Los expertos coinciden en que las exportaciones de soja se han convertido en variable fundamental, lo que dificulta la modificación de las retenciones.
Varios sectores de la economía manifestaron que un cambio en la tributación afectará seriamente el mercado interno. La oleaginosa está permitiendo un ingreso de dólares constante y genera efectos claves: tranquiliza las expectativas cambiarias y da oxígeno al Gobierno en el campo fiscal.
El superávit de las cuentas externas, aunque más acotado, sigue siendo el ancla de salvación de toda la estrategia económica, simplificó un informe del Banco Ciudad de Buenos Aires.
“Sin crédito externo, la abundancia de dólares provenientes del comercio exterior le permite al Banco Central comprar reservas contra la emisión de pesos que -más allá de sus ulteriores impactos inflacionarios- luego serán aplicadas a financiar las amortizaciones de deuda del Tesoro Nacional”, explican. Un documento elaborado por la entidad, apela a términos futboleros para explicar el fenómeno. El superávit externo -explicado mayormente por el boom sojero – termina jugando de “doble cinco” en el mediocampo macroeconómico. Por un lado, sujeta las expectativas cambiarias y mantiene ancladas las tasas de interés locales; por otro, financia indirectamente la brecha financiera del Gobierno nacional.
Los expertos aseguran que el ingreso de los “sojadólares” es fundamental, dado que “los instrumentos de política que hasta aquí se venían utilizando para preservar el superávit externo muestran señales de fatiga o un liso y llano agotamiento”. Destacan que “el recurso de la devaluación gradual del peso, que encareció relativamente las importaciones respecto a la producción nacional, resulta ya un mecanismo estéril frente a una inflación del 25% anualizado”.
Por otro lado, el recurso de emergencia de las múltiples trabas a las importaciones encuentra creciente resistencia de los principales socios comerciales, Brasil y China. El primero, además, es el principal importador de nuestras exportaciones industriales. Tampoco se ve aquí muchos márgenes para producir “milagros comerciales” como el derrumbe importador de 2009, sin cambios de magnitud en los precios relativos.