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Devaluación en Brasil, dudas en Argentina

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La suba del dólar en el país vecino sorprendió al gobierno argentino, que entiende que la situación es delicada. Temor de una escalada hace prever ciertos escenarios.

Los mercados financieros le dieron la espalda a Lula da Silva en el inicio de su mandato y encendieron todas las alarmas de este lado de la frontera. El equipo económico monitorea muy de cerca la evolución del dólar frente al real, ya que los movimientos bruscos en el país vecino suelen tener un rápido impacto negativo en la Argentina.

Es justo lo que menos necesita el Gobierno en el contexto actual. Cuando los funcionarios, con Sergio Massa a la cabeza, venían trabajando codo a codo con las flamantes autoridades brasileñas para asegurar dólares para la economía argentina, los últimos movimientos cambiarios alzaron la guardia en el Palacio de Hacienda.

En una semana, el real se devaluó 5,5% -la cotización llegó a 5,50 unidades por dólar-, el peor nivel desde diciembre de 2021. El nerviosismo en Buenos Aires no es sólo por esa suba del dólar, sino también por todo lo que pueda desencadenar.

Distintos bancos de inversión estadounidenses sacaron informes en las últimas horas con visiones negativas sobre las primeras medidas de Lula. En Wall Street desconfían del equipo que rodea al nuevo Presidente, por funcionarios del gabinete económico que no generan confianza entre los empresarios del país del norte.

Aunque Lula hizo un intento por llevar algo de tranquilidad a los inversores, el temor de los financistas refiere a que el mandatario exceda el gasto público ya presupuestado, copiando el modelo de flexibilización del cumplimiento de las metas fiscales que hoy en día manda en Europa, y también en los Estados Unidos. La idea en esos países centrales es que deben tomar medidas excepcionales con tal de evitar una recesión profunda, sin descuidar la cuestión inflacionaria.

Pero Brasil no entra en ese mismo sistema, según los analistas de Wall Street, sino que entienden que puede caer dentro de un modelo más cercano al de países vecinos, como Argentina. Aunque confían en la visión de Geraldo Alckmin, quieren ver en acción al equipo económico que designó el jefe de Estado. Aunque con muchas diferencias, hay reminiscencias del paso de Guzmán por el ministerio de economía.

La otra cuestión, política pero con impacto en la economía, refiere a la gobernabilidad en el país vecino. Lula ganó las elecciones con una coalición ecléctica y escasa diferencia sobre Jair Bolsonaro, quien ahora tiene gobernadores y una buena porción del Congreso que le responden.

A diferencia de lo sucedido en sus primeros dos gobiernos, Lula no tendrá ahora el mismo margen de maniobra. Desde que dejó el poder, en Brasil han aprobado leyes que acrecentaron el control sobre los organismos públicos. Se trata de normas que fueron impuestas durante los gobiernos de Temer y de Bolsonaro, tras las acusaciones por corrupción que pesaron sobre la administración de Dilma Rousseff.

El cambio en la relación de fuerzas políticas, como también el impacto en la cultura política de la experiencia de Bolsonaro, presentan un escenario completamente nuevo para Lula.

Dólar: la devaluación en Brasil y su impacto sobre Argentina

Es cierto que el Banco Central de Brasil tiene suficientes reservas para hacer frente a cualquier movimiento brusco, con muchos más recursos que Argetina, pero también es cierto que una rápida suba del tipo de cambio perjudicaría fuertemente a nuestro país.

Es lo que marca la experiencia histórica, que se repitió cada vez que el real perdió valor: el reflejo inmediato de los industriales brasileños es enviar sus stocks a la Argentina, especialmente en los rubros textil y automotor. Para que eso se repita, los empresarios deben prever un enfriamiento de la actividad en su propio país, algo que entrará en las evaluaciones de pronóstico si prosigue la devaluación. Por eso, el Gobierno está súper atento a los movimientos financieros.

Hay una cuestión adicional y que se percibe cada vez que hay turbulencias en Brasil: rápidamente se empieza a hablar de un posible efecto contagio y de un empeoramiento en las condiciones locales. Tal como reza el dicho, cuando Brasil estornuda, Argentina se resfría.

Cumbre entre Alberto y Lula

Lula confirmó su visita a Buenos Aires para el próximo día 24 de enero, una señal de la visión estratégica que orientará su política económica. Alberto Fernández intentará cerrar las negociaciones que ya empezó Massa en un reciente viaje a Rio de Janeiro, antes de la asunción del nuevo presidente.

Ambos países trabajan a fin de llegar a un acuerdo para el lanzamiento del «Sur», la moneda común a los dos países, que según algunos analistas serviría para financiar el comercio exterior entre Brasil y la Argentina.

Se trata de un objetivo que podría salir rápidamente -según los cálculos del gobierno argentino- ya que no se trata del reemplazo de la moneda en curso en ninguno de los dos países. La idea es que la nueva moneda sirva para evitar el uso de dólares en el intercambio comercial entre los dos países.

Los cálculos son, de mínima, optimistas. Cualquier moneda establecida de manera conjunta implica definir una entidad de emisión, niveles de autonomía y atribuciones para la misma. Resulta imposible creer que se puede definir una moneda en común que sea administrada con criterios diferentes a un lado y otro de la frontera.

Otros datos

La Argentina registra importaciones desde Brasil por unos US$13.000 millones anuales. El objetivo es utilizar la nueva moneda en lugar de recurrir a la divisa norteamericana, que es lo que escasea en el BCRA. El déficit comercial de este año sería de entre US$2.400 a US$2.500 millones.

Por otro lado se encuentra el caso del financiamiento brasileño al gasoducto Néstor Kirchner. Desde el equipo económico aseveran que el BNDES financiará la extensión de esa obra con US$500 millones a US$600 millones y que esa operación sería inmediata, ya que no se requiere de una ley en el Congreso, donde cualquier proyecto de Lula podría ser trabada por la oposición.

Para los argentinos, la participación de Brasil en el gasoducto es clave para ambos gobiernos. A uno por la falta de divisas y, al otro, como una inversión estratégica en el área de la energía.

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