COLUMNA DE AMJA
Por Florencia Bellusci
Sobran las razones y urgen los motivos para llevar adelante un cambio hacia la igualdad de condiciones entre los géneros. En este sentido, la mirada transversal e interdisciplinaria de los Estados debe guiar el camino hacia el empoderamiento sostenido y sustentable de la mujer en el tiempo.
Sólo de esa manera, con la participación voluntaria e igualitaria de ellas en cualquier rol, será factible integrar la construcción de sociedades más justas y equitativas, sostenidas y sustentables, inclusivas y diversas, con acciones humanitarias que promuevan el bienestar y la paz mundial.
Veamos entonces de proponer algunas alternativas que sean socialmente aceptadas y que contribuyan en el camino a la tan mentada igualdad. Concretamente:
1. La educación en género.
A esta altura, la educación en género debe ser obligatoria en todas las escuelas, niveles y ámbitos sociales, recreativos y de formación. En concreto, la extensión y ampliación de la Ley Micaela (27499) a todos los ámbitos de la sociedad.
En su planificación e instrumentación resulta necesario, por un lado, la instrucción y capacitación previa de los profesionales. Éstas deben materializarse mediante conceptos que visibilicen la importancia del respeto a la mujer y el valor de ella y de identidades sexogenéricas, expresados en lenguaje directo, claro, sencillo, de fácil comprensión y con utilización de palabras o frases de uso coloquial, despojados de tecnicismos innecesarios a la finalidad.
Por otro lado, abordar con prioridad aquellos ámbitos sociales mayormente generadores de violencia y desigualdad, fomentados por estereotipos históricos y culturales basados en la división de roles.
2. La difusión de los derechos de las mujeres y el género.
Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental en la formación de la opinión pública. Por ello, la información que transmitan o difundan resulta fundamental para generar conciencia en la sociedad acerca del valor, respeto y derechos de las mujeres y el género.
Asimismo, a través del diseño de spots, videos o leyendas publicitarias que posibiliten difundir y visibilizar, en espacios públicos y privados de acceso público (por ejemplo, shoppings, galerías, estadios deportivos, medios de transporte, recitales, etcétera), situaciones de violencia de género, con la finalidad de enviar un claro mensaje de repudio de este flagelo a la sociedad.
3. Las campañas de sensibilización social.
La violencia, la desigualdad y la discriminación de género producen daño social, no sólo al cincuenta por ciento de la población que se encuentra constituido por mujeres.
Las campañas de sensibilización social, a lo mejor, posibilitarán la capacidad de comprensión de que el menoscabo no afecta únicamente esta categoría de personas catalogadas como “vulnerables” sino la sociedad en su conjunto.
Por tanto, entender esto se presenta como el punto de partida en el cambio de mentalidad y conciencia.
Así pues, las campañas y/o talleres destinados especialmente a hombres, adolescentes y niños preparan, por medio de la reflexión, en la acción y construcción colectiva. También propician repensar prácticas arraigadas desde el hogar y conductas naturalizadas que reproducen desigualdades de género; además de facilitar el abordaje y la gestión operativa ante las situaciones de violencia.
Por último, la interpretación (o teatralización) de situaciones de violencia mediante la inversión de roles puede fomentar valores como la empatía, el respeto y solidaridad.
4. Las leyes de cupo.
La intervención de la mujer en todos los ámbitos no debería estar regulada por leyes del Congreso que impongan determinado cupo femenino.
A modo de ejemplo, en nuestro país la ley Nº 24012 dispuso que no se oficializará ninguna lista de partidos políticos en la que no se encuentren mujeres en un mínimo de 30% de los candidatos a los cargos a elegir y en proporciones con posibilidad de resultar electas. Por otra parte, la ley N° 27539 sancionó el cupo femenino y de otras identidades sexogenéricas en el acceso a eventos musicales.
La sanción de este tipo de leyes ha generado cierta resistencia social en quienes no ven como algo positivo que la participación de la mujer sea impuesta.
Sin embargo, resultan necesarias debido a que la realidad demuestra que en diversas actividades sólo los varones participan en cargos de gestión y se perpetúan en el poder.
Por esto, empoderar el género con la participación voluntaria e igualitaria de la mujer en cualquier actividad sin cortapisas ni discriminaciones, permitiría evitar el dictado de tales normas.
Para concluir esta columna, considero que estas alternativas resultan valiosas en el camino hacia la igualdad y empoderamiento de la mujer y el género, y que deben implementarse prioritariamente en los ámbitos reveladores de mayores índices de violencia y desigualdad.
- Secretaria del Juzgado de Primera Instancia y 24ª Nominación Civil y Comercial. Socia de AMJA.