Las imágenes y los textos que diariamente circulan en estos entornos virtuales configuran nuevas maneras de vincularse. Potencialidades y alertas a considerar
Sin lugar a dudas, las redes sociales se han convertido en espacios digitales significativos para las personas, los cuales proponen novedosas modalidades de comunicación y vinculación.
No obstante, constituyen lugares de importancia que conectan y posibilitan la difusión masiva de diferentes informaciones y conocimientos; también inciden en cómo se construyen las subjetividades y pueden tener consecuencias negativas o no deseadas.
Así, especialistas del campo de la salud mental y organizaciones relacionadas con los derechos humanos han hecho foco en los últimos tiempos en las potencialidades y alertas a considerar al momento de comprender la complejidad de los nuevos entornos.
En este sentido, la Asociación Americana de Psicología (APA por sus siglas en inglés) publicó recientemente un texto firmado por Zara Abrams, el cual advierte de la necesidad de minimizar los efectos dañinos de Instagram.
“Más de mil millones de personas usan Instagram, gastando un promedio estimado de 30 minutos por día en la plataforma de imágenes pesadas (eMarketer, 2020). Pero los investigadores saben muy poco sobre cómo afecta la salud mental de sus usuarios”, dice la publicación que se encuentra disponible online.
Para considerar este punto, el texto recupera las apreciaciones del psicólogo Adam Alter, quien es profesor de marketing en Stern de la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York y refirió la “naturaleza adictiva” de esta red social, dado que en ella se “ofrece contenido continuamente, lo que hace que los usuarios vuelvan a la parte superior de sus feeds para repetir el descenso”.
No obstante, las investigaciones señalan que el impacto “dañino” en la salud mental a partir del uso de Instagram no necesariamente está vinculado con el tiempo que se transcurre en el entorno sino con los usos y la intencionalidad
“En particular -indica el texto de la revista académica- los usuarios de Instagram que se involucran en la búsqueda de estatus digital (buscando popularidad en línea) y la comparación social (evaluándose a sí mismos en relación con los demás) tienden a experimentar resultados psicológicos negativos”.
Además, se agrega que “tales comportamientos se han relacionado con aumentos en los síntomas depresivos, ansiedad social y preocupaciones sobre la imagen corporal en todos los grupos de edad, así como con disminuciones en la autoestima”.
Por otro lado, también se pudo conocer que “publicar selfies editadas en aplicaciones como Instagram también se correlaciona con un comportamiento alimentario desordenado”.
Aun así, es necesario reconocer que la red social tiene interesantes usos entre adolescentes (para conectarse con sus pares), aunque se han registrado también problemas de discriminación referidos a la orientación o identidad sexual de los usuarios y las usuarias, sobre todo en este segmento de la población.
“Los adolescentes se sienten poderosamente atraídos por las redes sociales, y particularmente vulnerables a ellas, en parte debido a su impulso biológico de popularidad y conexión”, indicó uno de los especialistas de APA al respecto.
“Esas áreas del cerebro vinculadas a las recompensas sociales desarrollan un aumento significativo en los receptores de dopamina y oxitocina durante la adolescencia, lo que motiva a los adolescentes a buscar la aprobación de sus compañeros, casi al mismo tiempo que muchos adolescentes obtienen acceso a Instagram y otras aplicaciones conscientes de la imagen”, explicó.
Cuestión de género
Por otro lado, esta semana se conoció un informe de Amnistía Internacional, basado en un relevamiento efectuado en Twitter, el cual concluyó que esta red social “sigue sin hacer lo suficiente para proteger a las mujeres y a las personas LGBTI+ de la violencia y de los abusos online”.
El reporte, denominado “La tabla de puntuación de Twitter”, califica el historial de este entorno en la “implementación de una serie de recomendaciones para hacer frente a los abusos contra las mujeres y las personas no binarias en la plataforma”.
Según especificó la organización, “pese a algunos avances derivados de las recomendaciones que formuló Amnistía Internacional en 2020, Twitter tiene que tomar muchas más medidas para abordar los abusos online contra las mujeres y personas LGBTI+”.
De hecho, la entidad denunció que “la empresa implementó sólo tres de las 22 recomendaciones del informe, y ha hecho progresos limitados en cuanto a la mejora de la transparencia sobre el proceso de moderación de contenido y el de apelación”.
En este sentido, una encuesta de la misma organización reveló que “es más probable que las mujeres activas en la plataforma sean quienes denuncian que sufren abusos online, frente a las menos activas: el 40% de las que la usan más de una vez al día sufren abusos frente al 13% de quienes la usan menos de una vez a la semana”.
En tanto, quienes padecieron los abusos respondieron que no realizaron la denuncia porque “no valía la pena el esfuerzo”.
“Twitter tiene la responsabilidad de tomar medidas concretas para evitar que se cometan abusos contra los derechos humanos. La empresa debería evaluar, de forma continua y proactiva, la manera en que sus políticas y prácticas afectan a los derechos de quienes usan la plataforma respecto a la no discriminación, la libertad de expresión y de opinión, la libertad de reunión y de asociación, así como a otros derechos, y tomar medidas para mitigar o prevenir las posibles repercusiones negativas”, concluyó Amnistía Internacional.