Irán condenó a muerte al autor en 1989 y en agosto un joven lo apuñaló, en EEUU. Grupos conservadores celebraron el atentado. En Francia, aun traumatizada por la matanzaen el semanario satírico “Charlie Hebdo”, en 2020 una adolescente que manifestó su rechazo al Islam en Instagram fue agredida y amenazada y se dictaron condenas
Por Pilar Viqueira
Entre 2020 y 2021, a cinco años de la masacre de Charlie Hebdo, Francia debatió la libertad de considerar al dogma religioso como una narrativa más y de criticar tanto a una religión como a sus símbolos: el derecho a la blasfemia.
Todo comenzó por el acoso virtual que sufrió Mila, una adolescente que manifestó su rechazo al Islam en Instagram.
“El Corán es una religión de odio”, expresó Mila, de 16 años, en un video. Lo hizo mientras hablaba con otro usuario sobre su atracción por las mujeres.
El posteo bastó para que recibiera una catarata de amenazas (de muerte y de agresiones sexuales incluidas) e insultos, a razón de 200 mensajes por minuto.
Tuvo que dejar la escuela por razones de seguridad.
Su abogado, Richard Malka, patrocinante de Charlie Hebdo, aclaró que la joven no cruzó ningún límite porque no criticó a una comunidad sino al Corán.
Además, denunció la tibieza e, incluso, el silencio de algunos políticos, dirigentes y activistas. Dijo que preferían no defender a una víctima de homofobia y machismo por su temor a que pudiera interpretarse que respaldaban su visión sobre el Islam.
Mila carecía de agenda política. Planteó, como pudo, una opinión.
La fiscalía abrió una investigación y en julio del año pasado hubo un veredicto, con penas de cuatro a seis meses de prisión para 11 personas por el linchamiento virtual de Mila y órdenes de indemnizarla.
Los versos satánicos
A mediados de agosto de este año, Salman Rushdie fue apuñalado en Nueva York, donde vive, por ejercer su derecho a la blasfemia.
El escritor británico de origen indio pasó décadas aislado y con custodia por escribir Los versos satánicos.
La condena a muerte que dictó Irán, en 1989, por un libro, envió un mensaje que tristemente perdura: no cabe consideración ni reflexión sobre la libertad de expresión, el conocimiento ni la cultura. La consigna se mantiene vigente aún entre individuos que no habían nacido cuando el ayatollah Ruhollah Khomeini pidió la muerte de Rushdie, aunque el propio Irán suspendiera la fatwa en su contra.
El semanario satírico Charlie Hebdo ejerció su derecho a burlarse de una religión y en enero de 2015 también sufrió un ataque despiadado: 11 miembros de su redacción y un policía del edificio fueron asesinados por terroristas.
Los hermanos Chérif y Saïd Kouachi irrumpieron en la sede parisina de Charlie Hebdo, abrieron fuego y diezmaron el plantel de la publicación más irreverente del país. “Fue una ejecución política”, dijo desde el inicio el actual director de Charlie Hebdo, Riss (seudónimo de Laurent Sourisseau), quien vive con custodia permanente.
En una escala diferente, en la era de las redes sociales, Mila se sumó a la lista de las víctimas de las arengas de y para los fundamentalistas.
El 12 de agosto, Rushdie -nacido en 1947, en Bombay, en una familia musulmana secular- se preparaba para hablar en la Chautauqua Institution cuando Hadi Matar, un hijo de libaneses nacido en Nueva Jersey, de 24 años, le asestó dos puñaladas.
Irán negó tener vínculos con el ataque pero definió al escritor y a sus seguidores como “los únicos merecedores de culpa” por lo sucedido.
La explícita condena a muerte a Rushdie por blasfemo puede haber quedado en suspenso, pero el ideario que la sustenta sigue vigente.
Cabe recordar que, en su momento, el edicto iraní apuntó a toda persona que participara de la divulgación de Los versos satánicos. El traductor italiano, Ettore Capriolo, fue apuñalado en Milán. El auto de William Nygaard, el editor noruego, fue baleado. Ambos sobrevivieron, pero el traductor japonés convertido al Islam Hitoshi Igarashi fue asesinado.
Por lo pronto, en declaraciones al diario New York Post desde la cárcel, Matar admitió que solo leyó un par de páginas de Los versos satánicos; reconoció el liderazgo del fallecido Ayatolá Khomeini aunque no precisó si estaba siguiendo la fatwa y desmintió haber tenido contacto con la Guardia Revolucionaria de Irán.
Rushdie sufrió heridas en el hígado, daños en los nervios de un brazo y perdió un ojo.
Secularización
El académico y autor argentino Héctor Schamis, profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown (EEUU), en su columna “El derecho a la blasfemia”, para Infobae, aportó claridad conceptual sobre qué es y qué implica en conexión con el caso del escritor británico.
“Rushdie fue atacado, y antes sentenciado, por ejercer su derecho a la blasfemia; derecho que no existe por un deseo perverso de ofender al creyente. Existe porque sin ese derecho no hay secularización -es decir, no es posible una real separación entre iglesia y Estado-, piedra basal del constitucionalismo liberal”, indicó.
Cuando Khomeini reclamó la cabeza de Rushdie, referentes del mundo de las ideas y de las letras sugirieron que el autor ofendió motivado por intereses comerciales.
Como recordó la periodista y escritora Hinde Pomeraniec en su nota “Rushdie quiso creer que la amenaza había quedado en el pasado, pero el puñal lo estaba esperando”, también para Infobae, el ex presidente norteamericano Jimmy Carter escribió una carta en la cual comenzó hablando de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, y su ofensa a los valores cristianos, para luego sostener que Los versos satánicos iban “mucho más allá” por “vilipendiar al profeta Mahoma y difamar el Sagrado Corán”.
Según el demócrata, Rushdie debió “anticipar una reacción de horror”.
En ese clima, John Le Carré, Roald Dahl y John Berger, por citar a algunos, le dieron la espalda a su colega.
Pomeraniec también destacó que Susan Sontag lideró el respaldo a Rushdie como cabeza de PEN America y que escritores de la talla de Norman Mailer, Julian Barnes, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Paul Auster, Allen Ginsberg y Thomas Pynchon, entre muchos otros, alzaron sus voces junto a ella. Además, arriesgando su seguridad, un centenar de autores árabes y musulmanes contribuyó con ensayos a una antología en su defensa: “Por Rushdie”.
Opiniones
En lo que respecta a Charlie Hebdo, la defensa de la laicidad y de la libertad de expresión es puesta bajo la lupa por algunos sectores, por supuesta islamofobia y discriminación.
El caso Mila propició nuevos posicionamientos. Riss declaró: “Primero fue insultada por los más tontos. Después fue amenazada por los más fanáticos y finalmente abandonada por los más cobardes”.
Mientras se investigaban las amenazas a la adolescente, en diciembre de 2020, la Justicia francesa condenó a 14 personas por su apoyo logístico a los atacantes de Charlie Hebdo, los denominados “segundos cuchillos” que asistieron a los integrantes de Al Qaeda.
Terceros cuchillos
La periodista y ensayista Caroline Fourest, ex colaboradora de Charlie Ebdo y autora de Elogio de la blasfemia y Generación ofendida, planteó que la sociedad debía interrogarse sobre la responsabilidad de los “terceros cuchillos” que “señalaron a Charlie Hebdo como un posible objetivo” a fuerza de llamarlo racista con deshonestidad intelectual.
También dijo que hay sectores que están formando el pensamiento de los jóvenes que confunden la crítica de las ideas, incluso la crítica de la religión, con la crítica de las identidades, y “envenenan el debate público”.