Por Diego Lo Tártaro
La grandeza de los hombres se advierte ante la adversidad y la forma como la enfrentan.
Bien sabemos que todo tiene costos pero quien sabe administrar los evalúa y busca optimizar los beneficios. Éste es el caso del general Manuel Belgrano y es aquí donde su figura alcanza grados épicos que eternizan su nombre.
Belgrano estudió leyes en la Universidad de Salamanca, la más antigua y prestigiosa de España.
Debe destacarse que en ese entonces, en esa universidad la economía era una ciencia que formaba parte de los planes de estudios de quienes cursaban la carrera de Leyes.
Continuó Belgrano sus estudios en Valladolid, donde se graduó primero de bachiller y luego de abogado, y posteriormente se trasladó a Madrid donde residía su cuñado José María Calderón de la Barca.
Allí frecuentaba la Academia de Santa Bárbara, donde se interesó en los estudios de Derecho Público y de Economía Política, materia esta última en que se especializó.
Fue asiduo lector tanto de los economistas españoles como de los extranjeros. Sus traducciones de destacados economistas, al igual que sus trabajos y estudios sobre economía, fueron el motivo por el que la Corona lo designó luego primero y único secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires.
El consulado funcionaba como un tribunal comercial y de fomento de la economía. En él Belgrano desarrolló una actividad que marcaría y definiría rumbos en el pensamiento y la acción futura de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por ello se lo considera el primer economista argentino.
Pero pasemos al propósito de esta nota, no vamos a extendernos en toda la actividad desplegada por Belgrano hasta 1812, cuando se encontraba al frente del Ejército del Norte. Pero sí vamos a centrarnos en una conducta muy puntual y singular que nos permite observar cómo entendía y procedía en cuanto a la interrelación de los hechos militares, políticos y económicos.
El 24 de septiembre de 1812 se produjo la Batalla de Tucumán, en la que el ejército patriota al mando del general Belgrano derrotó al español que comandaba Pío Tristán -éste, nacido en Arequipa, Perú, y primo del brigadier José Manuel de Goyeneche, quien ocupaba Cochabamba-.
Los españoles contaban con más de 3.000 hombres y Belgrano con sólo alrededor de 1.500.
Si bien la batalla fue confusa, la valentía y el coraje sumados a la habilidad de cómo se condujeron Belgrano y sus hombres permitieron derrotar a los españoles. Éstos reconocieron el resultado pero no se rindieron y se retiraron a Salta.
De esta forma se consolidó la suerte de la revolución.
Es de destacar que Belgrano desestimó las órdenes que le había impartido el gobierno de Buenos Aires y gracias a su proceder detuvo el avance arrollador que desplegaba el ejército realista. Consolidó así la posición patriota estratégicamente y moralmente.
De esta forma, facilitó y permitió que luego el ejército del general Martín Miguel de Güemes pudiera llevar a cabo su exitosa guerra de guerrillas.
El hecho que queremos destacar es que luego de este triunfo, Belgrano, mediante la carta inédita que hoy publicamos, instruyó al intendente de su ejército a devolver caballadas a los hacendados del campo con el objeto de generar el “orden y la economía”.
Es decir, luego de la batalla, Belgrano privilegió la incidencia de la economía por sobre otros intereses, al devolver caballos tan necesarios para su ejército. No obstante, comprendía perfectamente la importancia que eso significaba para la continuidad normal de la producción y el trabajo en momentos de crisis y guerra como el que se estaban viviendo.
Hoy, nosotros, por motivos diferentes, también estamos viviendo tiempos de crisis.
El proceder de Belgrano entonces debería llamarnos a la reflexión y sacar conclusiones y enseñanzas de cómo proceder en la coyuntura que atravesamos.
Pasamos a transcribir la carta inédita, original y de puño y letra del general Manuel Belgrano:
“Con el importante objeto de establecer el orden y la economía en el recojo conservación, reparto y devolución de las caballadas destinadas al servicio del ejército a mi mando, y para evitar los perjuicios que suelen inferir a los hacendados del campo y que repercuten en detrimento de todo el cuadro, e nombrado encargado de ello al capitán Don Hipólito Videla para proceder según el tenor de la adjunta instrucción. Y dirijo a usted a fin de que sirva circular a todos los jueces de los partidos provinciales y deberán firmarla públicamente cerca de las iglesias parroquiales y leerlas en forma de bando en voz alta en dos domingos consecutivos y que llegue a noticia de todos los habitantes de la campaña.
S. M. de Tucumán, 16 de octubre de 1812
Dios guarde a Ud.”