La Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) difundió un informe sobre la situación en las cárceles federales durante 2011. Uno de los capítulos del estudio estuvo dedicado a las mujeres detenidas y un dato significativo que surge tiene que ver con el incremento de la población penitenciaria femenina en los delitos relacionados con la comercialización y el tráfico de estupefacientes.
Según se desprende del informe, casi siete de cada 10 mujeres responden que están procesadas o condenadas por delitos vinculados con las drogas, en la mayor parte de los casos, por comercialización o contrabando de estupefacientes. En el caso de las extranjeras la suma eleva a nueve de cada 10 las privadas de la libertad por delitos vinculados a las drogas. En tanto, 16,2% está detenido por delitos contra la propiedad y sólo 14,2% por delitos contra las personas. El restante 3,4% está procesado o condenado por otro tipo de delitos.
El relevamiento realizado dejó sentado que entre la población carcelaria femenina se encuentra un alto índice de extranjeras que conforman prácticamente la mitad de las mujeres presas (48%). En relación con la edad, tienen 36 años en promedio, dato que confirma la tendencia de una población penitenciaria femenina más longeva que la masculina.
Es especialmente relevante que la inmensa mayoría de las presas son primarias: 80%no estuvo detenida en otra oportunidad. En el caso de las extranjeras, el porcentaje de primarias es aún mayor, alcanzando 96%.
La maternidad en prisión
Un dato categórico que surgió de la investigación es el vinculado a la maternidad de las mujeres encarceladas en el ámbito federal. El 85,8% de las mujeres encuestadas declara ser madre. En promedio, las reclusas que son madres tienen tres hijos y 86% de ellas tiene hijos menores de 18 años; mientras que más de una quinta parte es madre de niños menores de 4 años.
Por otro lado, 88% de las mujeres que tienen hijos menores de 18 años declaró que convivía con dos o tres hijos menores de 18 años al momento de la detención, y 22% expresó que convivía con hijos mayores de 18 años. Es decir, estas mujeres ocupaban un rol central en lo que hace al cuidado cotidiano y al mantenimiento económico de sus hijos, circunstancias que profundizan las consecuencias del encierro.
En los casos de las mujeres que tienen hijos menores de edad y que han perdido la convivencia con ellos por su detención, las secuelas del encierro suelen resultar devastadoras ya que su encarcelamiento generalmente trae aparejado el desmembramiento del grupo familiar y gravísimas consecuencias en sus hijos, tanto en el plano afectivo y psicológico como material.
También se detectó que a pesar de que 85% de las mujeres tiene hijos, y en su inmensa mayoría ellos son menores de edad, sólo 22% son visitadas por éstos al menos una vez por mes, y 67% nunca fueron visitadas por sus hijos menores de edad.
Por otro lado, sólo 15% de las mujeres son visitadas habitualmente por su pareja o cónyuge, a pesar de que más de la mitad tenía pareja. Uno de los motivos que influye para desalentar las visitas son los costos que implica para los familiares trasladarse hasta las unidades carcelarias.
Cuarenta y siete por ciento de las mujeres que padecían una enfermedad la ha contraído durante la detención. En relación con la educación, la investigación ha revelado que 64% de las mujeres no realiza ningún curso de educación formal.