecuados, para que tengan mucho más razonabilidad, para que se ajusten concepualmente a los nuevos asideros en derechos humanos.
– Desde una perspectiva histórica ¿cómo se encuentra Argentina en comparación con la región en materia de género?
– Argentina es uno de los países que ha tenido mayor formalidad o formalización de derechos respecto de la condición de las mujeres y de las disidencias de la sexualidad. Tenemos la ley 26485 (de protección integral a mujeres que sufren violencia) que ha sido emulada por la mayoría de los países de la región. Tenemos una nueva ley contra la trata que es una de las mejores. El asunto es cómo se aplica. Tenemos dos leyes que son muy importantes y señeras, como el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, que hace de Argentina un país de vanguardia.