Así lo revela el Banco Mundial en su Informe de Desarrollo Mundial 2012. Destaca el avance de los países sudamericanos en la reducción de los principales factores que generan desigualdad.
El número de mujeres que muere antes de cumplir cinco años asciende exáctamente a 3.882.000. Las principales causas se vinculan con la carencia de tratamientos preventivos y paliativos para enfermedades como el VIH/SIDA; condiciones insalubres al dar a luz; jornadas laborales eternas; o que, simplemente, no llega a nacer porque su vida es menos “útil” que la de un varón (sólo en China, más de un millón de no nacidas en 2008).
El Informe de Desarrollo Mundial 2012 publicado días atrás por el Banco Mundial (BM) señala importantes avances en la situación de la mujer durante las últimas décadas. América Latina consiguió reducir notablemente las desigualdades de género en la educación secundaria, un fenómeno que se extiende con rapidez por otras regiones emergentes del planeta.
Además, más de 500 millones de mujeres se incorporaron al trabajo en las tres últimas décadas, adquiriendo una independencia considerable y mayor influencia en sus familias y comunidades. Por otro lado, la emigración masiva -que en algunos sectores supone un fenómeno fundamentalmente femenino- contribuyó mucho en este sentido.
Persistencia de los problemas
El informe aclara que, por sí solo, el crecimiento de los ingresos no genera igualdad de género en todos los frentes. Efectivamente, allá donde las disparidades de género se superaron con rapidez, se debió a la manera en que funcionaron y evolucionaron los mercados y las instituciones —tanto formales como informales—, a la manera en que se produjo el crecimiento y a la interacción de todos estos factores en las decisiones a nivel de los hogares.
El reporte ejemplifica que, en materia de educación, el crecimiento de los ingresos -que alivió las limitaciones presupuestarias-, los mercados -que abren nuevas oportunidades de empleo para las mujeres- y las instituciones formales -que aumentaron el número de escuelas y redujeron los costos- se sumaron para influir en las decisiones familiares favorables a la educación de las niñas y las jóvenes en una gran variedad de países.
Por otro lado, advierte que las disparidades de género persisten allá donde las niñas y las mujeres se enfrentan a otras desventajas. Para las mujeres pobres de lugares pobres, sigue habiendo disparidades de género considerables. Esas disparidades son aún mayores cuando la pobreza se suma a otras formas de exclusión, como la distancia, el origen étnico y la discapacidad.
Entre las mujeres pertenecientes a minorías étnicas en Vietnam, por ejemplo, más de 60% de los nacimientos tiene lugar sin que se haya recibido atención prenatal, una cifra que duplica la de las mujeres pertenecientes a la mayoría Kinh.
La investigación indica además que los mercados, las instituciones y los hogares también pueden sumar sus efectos para limitar el progreso. Las disparidades de género en cuanto a productividad y ganancias, por ejemplo, son profundas, y vienen determinadas por diferencias de género muy arraigadas en cuanto a la utilización del tiempo (que son un reflejo de las normas sociales acerca de las labores domésticas y de la prestación de cuidados), a los derechos de propiedad y control sobre la tierra y otros bienes, y a un funcionamiento de los mercados y las instituciones formales que perjudica a las mujeres.
Salidas posibles
Considerando estos factores, en el marco de su programa global para reducir la desigualdad, la entidad sugiere a los responsables de la formulación de políticas en los países en desarrollo concentrarse especialmente en las disparidades de género con respecto a las cuales: los rendimientos potenciales para el desarrollo sean mayores; el incremento de los ingresos, por sí solo, tenga poco efecto para reducir esas disparidades, y una reorientación de las políticas pueda dar el máximo beneficio. Esas prioridades son:
– Abordar el problema del exceso de mortalidad de niñas y mujeres y eliminar las desventajas de género en la educación en la cual esos problemas estén muy arraigados.
– Salvar las diferencias en cuanto al acceso a las oportunidades económicas y las consiguientes disparidades de ingresos y productividad entre mujeres y hombres.
– Reducir las diferencias de género en lo relativo a tener voz en el hogar y en la sociedad.
– Limitar la reproducción de las desigualdades de género entre generaciones.
La igualdad de género es un objetivo fundamental del desarrollo por derecho propio pero también tiene sentido desde el punto de vista económico. Una mayor igualdad de género puede incrementar la productividad, mejorar los resultados en materia de desarrollo para la próxima generación y hacer que las instituciones sean más representativas. Así lo plantea el BM al esbozar el horizonte de las políticas de desarrollo social igualitario en los países de todo el planeta.