ESCUCHAR*Por Arq. Cristián Nanzer / Participó de concursos nacionales, provinciales y de proyectos arquitectónicos de gran envergadura.
La Arquitectura como profesión tiene sentido a partir de entenderla como una disciplina con enorme capacidad de anticipación y transformación de la realidad; cuya acción abarca desde la pequeña escala de los modos domésticos de vivir -incluyendo sobre todo los modelos colectivos que dan forma a las ciudades- y alcanza hasta las infraestructuras territoriales que determinan espacialmente las relaciones entre las comunidades y su soporte geográfico.
La Arquitectura, como modo particular del pensamiento, es una poderosa herramienta que materializa y prevé las alternativas individuales y colectivas para organizarse comunitariamente en el espacio. Pero, como toda herramienta y más de este alcance, la discusión fundamental se centra en la dirección de sentido de su utilización y los intereses a los que sirve y anima.
La arquitectura siempre tiene como propósito subyacente la construcción de la ciudad, independientemente de la escala de sus acciones, en tanto que la ciudad no la construyen sólo los arquitectos.
La ciudad
La ciudad como tal es la forma suprema de la historia, la historia se construye en las ciudades, es la empresa colectiva más trascendente de la humanidad y la que se va tejiendo sobre la convivencia del legado de generaciones. Es el cuenco material donde se cuece la cultura y los rasgos de identidad de una comunidad, su forma colectiva de ser y estar en el mundo.
La arquitectura es el pensamiento específico que podrá dar luz sobre la organización de las proximidades y contactos entre los hombres, capaz de determinar sus modos de intercambios y sus trayectos en el espacio, por medio de ella se piensan los modos de urbanizar el tiempo y civilizar el espacio, en eso consiste su poder, su potencial y su riesgo.
Córdoba no escapa a la regla
Como construcción colectiva, la ciudad es el espejo que devuelve sin concesiones, la fiel imagen de la sociedad que somos y constituimos. Córdoba no escapa a la regla y, si bien siempre fue una ciudad de un enorme dinamismo, producción cultural y de referencia regional, hoy se hacen visibles signos de una crisis estructural de sentido que alcanza a la sociedad en su conjunto y afecta a toda su producción. Si bien se destacan casos aislados, no existen gestiones integrales tanto del sector público como privado, que superen la proliferación de fragmentos autónomos de arquitectura y ciudad.
En este marco, la arquitectura como parte constitutiva de la producción cultural y material de una sociedad, también está en crisis.
En la actualidad, la producción dominante de arquitectura cordobesa está acríticamente supeditada a dar forma a la renta del negocio inmobiliario, con fórmulas probadas en ese sentido y sin ningún ánimo de indagar y tomar riesgos, o bien, ensayar alternativas o búsquedas que indiquen otros modos de reflexionar una arquitectura pertinente para una ciudad contemporánea.
La arquitectura en la ciudad de Córdoba muestra un retroceso significativo en lo que refiere a campos de innovación y propuestas acordes a la transformación que experimenta la sociedad y que se plasma en la ciudades. También prescinde de una búsqueda de un modelo de ciudad más compacto, inclusivo, intenso y estimulante.
Córdoba, por su tradición e historia a veces convulsionada, mediante espasmos corales o férreas y heroicas voluntades individuales, nos demuestra cíclicamente que sabe construir las condiciones políticas, económicas y culturales, capaz de liderar procesos que la posicionan en un rol destacado en la región sudamericana. En el siglo XXI, sus habitantes, su ciudad y por ende su arquitectura, están ansiosamente aguardando que por fin acontezcan estos procesos.
