A seis años de la devaluación, con la política de mantenimiento de dólar alto, las ventajas logradas en cuanto a competitividad parecen licuarse diariamente.
La inflación hizo aparecer el dilema entre la “ortodoxia” (enfriar la economía aumentando la tasa de interés y reduciendo el gasto público) o acentuar las herramientas “heterodoxas” (subsidio, controles de precios, retenciones, amenazas). “Ambos planteos están obviando que el problema principal del modelo de tipo de cambio alto no es la inflación sino violar su regla básica que es imponer salarios bajos”, sentenció Idesa en su informe semanal.
Desde la consultora advierten que “El problema de fondo, más que la inflación, es que el sistema político entra en contradicción cuando defiende el modelo pero no quiere pagar el costo político que exige este tipo de estrategia”, es decir, mantener bajos niveles salariales.
La devaluación mejora la rentabilidad de las empresas merced a que los precios aumentan más que los salarios. Desde esta perspectiva, la mejora en la competitividad es proporcional al empobrecimiento de la población”, aseguró la consultora.
Condiciones
El aumento de la rentabilidad, vía la devaluación, implica la oportunidad de llevar a cabo medidas para que la tendencia a volver a un estado anterior sea sorteada con un aumento de la competitividad. Para Idesa, “la lógica es que el aumento de la rentabilidad da la oportunidad para que las empresas inviertan e incorporen tecnología e innovación. Si esto es acompañado por una modernización del Estado, en una etapa posterior el aumento de productividad generará las condiciones para pagar mejores salarios”.
De esta forma, “de una competitividad basada en bajos salarios se pasa a otra sustentada en mayor productividad”, expresó Idesa.
Con Chile
Idesa trazó un paralelismo entre la evolución de la Argentina a partir de 2001 y la de Chile entre 1984 y 1994. La estrategia de crecimiento aplicada por el país vecino es considerada como uno de los ejemplos exitosos del pasaje de una competitividad basada en bajos salarios a otra sustentada en productividad.
“Los datos muestran que la preservación del modelo de tipo de cambio real alto en Chile no estuvo asociada a inflación baja. Se toleraron tasas de inflación del orden del 20% anual. El punto clave –que marca la diferencia más importante con la experiencia argentina– es que los salarios se mantuvieron muy por debajo del crecimiento de los precios”, define la consultora.
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