viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La hazaña es pirata, la noticia es millonaria

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Muchos medios porteños -de alcance nacional- pusieron el foco en la situación de River Plate -cargándola de una dramaticidad exagerada- e ignoraron olímpicamente a Belgrano. Por Carlos Alfredo Barrionuevo / [email protected]

La promoción ya es pasado. Belgrano subió a Primera división y River Plate bajó al Nacional B, la segunda categoría del fútbol argentino -hecho inédito en su rica historia-. Obviamente, los Piratas festejan su logro -que se suma a uno más importante, el triunfo institucional que significa haber salido de la quiebra- mientras los Millonarios sufren su derrota después de un partido de 180 minutos ganado por quien mejor hizo las cosas, aun cuando no haya sido brillante. Sin entrar en detalles específicamente futbolísticos -y si viviéramos en un mundo perfecto- podríamos contar ahora que los simpatizantes de River felicitaron a sus pares celestes y los jugadores del club de Núnez se olvidaron -por un momento- del dolor de la derrota y saludaron gallardamente a los vencedores. Podríamos narrar -también- que éstos agradecieron la atención recibida de sus anfitriones en Buenos Aires, saludaron en el centro del campo y festejaron merecidamente.

Lamentablemente eso sería ficción. Los jugadores de Belgrano tuvieron que huir como delincuentes, bajo una lluvia de objetos que les caía de las tribunas de un escenario que albergó -también- muchas de las mejores actuaciones de la Selección Nacional. La gran mayoría de los hinchas riverplatenses -justo es decirlo- no participó de los desmanes sino que cantó -fielmente- “soy de River” aun cuando la suerte de su equipo ya estaba sellada. Los que obligaron a interrumpir el partido cuando faltaba un minuto -así como aquellos que invadieron la cancha en pleno partido, en Alberdi- evidentemente representan una minoría, la cual -a la luz de los hechos- parece ser bastante poderosa.

Irracional pero comprensible
Es fácil percibir que el comportamiento de esta minoría es irracional; sin embargo, no es tan dificil entenderlo si se presta atención a lo que se leyó y escuchó en los medios -principalmente en los capitalinos de alcance nacional- en los últimos días y se evalúa su influencia. Frases del tipo “River no puede caer”, “es imposible imaginar el fútbol sin River” y “River no puede manchar su historia” -palabras más, palabras menos- le dieron una importancia exagerada a un acontecimiento que debería ser deportivo en su esencia. ¿Por qué River no puede jugar en el Nacional B? ¿Por qué no se puede imaginar el fútbol sin River? ¿Un club mancha su historia sólo porque tiene que militar en una división inferior? Fue necesario un gran esfuerzo para aislarse de estas aseveraciones falsas pero muchos las tomaron como válidas.

Un protagonista ninguneado
Hubo, además, un ninguneo increíble del club cordobés. Poco se habló de sus méritos futbolísticos, que se basan en valores esenciales del deporte: dedicación, esfuerzo, superación, humildad. Belgrano fue protagonista de una remontada increíble, conducida por un coach -Ricardo Zielinski- que extrajo lo mejor de cada jugador, hizo de un grupo de hombres un conjunto solidario que de a poco fue tomando conciencia de sus capacidades y enfocándose cada vez más en sus objetivos. Un verdadero case de éxito deportivo, transferible -con las adaptaciones necesarias- tanto al área empresarial como a la personal, fue olímpicamente ignorado por quienes prefirieron hablar de “la tragedia” de River y del “infierno” que se le avecina. De los méritos institucionales de Belgrano fue difícil escuchar o leer una palabra.

Un país festeja
Por momentos pareció que algunos medios -principalmente la TV- cubrían un partido de River contra un equipo extranjero. O -incluso- de otro planeta. Tal vez por ello muchos habitantes de ese otro país -omitido por buena parte de los medios- festejaron el ascenso con un cierto ánimo revanchista, como si quisieran decir “nosotros también existimos”. Quizá un tanto influido por ese espíritu mezclé las imágenes que veían mis ojos -una multitud que caminaba por la avenida Colón de Alberdi al centro- con las de mi memoria de más de 40 años atrás y sentí que la ciudad estaba viviendo un Cordobazo sólo de alegría. Pero inmediatamente me libre de ese estado de ánimo: se trata apenas de un partido de fútbol.

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