Por Roberto Fermín Bertossi (*)
Mediante la articulación de bancos de alimentos con centros verdes municipales y programas de capacitación específicos se podrían ofrecer respuestas de salvaguarda y promoción a muchas de las familias más golpeadas por el coronavirus, primordialmente, creando conciencia de que no se desperdicien alimentos ni sobrantes reutilizables cuando ya son demasiados los niños que pasan hambre.
“No podemos darnos el lujo de despreciar lo que sobra. Estamos viviendo una cultura del descarte en la que fácilmente hacemos sobrar no sólo cosas sino personas” (papa Francisco).
Prever y activar una estructura de contención para muchas de esas familias hace puntualmente al proyecto universitario: “Cerrando el círculo: la cadena de valor del reciclaje en la ciudad de Córdoba y el rol de los recicladores de base”, un proyecto de índole social e impacto comunitario.
Los recicladores en cuestión vienen trabajando con la Federación de Cartoneros y la Municipalidad tejiendo vínculos con el Ministerio de Equidad y de Economía Social, tratando de conjugar política pública provincial y municipal en función de conseguir la aplicación de un Programa de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto, sustentable en el tiempo.
Se trata de una iniciativa del Programa “Puntos de Extensión”, desarrollado conjuntamente entre las facultades de Derecho y de Ciencias Económicas, que analiza las cadenas de valor de residuos sólidos reciclables gestionados por una cooperativa, “La Victoria”, para aportar una herramienta que les permita mejorar su estrategia de reutilización y comercialización; proposición impulsada por la Universidad Nacional de Córdoba que debe y puede encontrar auspicios concretos en materia de promoción, asesoramiento y financiamiento conforme las finalidades específicas del artículo 1°, ley 23427/86 (Fondo para Educación y Promoción Cooperativa).
Este proyecto trabaja con recuperadores urbanos del asentamiento La Favela, situado en el barrio periférico cordobés Villa Urquiza, e involucra a diferentes actores y referentes de la comunidad para visibilizar a tal población en tanto sujeto activo de la economía circular, un subsistema económico que se manifiesta mediante otros modos de aprovechamiento de recursos, en los que prima la reducción, la reutilización y el reciclaje, por encima del producir, usar y tirar.
Tal proyecto analiza las cadenas de valor con el fin de aportar una herramienta que les permita mejorar y ampliar sus estrategias de recolección, acopio, valor agregado, reaprovechamiento e intercambios, con impactos sobresalientes: 1) Revalorizar un trabajo ecológico necesario; 2) lograr una producción creativa que fraterniza y dignifica a cada reciclador al revertir sus fragilidades y vulnerabilidades con concordia ambiental; 3) superar paulatinamente injustas humillaciones e indigencias que suelen ultrajarles de manera irremontable.
Millones de personas en Latinoamérica se dedican al reciclaje de manera informal -una labor clave en un continente que apenas reutiliza 10% de la basura que genera-, recicladores que el covid-19 ha puesto “contra las cuerdas”.
Esta circularidad va mucho más allá del reciclaje de residuos ya que una economía circular y cooperativa implica utilizar las materias primas de manera más inteligente y cuidadosa, evitando desperdicio y contaminación. Según un apotegma del pontífice argentino: “Con el alimento que se tira se puede dar de comer a toda la gente hambrienta del mundo”.
Por último, se trata de una bioeconomía con neutralidad climática, desde la solidaridad intergeneracional e interdependencia de la vida.
(*) Experto de la Coneau en cooperativismo