Formado por diversas culturas, su capacidad de acordar se reveló valiosa en tiempos críticos
Su nombre completo era Jean-Baptiste Nicolas Robert Schuman, pero desde siempre se lo conoció simplemente como Robert Schuman. Un hombre de muchos sitios; en cierto sentido, de todos ellos. Nacido en Luxemburgo el 29 de junio de 1886, de madre luxemburguesa y padre francés, criado como alemán, naturalizado francés cuando la región de Lorena se anexionó a Francia luego de la Primera Guerra Mundial, expresó como pocos lo mejor de Europa.
Políglota, hablaba cinco idiomas: francés, alemán, inglés, latín y griego. Fue una capacidad que le permitió entablar relaciones institucionales a ambos lados de la frontera franco-germana, primero, y luego en la Europa occidental.
Estudió derecho en las universidades de Múnich, Bonn y Berlín, aunque finalmente obtuvo su título en la Universidad de Estrasburgo, para luego abrir su propio bufete en Metz, en junio de 1912.
Llegó a cursar estudios en otras disciplinas, como la teología o la economía. De profundas raíces y creencias católicas, se consideró siempre cercano a la obra de San Francisco de Asís. Se planteó incluso, de joven, dejar la abogacía para consagrarse a la vida religiosa.
El estallido de la Primera Guerra no lo condujo al frente por problemas de salud, por los que no había incluso antes realizado su servicio militar. Pero sí fue convocado al servicio auxiliar en una unidad de no combatientes en la propia Metz, por entonces parte del Imperio Alemán. Allí prestó funciones de soldado-secretario durante un año, para luego pasar a adjunto de la administración en Boulay, donde permaneció hasta el fin de la guerra, mientras continuaba paralelamente con su trabajo en el despacho de abogado de Metz. Soltero, sin familia y llevando una vida austera, hasta allí su formación, costumbre y cultura eran esencialmente alemanas.
Vueltas a Francia las regiones de Lorena y Alsacia, los católicos de Lorena estaban preocupados por la integración al Estado francés, al que entendían como anticlerical. Schuman fue solicitado por los grupos católicos para presentarse como diputado y defender los particularismos de dichas regiones. Fue elegido para el cargo en 1919 como representante de Mosela por la circunscripción de Thionville, cargo que mantendrá durante toda su carrera.
Fue miembro, por un corto espacio de tiempo, de los gobiernos franceses de Paul Reynaud y del mariscal Pétain, en 1940, como subsecretario de Estado para los refugiados. Más adelante votó a favor de otorgar plenos poderes a Pétain pero se negó a participar en su gobierno y regresó a Mosela, que había sido nuevamente anexada a Alemania. Allí fue detenido por la Gestapo, en septiembre 1940, por no colaborar con el régimen nazi.
Quedó bajo custodia en Neustadt, Alemania. Las condiciones de la detención eran benignas, tenía permitido recibir visitas y disfrutaba de cierta libertad de desplazamiento por Alemania pero no ir a Alsacia y Lorena. La posibilidad cada vez mayor de ser trasladado a un campo de concentración lo hizo evadirse, en agosto de 1942. Llegó a la Francia de Vichy, donde tuvo que ocultarse nuevamente, en noviembre, en diversos monasterios, cuando los nazis decidieron invadir el sur de Francia.
Ese periodo de vida en la clandestinidad le permitió ahondar en el estudio de la lengua inglesa, que luego le sirvió en sus posteriores cargos políticos. Así como no colaboró con los nazis, tampoco participó de la Resistencia Francesa ni se conoce cuál fue su posición al “Llamamiento del 18 de junio” en el que Charles de Gaulle convocaba al pueblo francés a mantener la resistencia contra el invasor, ante la petición de armisticio por parte de Pétain.
Después de la invasión de Francia por los aliados y la expulsión de los alemanes, el general De Lattre, al mando del ejército francés, contactó a Schuman en septiembre de 1944 a fin de tener un consejero experimentado en asuntos de Alsacia-Lorena, la parte más alemana de Francia, un galimatías difícil de entender para cualquiera que no fuera de allí. Tres semanas después, el ministro de Guerra, André Diethelm, exigió que Schuman fuera arrestado. A pesar de eso, logró formar parte del comité departamental de liberación en Metz. Por intervención personal del general De Gaulle, a quien le escribió el 24 de julio de 1945, se archivaron los expedientes en su contra. Una vez más, como en el parlamento francés, sus posturas moderadas y dialoguistas limaban demasiadas asperezas como para prescindir de él.
Tras la guerra ocupó diversas carteras ministeriales en el gobierno de Francia: ministro de Finanzas (entre junio y diciembre de 1946 y enero a noviembre de 1947), de Asuntos Exteriores (de julio de 1948 a enero de 1953) y de Justicia (desde febrero de 1955 hasta igual mes de 1956).
Una de las principales cuestiones de ese tiempo era la posición a adoptar respecto de Alemania, con la que se habían librado dos guerras mundiales en menos de cuatro décadas. Se dudaba entre ejercer un control aliado en una Alemania descentralizada de tipo confederal, o aceptar un nuevo Estado alemán. Lo que se resolviera al respecto determinaría el futuro, como los Tratados de Versalles en su tiempo. Por eso mismo, errar en la medida podía significar condenar al continente a otro conflicto de proporciones.
Es allí donde ese hombre de vida austera, modos discretos, profundo conocedor de las gentes, sobre todo de su lugar natal, pero sin cualidades como orador, un moderado dado a generar consensos antes que a plantar posturas, se revelaría como uno de los creadores de la mayor apuesta institucional y geopolítica que el mundo vería en el siglo XX: la creación de la Europa comunitaria -que trataremos próximamente-.