En una entrevista con el diario Perfil, el Presidente se expresó a favor de unificar el tipo de cambio. Sin embargo, emergen tensiones y problemas dentro su gabinete económico sobre el rumbo a tomar
En entrevista con el diario Perfil, el presidente Alberto Fernández aseguró que apunta a unificar el tipo de cambio en el país antes de que concluya su mandato presidencial en diciembre de 2023. “Estamos trabajando para que el mercado cambiario se unifique y queremos llegar a ese objetivo”, afirmó. Ante la pregunta de si buscaría hacerlo el año próximo, respondió afirmativamente.
“Cuando Néstor [Kirchner] fue presidente teníamos un mercado de dólares único, y Cristina [Fernández de Kirchner] durante toda su gestión tuvo un mercado de dólares único”, dijo el Presidente , haciendo un uso indebido de la información.
En primer lugar, Néstor Kirchner pudo tener un mercado único y libre de cambios porque no existía inercia inflacionaria posterior a la profunda licuación del gasto que había hecho la devaluación del presidente Eduardo Duhalde al salir abrupta y traumáticamente de la convertibilidad.
En segundo lugar, el cepo cambiario se puso apenas iniciado el segundo mandato de Cristina Kirchner y fue levantado en la gestión de Macri por alrededor de tres años, hasta el descalabro de agosto de 2019.
Cepo actual
Fernández justificó los controles cambiarios vigentes durante los primeros tres años de su gobierno en el hecho de que “recibimos un Banco Central (de la República Argentina, BCRA) sin dólares”.
“Entre mi llegada, desde que gané la elección hasta que asumí como presidente, se fueron US$25.000 millones de la Argentina. En ese contexto nos agarró la pandemia. La reconstrucción de las reservas cuesta mucho y a pesar de que tenemos este año un récord de exportación, también tenemos un récord de importaciones porque la producción argentina no se detuvo”, agregó el Presidente, sin hacer referencia al atraso cambiario que presiona fuertemente en la dinámica inflacionaria del país y absorbe buena parte de las reservas en el intento de sostener un valor artificial del peso.
En ningún momento de la entrevista Fernández trató de profundizar sobre cómo encararía su gobierno la unificación de los múltiples tipos de cambio que hoy rigen en el país (17 distintos, que pueden aumentar si se mantiene la avidez del ministro Sergio Massa por los dólares de las exportaciones). Hasta el momento no es más que una expresión de deseo imposible de traducir a los hechos.
Internas
Esta nueva postura liberal del Presidente es contradictoria respecto a las políticas que su mismo gobierno implementa. Con estas declaraciones parece estar enviando un mensaje al frente interno, atacando al pasar las políticas coyunturales impulsadas por su propio ministro de Economía, como el dólar soja o el dólar Qatar.
Más allá de los elogios ocasionales (en la entrevista habló bien de Precios Justos, una política difícil de sostener en el tiempo si no se atacan las verdaderas causas de la inflación), el Presidente expuso una vez más las internas de su gobierno, que parecen intensificarse hacia dentro del gabinete económico.
En el último mes, el dólar oficial subió 7%, acelerando el ritmo del crawling peg, es decir que se ha empezado a tratar de acortar la brecha entre el dólar oficial y el paralelo devaluando la moneda por encima de la inflación.
Esa situación parece no convencer a todos, ya que el Ministerio de Economía desea reducir a 4% mensual el ritmo de las minidevaluaciones del BCRA para alinear el tipo de cambio oficial con lo que Sergio Massa espera que ocurra con la inflación minorista, aunque el Central hace trascender que no tiene pensado hacer ajustes.
2023 en la mira
La discusión no puede separarse de lo electoral. El año que viene hay elecciones y todos saben que deben hacer su mejor esfuerzo para ganarlas (o para, al menos, estar en la discusión). Así, a medida que se acerquen los comicios presidenciales del 2023 la política incidirá en el plan cambiario del BCRA.
La evidencia dice que el kirchnerismo siempre se caracterizó por atrasar lo máximo posible el tipo de cambio oficial en la previa de los pleitos electorales, pero eso hoy no parece una opción.
Es que, a diferencia de lo sucedido en 2011 o 2015, hay factores que atentan contra ese plan.
En primer lugar, el atraso ya es elevado como para acentuar ese proceso: la brecha cambiaria nuevamente supera 100%.
En segundo lugar, una sequía que ya hizo reducir las estimaciones de la cosecha de trigo de 19 millones de toneladas a 11,8 millones y que está poniendo en riesgo las siembras de verano.
En tercer lugar, la alta inflación. Este jueves se conocerá la minorista de noviembre, con las expectativas oficiales centradas en que se ubique en torno a 5,5%, algo a lo que están apostando desde los primeros días del mes pero que sigue siendo un valor demasiado elevado para una economía endeble como la argentina.
Finalmente, el factor que está cobrando mayor relevancia como consecuencia de la emisión es el que pasa por los problemas financieros del Tesoro. Esta semana, Eduardo Setti, secretario de Finanzas, debe renovar vencimientos de $405.000 millones, casi su totalidad en poder de inversores privados.
El mercado cambiario no permanece ajeno a cuanto sucede con la deuda en pesos: lo que no logre renovar de vencimientos se convierte en expansión monetaria que termina en subas de las diferentes variantes del dólar y/o de los precios al consumidor.
En este contexto, el cepo no tiene posibilidad de verse reducido, por lo que las aspiraciones del Presidente de pasar a un único tipo de cambio son apenas deseos. Con el endurecimiento de los requisitos para importar queda claro que el cepo está más firme que nunca.
Las soluciones de fondo no existen en el “plan aguantar” con el que Massa trata de llegar con aire a 2023: todo se mueve en función de pasar al próximo Gobierno la mayor cantidad de medidas de ajuste. Ciertamente, la actual administración prefiere una recesión a una devaluación brusca, tratando de evitar el estallido social y el costo político de ello. Quizás la liberación del cepo y la unificación del tipo de cambio justo antes del cambio de gobierno es la ficha con la que el kirchnerismo quiere asegurarse de que esta vez sí le explote la bomba a quienes lo sucedan.