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Comercio y Justicia 85 años

De la Spectrum en la vidriera a la carrera de robots

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Hoy es alarmante la falta de profesionales en áreas claves como la ingeniería y las tecnologías en general. Despertar vocaciones hacia estas carreras es un compromiso social con nuestro futuro.

Por  Sergio Gabriel Logares * – Exclusivo para Comercio y Justicia

Mañana de marzo de 1983. Me detengo por enésima vez frente a la vidriera de 9 de Julio y San Martín, como lo hago en cada visita al centro. Apoyo la “ñata contra el vidrio”, como dice el tango, para ver la CZ Spectrum, una computadora de carcasa negra con líneas coloridas en diagonal sobre el extremo derecho. Compacta y soberbia, no es más que un teclado que se conecta a la tele y a un grabador de cassette para correr programas sencillos, pero admirables. Por más que la miro varios minutos y me imagino tecleando, sé que está fuera de mi alcance. Tengo 13 años.

Unos meses más tarde, después del recreo, el celador nos reúne en el patio del colegio a todos los alumnos del secundario. Es para presentar las tres Commodore 64 que acaba de comprar la escuela. Durante ese verano pude por fin escribir mis primeros programas en Basic. Y desde entonces, entre instrucciones poke, if y for me di cuenta de que podía ser ingeniero en sistemas, algo que conseguí algo más de una década después. Es que las vocaciones están dormidas, agazapadas dentro de cada uno, esperando una oportunidad.

Jueves 29 de agosto de 2013, 11:30. Se larga la primera carrera de robots (“Rallybot”) en el primer piso del Hotel Quorum, en el marco de la “Expo Estudiar y Trabajar en Córdoba 2013”. En esta feria, las instituciones educativas exponen sus ofertas y miles de estudiantes de los últimos años del secundario recorren, preguntan y se informan. Aunque parezca una “expo” más, todos ellos están de alguna manera decidiendo nada menos que su futuro.

Para demostrar a los futuros egresados del secundario que las carreras “duras” no son únicamente para genios o nerds antisociales salidos de la serie “The Big Bang Theory”, se ha dispuesto una serie de stands que les permiten “meter mano” en los equipos, enterarse cómo funcionan, descubrir la “magia” que produce que gran parte del mundo moderno sea como lo conocemos. Tienen la posibilidad de sentir que son capaces de convertirse en los constructores de esas maravillas.

En el primer stand, mediante una cámara web y una aplicación sencilla realizada en Scratch, pueden jugar moviendo su cuerpo en un entorno virtual. Lo más interesante es que el lenguaje utilizado para desarrollar el juego está adaptado para que niños de entre 6 y 12 años puedan programarlo a su gusto. Justo en el stand del lado, un robot lee con sus sensores una línea dibujada sobre la mesa y la sigue rigurosamente activando sus motores. Junto a él, otro es capaz de detectar la luz de una linterna y perseguirla. Lo llamativo es que todo ha sido construido y programado por adolescentes del nivel secundario del Centro Educativo Santo Domingo, en sus clases de Robótica.

El amontonamiento de chicos y los gritos de las hinchadas se concentran en la pista central, donde se desarrolla el Rallybot del Instituto Superior Santo Domingo. El desafío consiste en que cada equipo comande con una tablet uno de los robots a través de un circuito de tres hitos que contienen códigos QR. Cada robot tiene montado un celular que filma y trasmite por Wifi a cada equipo su propia visión de la carrera en vivo. Y cada grupo debe apuntar a los códigos QR que disparan preguntas que, al responderlas, suman puntos. Además de jugar y divertirse, los alumnos aprenden la tecnología que embebe estos personajes. Pueden comprender que esa “magia” no es complicada y que, además, son capaces de dominarla: pueden desarrollar sus propias aplicaciones activando su talento para ser protagonistas.

Cada uno tiene dormido, agazapado dentro de sí, todo un mundo por venir. Se trata de la vocación, ese llamado a poner en marcha de la mejor forma posible los talentos y potencialidades que le son propios. Quien descubre su genuina vocación está aspirando seguramente a un trabajo que le agrade, que no se convierta en una carga sino en un desafío. Así, quien trabaja se siente bien consigo mismo y traspasa a la sociedad el placer por las cosas bien hechas.

Hoy es alarmante la falta de profesionales en áreas claves como la ingeniería y las tecnologías en general. Despertar vocaciones hacia estas carreras es un compromiso social con nuestro futuro.

Sábado 31 de agosto de 2013, 18.30. La Expo ha finalizado y se empiezan a desarmar los robots, a poner cada notebook en su estuche y cada tablet en su caja. Mientras se enrollan los últimos cables pienso que seguramente muchos de los que en estos tres días se dieron el gusto de familiarizarse con la tecnología, se sintieron igual que yo, apoyando la nariz en la vidriera y admirando aquella Spectrum inalcanzable. Entonces, misión cumplida. Porque sabemos que las vocaciones están dormidas, agazapadas dentro de cada uno, esperando una oportunidad.

* Director del Instituto Superior Santo Domingo

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