En momentos en que se debate un nuevo esquema de derechos de exportación, un organismo técnico pide considerarlas “una herramienta de planificación”.
Tras la caída de las facultades delegadas del Congreso al Poder Ejecutivo, que vencieron el martes pasado, se reinstaló el debate por delinear en el Parlamento un nuevo esquema de derechos de exportación. En ese marco, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) difundió ayer un informe en el que alertó que “la quita o reducción de las retenciones (a la soja) impediría que la ganadería pudiese mantener el ritmo de crecimiento que ha retomado” en los últimos meses, un repunte que si bien aún no le permite superar todas las dificultades que le produjo la extensión de la frontera agrícola durante los últimos años, al menos le permite ser hoy una opción económica rentable para miles de pequeños productores.
A horas de haber caído las facultades delegadas, la oposición ya preparó proyectos para modificar el actual esquema de retenciones. En ese marco, las comisiones de Agricultura y Economía de Diputados emitieron el martes un dictamen de mayoría y dos de minoría.
El primero prevé que la segmentación de los derechos de exportación por tamaño y volumen de producción incluya la soja, el maíz y la carne, productos que, además, tendrán una reducción progresiva en las retenciones a lo largo de los próximos años. Según esta propuesta, el resto de los productos agropecuarios no debería tener derechos de exportación.
Por su parte, los despachos por minoría -particularmente uno impulsado por Federación Agraria- apuntan a que la segmentación se produzca en todos los rubros.
Impacto negativo
En este marco de nuevas decisiones, el último informe del Programa Nacional de Carnes del INTA señaló la importancia de considerar las retenciones a la soja “como una herramienta fundamental de planificación territorial y productiva” y detalló el impacto negativo que tendría su quita sobre la ganadería bovina.
Según el documento, la competitividad de ésta depende de su rentabilidad en términos relativos con el resto de las actividades agrícolas. Así, durante los últimos 15 años la ganadería vio disminuida su superficie en 13,5 millones de hectáreas por causa de la expansión sojera.
Los efectos de la alta rentabilidad de la soja fueron determinantes en la reducción de la superficie ganadera. De acuerdo con el trabajo del INTA, mientras el Margen Bruto (MB) de la invernada alcanzaba 109 dólares por hectárea en el primer semestre de 2008 -el mayor de los siete años precedentes-, no le era posible competir o siquiera complementarse con la soja, que arrojaba un MB superior a los 500 dólares por hectárea.
La reducción de la superficie ganadera hizo que la sequía que azotó el país en 2008 y 2009, al encontrar los campos sobrecargados causara no sólo una gran mortandad de hacienda sino que también afectase los índices de preñez, determinando la reducción de entre 2,8 y 3 millones de terneros en 2009.
En ese sentido, el informe explica que la ganadería “está iniciando un proceso de recuperación”, a partir del incremento de los precios de la carne registrados en el último año. “Pero para que este crecimiento se mantenga, es fundamental que la superficie ganadera no vuelva a sufrir una reducción a manos de la agricultura”, agrega. De allí la importancia de las rentabilidades relativas de los cultivos con respecto a la ganadería.
“No existe ninguna posibilidad de planificación productiva y territorial si la expansión de las distintas actividades agropecuarias queda sujeta exclusivamente a las leyes del mercado”, alertó el informe.