Por Diego Dequino (*)
El triunfo de Trump es una muy buena noticia para las expectativas respecto del clima de negocio en la Argentina. Es previsible que en los próximos meses ingresemos en una espiral de optimismo, quizá desmedido, pero que servirá al Gobierno para terminar de remover algunos obstáculos que mantiene el paquete económico.
En particular, le permitirá afrontar el desafío de remover el cepo al tipo de cambio, así como enfocarse mejor en el programa del régimen especial de inversiones, de manera tal que mejore el empleo y la productividad en el país.
Desde el punto de vista financiero, a Argentina se le abrirá una gran oportunidad para volver a los mercados voluntarios de crédito y terminar, de esa manera, de despejar la sostenibilidad de la deuda pública, en particular la parte relacionada a la devolución de los pagos de capital, ya que los pagos de intereses están asegurados con el superávit fiscal.
Esas condiciones permitirán mantener a raya el riesgo país en niveles más parecidos a los países de región, lo cual facilitará el acceso al crédito para amplios sectores de la población, sin por ello poner en riesgo la inflación nominal de nuestros productos.
En síntesis, para la política económica les será más fácil terminar de poner en caja las variables que están bajo su tutela irresponsabilidad. Quedarán por supuesto pendientes aspectos vinculados a la presión impositiva, particularmente las retenciones ligadas al agro.
Desde el punto de vista de los desafíos, las primeras amenazas vendrán del lado de un fortalecimiento del dólar a nivel mundial, lo cual podría producir una reversión en el flujo de capitales, y si el tipo de cambio en nuestro país permanece fijo, Eso amenazará nuestra competitividad, ya que la revalorización, en este caso, de nuestra moneda, si sigue a tal dólar, vendrá desde el lado del emisor del dólar y no por condiciones de productividad de nuestro país.
Otro desafío que tendrá que afrontar nuestra economía podrá estar ligado a las eventuales medidas proteccionistas que pueda llevar adelante el gobierno de Estados Unidos desde el año próximo, lo cual podría poner en riesgo la capacidad exportadora de ese mercado por parte de nuestras empresas.
Una nota aparte se la lleva la relación con el Fondo Monetario Internacional, que muy probablemente cambiará en el sentido de que nuestro país podrá imponer condiciones al acreedor en la medida que tendrá el beneplácito al principal accionista del fondo que es el gobierno de Estados Unidos.
En síntesis, el triunfo de Trump le otorgará al Gobierno en materia de su política económica más grado de libertad y por ende una mayor zona de confort para seguir recalculando las medidas que han comenzado de ahora adelante desde diciembre del 2023, pero por otro lado, le subirá las amenazas en materia de la economía real y la capacidad que tenga la misma para volver a crecer creando empleo y mejorando salario.
Sin duda, el desafío final que tendrá que obviar será mantener la combinación exacta entre la revalorización en dólares que han tenido los activos financieros y reales de nuestro país, combinados con una capacidad limitada en los sectores de ingresos fijos asalariados en materia de capacidad de compra y acceso a participación de las riquezas.
(*) Economista y director del Centro de Estudios en Economía, Sociedad y Tecnología (Ceesyt)