viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Debate sobre los riesgos ambientales, sanitarios y sociales de la instalación de factorías porcinas

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La polémica desatada por el acuerdo con China en torno a la apertura de ese tipo de establecimientos en Argentina, que tienen el fin de proveer de carne porcina al gigante asiático, generó serios cuestionamientos

La posible instalación de megafactorías de cerdos en el país despertó debates y polémicas en torno no sólo al impacto ambiental, sanitario y social que tendrían estas grandes granjas, sino que también cuestiona la conveniencia de implementar un sistema de producción intensiva con un modelo de matriz productiva basada en la explotación de los recursos naturales. A estos argumentos se les suma el incremento en el riesgo pandémico tanto para la población de cerdos como para los humanos.

La incorporación de este tipo de sistema de producción intensiva, en un país que presenta altos índices de deforestación y en un contexto de crisis hídricas recurrentes, conforma un escenario complejo, agravado por la aparición de pandemias por virus y bacterias, que coloca a Argentina en una situación de alta vulnerabilidad ambiental y sanitaria.

El debate y la polémica se desató a raíz de un memorando de entendimiento entre Argentina y China que anunciaba una posible inversión a ocho años de 200 granjas tecnificadas en nuestro país. 

Se había filtrado a los medios una noticia sobre una asociación estratégica entre ambos países, referida a la producción de carne porcina y una “inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas” para “producir nueve millones de toneladas de carne porcina de alta calidad”, lo que “le daría a China absoluta seguridad de abastecimiento durante muchos años”.

Sin embargo, la Cancillería argentina desmintió por su cuenta de Twitter que Argentina haya cerrado ese acuerdo. Lo que se firmó con el gigante asiático fue un memorando de entendimiento para crear un centro binacional de políticas para la innovación, un acuerdo rubricado por el Ministerio de Ciencia que no tiene relación alguna con la producción porcina, mencionó la Cancillería. 

No obstante, distintos sectores, entre ellos, las organizaciones ambientalistas y de defensa de los derechos de los animales, cuestionan las implicancias que tendría un acuerdo de semejante magnitud y organizaron la primera audiencia pública https://audienciaspublicas.com/ autoconvocada virtual realizada los pasados días 16 y 17, en la que participaron más de 200 disertantes, impulsada por la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones. 

“La instalación de megagranjas porcinas implicaría multiplicar 14 veces la producción actual (el total de carne porcina producida en el país en 2019 fue de 629.714 toneladas, resultante de faenar 6.854.854 animales)”, advirtió Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental (ISS) de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (FMC-UNR), uno de los autores de un informe técnico que elaboraron desde ese Instituto, junto a colegas del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (FCE-UNLP). 

En la investigación se mencionan no sólo los obvios malos olores de este tipo de megaemprendimientos sino que advierte sobre la contaminación del aire y su posible impacto en la salud humana. “Es decir, la presencia de material particulado respirable y gases tóxicos ha sido asociada a una amplia gama de afecciones respiratorias, como crisis asmáticas, rinitis, bronquitis y tos nocturna”, menciona Verzeñassi, quien es médico legalista.

El investigador agrega que la exposición a la contaminación generada por estas mega granjas puede causar desde alteraciones del estado de ánimo e imposibilidad de realizar tareas cotidianas. “Hasta puede provocar estrés ambiental relacionado a largo plazo con aumento de la tensión arterial, alteraciones de la inmunidad, dolores de cabeza y decaimiento”, describe.

Megaimpactos con altos costos

El proyecto de megafactorías porcinas supone considerables requerimientos sociales y ambientales a corto, mediano y largo plazo. “Se trata del proyecto de instalación de 25 granjas y se calcula que cada una tendría 1.500 madres, es decir que ascenderían al menos unos seis millones de cerdos anuales en Argentina”, advierte Guillermo Folguera, biólogo e investigador del Conicet.

En esta línea, Raúl Montenegro, presidente de la organización ambientalista Funam, consideró tres aspectos fundamentales para analizar el impacto ambiental y sanitario de la instalación de estas mega granjas porcinas en el país.

La primera variable es la población total porcina que podría ampliarse notablemente con la generalización de estas grandes granjas y que generarían un alto impacto ambiental.

Según una investigación publicada en la revista Journal of Cleaner Production, Caso de estudio de las granjas de cerdos. Selection of pig manure management strategies, de Makara y Kowalski, a escala mundial la población total porcina en 2018 generaba unos 1.700 millones de toneladas de heces por año.

En el caso de Argentina para 2012 ya existían 3.437.000 cabezas de cerdo, antes de los proyectos de localización de granjas porcinas, concentradas en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, según consta en una investigación sobre “Efluentes en Producción Porcina en Argentina, Generación, Impacto Ambiental y Posibles tratamientos” realizada por María Paula Vicari, como tesis de grado para la carrera de Ingeniería en Producción Agropecuaria, de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agrarias, de la Pontifica Universidad Católica Argentina. 

La segunda variable a considerar es el consumo de agua que generarían estas mega granjas de cerdos tanto para consumo de los animales como para la limpieza de las heces, de la orina y de sus camas.

“Una de las principales objeciones a la instalación de estas mega factorías es que tienen altos requerimientos de agua en un contexto de fuerte sequía en varias regiones del país”, dice Folguera

En esta línea, Andrés Zornitzer, activista por los derechos de los animales, agrega que estas 25 grandes granjas se instalarían en zonas de crisis hídricas donde hace falta 1 millón y medio de litros de agua por día por granja. “Esto significa 13.700.000 de litros de agua por año”, añade. 

Estas grandes poblaciones de cerdos, producen grandes cantidades de excretas entre heces y orina. “De hecho, la existencia de excretas requiere tareas de limpieza utilizando grandes cantidades de agua, sumado a los desperdicios y las camas utilizadas en lugares de cría en sistemas intensivos”, advierte Montenegro.

Además de los gases y eructos de los cerdos que generan gases de efectos invernadero, particularmente metano, entre otros. “Cada madre genera 150 litros de excremento por día, lo que hace un total de 16.500.000 de litros de excrementos que van a contaminar los suelos y las napas”, analiza Zornitzer.

Una tercera variable es que este tipo de producción a gran escala supone disponer de una cantidad considerable de granos, maíz y soja, que generarían una presión notable en la deforestación de bosques nativos en distintas zonas del país.

Argentina se encuentra entre los diez países del mundo donde más se deforestó en las últimas décadas. “La zona de Chaco, una de las provincias donde se instalarán varios de estos grandes emprendimientos, es la segunda región del mundo en términos porcentuales que ha sido deforestada en los últimos años”, advierte Folguera. 

El gobierno del esa provincia, encabezado por el gobernador Capitanich, ya había anunciado que entre agosto y septiembre comenzarán a exportar cerdos a Pekín. Se trata del acuerdo con la empresa de capitales chinos y argentinos Feng Tian Food para la instalación de tres complejos productivos porcinos con destino para exportación. 

La instalación de 25 granjas requiere 17 mil hectáreas de soja, es decir 425 mil hectáreas de cereal por año, lo cual implica más deforestación, agrotóxicos, monocultivo y desertificación, calcula Zornitzer.

Entre los principales cuestionamientos a la instalación de las megagranjas porcinas subyace la polémica sobre el impacto ambiental de los sistemas de producción intensivos.

En este tipo de mega emprendimientos, se utilizan los sistemas intensivos como modelo de producción, es decir un conjunto de instalaciones y prácticas para la producción de cerdos utilizando la menor área posible. En este escenario y con el sistema intensivo de producción, se realiza en una superficie mínima aún a costa de una gran inversión de capital.

En este tipo de engranaje productivo se procede al confinamiento de los animales durante toda la vida y para lograr esto se requieren instalaciones adecuadas a cada etapa del desarrollo, estricto control de las raciones proporcionadas, requiriendo conocimiento técnico especializado.

Una cuarta variable a considerar es el riesgo pandémico asociado a estas megagranjas, vinculadas con las matrices contaminantes que generan estos emprendimientos a gran escala. “Las matrices contaminantes contienen por un lado los microorganismos patógenos, por ejemplo bacterias y virus, y por otro lado, y dado las prácticas en la cría intensiva, hay que considerar también los residuos de antibióticos, residuos de hormonas, y de sustancias desparasitantes”, añade el biólogo Raúl Montenegro.

Cabe agregar que esos microorganismos patógenos que incluyen virus y baterías, pueden eventualmente, llegar a ser virus que pueden representar riesgo para los humanos, además de serlo para las poblaciones porcinos a través de procesos epidémicos que reducen notablemente las poblaciones de cría intensiva. “Es la posibilidad de que se generen formas virales que puedan representar un riesgo para los humanos y poblaciones porcinas”, agrega Montenegro. 

En la orina y la materia fecal de los cerdos además quedan restos de funguicidas, antivirales que se utilizan en la producción. “El riesgo pandémico y la resistencia bacteriana, es uno de los grandes problemas a nivel global que este proyecto la intensificaría”, considera Folguera.

La resistencia a los antimicrobianos reduce las posibilidades de tratar infecciones y se convirtió en una amenaza a escala mundial. En Argentina, su consumo es notable y los especialistas destacan la necesidad de un trabajo en conjunto entre la población y los profesionales de la salud humana y animal para revertir la situación.

“El 80% de los antibióticos en el mundo se usan en la cría de animales, para la producción masiva de pollos, cerdos y peces”, dijo Mirta Roses, ex directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), durante una de las charlas en el Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (ADI). El problema de la resistencia antimicrobiana en la salud humana y animal se está investigando a través de la Coordinación de Uso Apropiado de Antimicrobianos (CoNACra). 

Es evidente que China busca nuevos territorios para producir carne de cerdo, pues cabe recordar que en 2018 se produjo una gripe porcina en 2018 en la cual tuvieron que enterrar 300 millones de cerdos vivos. “El otro motivo de esta intención del gigante asiático es económico, porque generar carne de cerdo en China, cuesta dos dólares el kilo mientras que en Argentina sale 60 centavos de dólar”, señala Zornitzer.

Si bien no está probado aún que el Covid 19 provenga del murciélago de Wuhan la FAO advierte que todas las pandemias son enfermedades zoonóticas que provienen por hacinamiento, excrementos, hormonas y antibióticos, pueden generar mutaciones en los virus, y los vuelve resistentes y de los animales pueden pasar de los animales a los humanos. “Es decir estamos exportando futuras pandemias”, alerta Zornitzer.

Eutroficación cultural y contaminación

Una quinta variable a tener en cuenta son los impactos de estas matrices contaminantes que producen contaminación del aire, suelo y agua. El grado de contaminación varía en función al tamaño de la explotación porcina. “En el caso de aguas superficiales, pueden aumentar la eutroficación cultural, es decir cuando en una masa de agua se le agrega un exceso de fósforo y nitrógeno”, describe el biólogo cordobés.

En el caso de las megagranjas porcinas, el exceso de fósforo y nitrógeno, están asociados a los residuos podrían llegar a los cursos de agua, donde pueden generar eutroficación cultural. Habría que mencionar también los gases de efecto invernadero (GEI) que genera la producción porcina a gran escala si te tienen en cuenta que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda de Naciones Unidas para 2030 es reducir en forma notable estos gases contaminantes a través de la mitigación o de la inclusión de otras formas de producción menos nocivas para el ambiente.

En sexto lugar hay que considerar la variable social, se trata de proyectos altamente concentrados que tienden a incidir en los pequeños productores porcinos del área y el impacto en la apicultura y el turismo. “Por supuesto, el impacto en la cuestión demográfica, estas factorías generan expulsiones de poblaciones en espacios colindantes a las industrias porcinas del campo hacia las grandes urbes”, aclara Folguera.

Mientras en el norte del país, norte de Córdoba, provincia de Buenos Aires, hay personas con problemas de acceso a alimentación, ¿se van a destinar cuatro millones de toneladas de maíz, a alimentar cerdos, para generar 900 mil toneladas de carne porcina? “Cada madre consume 12 toneladas por año de cereal para obtener 25 cerdos que son unos 2.500 kilos de carne”, afirma Zornitzer.

Con relación a las fuentes de trabajo que generarían estas granjas, los empleos son de baja calidad, mal pagos, con remuneraciones bajas, que tienen alta rotación y posibilidad de accidentes y enfermedades respiratorias, alergias y asmas y enfermedades auditivas, valora el activista.

Un tema no menor son las condiciones de hacinamiento de los animales en estas mega granjas. “Las cerdas son preñadas artificialmente tres veces al año, pasan 114 días encerradas en jaulas sin poder moverse y 25 días de amamantamiento acostadas inmóviles sobre sus propios excrementos, aplastando sus propios lechones. Sus crías son castradas y se les arrancan los dientes sin anestesia, pasan cinco meses en un corral de engorde antes de concurrir al matadero que serán aturdidas con descargas eléctricas o asfixiadas con monóxido de carbono, con una pistola neumática en la cabeza para ser colgadas boca abajo, para luego ser degolladas”, describe Zornitzer. En estas grandes granjas, es habitual que los cerdos desarrollen zoochosis, un tipo de psicosis por encierro. También morderán barrotes, se golpearán la cabeza, realizando movimientos automáticos y estereotipados”, añade el activista, denunciando el especismo existente en este tipo de emprendimientos.

Por su parte, Federico Kopta, presidente del Foro Ambiental Córdoba, considera que esta iniciativa amplifica el modelo extractivista de producción agrícola con base en agrotóxicos para alimentar a los cerdos de estas megagranjas. “El desafío es virar hacia otros modelos de producción. Hay muy poca gente que trabaja en los frigoríficos con las crías, es insignificante en relación a otros modelos de producción extensivos más soberanos y más cercanos a la población rural”, dimensiona Kopta. 

Los animales como sujetos de derecho

Damián Bendersky, activista por los derechos de los animales, consideró que los animales son sujetos de derecho y que deben ser considerados como personas no humanas y no como cosas.

En 2012 se realizó la Declaración de Cambridge, impulsada por los principales neurocientíficos de las más renombradas universidades y en presencia de Stephen Hawking. En este documento se declaró que los animales no humanos tienen conciencia de forma equivalente a la del ser humano. “Como respuesta a esta declaración del campo de la ciencia, en el año 2019 se realizó desde el campo del derecho la Declaración de Toulon afirmando que los demás animales deben ser considerados universalmente y jurídicamente como personas, manifestando la urgencia de terminar el predominio de su cosificación”, detalla Damián Bendersky.

En esta línea Bendersky reflexionó sobre la necesidad de no usar a los animales para ningún propósito. “Ni para alimentación, ni vestimenta, ni transporte, ni entretenimiento, ni experimentación. Y precisamente el dejar de usarlos es lo que exigimos; cada animal es alguien a quien no tenemos el derecho de usar ni cosificar”, describe.

Consultado sobre las implicancias del acuerdo porcino con China, agregó que desde su perspectiva, representa la perpetuación de uno de los usos animales: su reproducción y explotación para la alimentación humana. “Gran parte del rechazo expresado a este acuerdo es por sus “900.000 toneladas anuales de carne de cerdo” y todas las desastrosas consecuencias medioambientales y sanitarias que semejante producción conlleva. Este acuerdo y todo el ruido que generó puede también ser una valiosa oportunidad para empezar a ver la realidad de nuestro consumo tal cual es. Es decir dejar de mirar a un costado perpetuando sistemas opresivos basados en meras costumbres, y empezar a tomar posturas éticas basadas en la justicia y el respeto. Y ese respeto debe incluir a los demás animales”, sostiene Bendersky.

Riesgo Pandémico

Desde su perspectiva, Andrés Zornitzer, sostiene que la instalación de granjas porcinas en nuestro país va a agudizar esa situación del avance del monocultivo de la soja y a enfrentarnos a nuevos peligros y potenciales pandemias.

La actual pandemia por covid-19 que tiene en vilo a toda la humanidad está estrechamente vinculada a cuestiones socio ambientales y productivas, que están invisibilizadas. Al igual que ocurrió con el ébola, la gripe aviar y la porcina, el SARS y otras zoonosis. “Se trata de un virus que emergió por alguna de estas causas: hacinar animales para su cría industrial y/o su venta, y desintegrar ecosistemas acercando a las especies entre sí”, agrega Zornitzer.

En los criaderos industriales los animales son sometidos a aplicaciones de una cantidad de antibióticos y antivirales para prevenir las enfermedades y engordarlos rápidamente. De esta manera los centros industriales se convierten en un caldo de cultivo de virus y bacterias resistentes. Consecuentemente hay que tomar medidas como el confinamiento de una gran parte de la población mundial o la matanza de miles de millones de animales. 

Dos años atrás, China sufrió un fuerte brote de Gripe Porcina Africana (PPA). Este virus -G4 EA H1N1-, altamente contagioso, afecta a los cerdos alterando de muchas formas su vitalidad. “Para evitar su propagación en ese país, se estima que se habrían sacrificado aproximadamente entre 180 y 250 millones de cerdos, lo que disminuyó la producción entre un 20% y 50 %”, grafica Zornitzer.

Hace poco tiempo, la revista científica PNAS publicó un artículo sobre el potencial pandémico actual de la Peste Porcina, y su peligrosidad fue advertida también por la Organización Mundial de la Salud: el G4 EA H1N1 podría mutar y resultar infeccioso para los humanos. “Erradicar la Peste Porcina y a la vez garantizar a su población el consumo de esa carne es una preocupación para China”, considera Zornitzer.

Para dimensionar la magnitud de lo que significan 9 millones de toneladas de carne tengamos en cuenta que éstas representan 14 veces el total de lo producido por el país en todo el 2019. “No podemos aceptar que en nombre de la reactivación económica o en el altar de las exportaciones, nuestro país se convierta en una factoría de cerdos para China (o para quien sea)”, fustiga el activista.

Desde su perspectiva el acuerdo con China ubica a nuestro país lejos de la tan ansiada soberanía alimentaria. “Nuestras tierras ahora no sólo estarán ocupadas por los granos transgénicos que se exportan para alimentar animales, sino también por los galpones que encierran a esos animales, que luego terminan exportándose, mientras la producción alimentaria local, de economías regionales y producción de alimentos sanos, sigue marginalizándose”, compara.

Comentarios 1

  1. Eduardo says:

    CÓMO SIEMPRE ,NO TODO ES BLANCO Y NEGRO, HAY MUCHOS MATICES DE GRISES. En realidad , las heces de los cerdos ya están siendo aprovechadas para generar electricidad en Argentina, contamos con la tecnología y el know how para hacerlo, claramente esos animales consumirán agua, y es posible que deba ser potabilizada porque no tolerarían el arsénico de la mayor parte de nuestra llanura pampeana en las napas subterráneas… Lo peor es que repetiríamos el modelo del siglo XIX-XX de frigoríficos extranjeros exportando nuestra producción(los ingleses) , sería distinto que empresas 100% argentinas le exporten a China , muy distinto,. creo que ese es el peor aspecto de este proyecto

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