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Los emigrantes centroamericanos y su rol en las débiles economías de sus países de origen

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Los tres países del llamado “Triángulo Norte de América Central”, Honduras, Guatemala y El Salvador, están atravesados, con matices, por idénticos cuadros socioeconómicos, algunas de las más altas cifras de violencia del mundo y una marcada corrupción en sus capas gobernantes, un cóctel que pone a las tres naciones entre las de peores índices de calidad de vida del mundo.

Con esa descripción parece sencillo bucear en las razones por las que miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños procuran cada año emigrar, especialmente a Estados Unidos: la búsqueda de otro horizonte económico y la huída de la inseguridad, más la chance, en algunos casos, de un reencuentro familiar.

El Consejo de Relaciones Exteriores (RFC, en inglés), un centro de pensamiento que analiza la política exterior de Estados Unidos, agrega otro fundamento que impulsa la migración: la mayoría de las personas en el Triángulo Norte es empleada en el sector informal, lo que impide que tengan protección social y seguros.

Un dato importante es que para quienes se quedan en sus países de origen, las remesas que cada mes envían los que lograron llegar a Estados Unidos se convierten en una suerte de “salvavidas” y, en no pocos casos, en el único ingreso para sobrevivir.

Esos envíos de dinero resultan claves para el comercio interno, por lo que los flujos migratorios terminan siendo funcionales a estructuras económicas tan débiles.

Según el relevamiento del CFR, en el Triángulo Norte un capítulo aparte -aunque con idéntica problemática a la general- es el relativo a los menores de edad: según Unicef, 44% de los niños de El Salvador, 68% de Guatemala y 74% de Honduras viven en la pobreza y es habitual que las familias pidan préstamos para “financiar” su migración irregular a Estados Unidos, dejándolas en una situación financiera aún más precaria cuando los niños y adolescentes son detenidos y devueltos sin dinero.

Los números son abrumadores: 68.409 niños y niñas migrantes fueron detenidos/as en México entre 2016 y abril de 2018, y 91% de ellos/as fueron deportados nuevamente a Centroamérica.

Además, a los factores que empujan al escape se debe sumar en los últimos años el paso habitual de huracanes que, junto a la pandemia de covid-19, hizo de la zona un territorio de innumerables carencias.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que, entre los tres países, cerca de 10 millones de personas (30% por ciento de la población de esas naciones) necesitan asistencia alimentaria. Así lo expresó el subsecretario General para Asuntos Humanitarios de la ONU, Mark Lowcock.

Por su parte, el director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos del organismo internacional, David Beasley, advirtió de que sólo en la región centroamericana el número de personas que “avanza literalmente hacia la hambruna” se ha cuadriplicado de 2 a 8 millones.

En este contexto, el análisis de las remesas de dinero que los emigrantes envían a sus respectivos países adquiere una nueva connotación e importancia.

Guatemala

En ese país, una frase se volvió un lugar común; la usa un periodista del diario Prensa Libre: “Lo que más exporta Guatemala es gente”; se calcula que 7% de la población del país. Esto es, 1.250.000 ciudadanos. Las razones también se explican con números: el PBI per cápita en 2019 fue de 4.680 dólares, lo que ubica a Guatemala en el puesto 110 de la tabla mundial. Según ese parámetro, los guatemaltecos tienen un nivel de vida muy bajo. A eso se agrega el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora la ONU, que también indicó una mala calidad de vida para esos ciudadanos.

Un informe de la Cepal agregó que 21,8% de los guatemaltecos vivía en la pobreza extrema y 59,9%, en la pobreza, a fines de 2020.

Paralelamente, las remesas muestran en 2021 que se está produciendo un crecimiento importante en el monto, y que marzo fue un mes de récord histórico, según datos del Banco Central de ese país: 1.285 millones de dólares cruzaron la frontera, 71% más que en marzo del 2020. En los tres meses ya terminados del año, el monto sube a 3.135 millones, una cifra enorme si se la compara, por ejemplo, con los 3.000 millones de todo 2005. Entra al país tanto dinero enviado por familias desde el exterior como por exportaciones.

Honduras

En 2019, el PBI per cápita de Honduras fue de 2.743 dólares, cifra que pone a ese país en los últimos lugares de la tabla mundial, 141, y expresa el bajísimo nivel de vida de sus habitantes. También lo refleja el IDH de la ONU que mide el progreso de los países.

A la pobreza y la falta de posibilidades, el país suma además una de las peores tasas de violencia del mundo. Sólo este año, San Pedro Sula y Tegucigalpa salieron de los primeros lugares de la tabla de ciudades con más homicidios por cantidad de habitantes, ranking tenebroso que San Pedro Sula encabezó hasta 2014.

Los números de la pobreza en el país también son demoledores. Según el Sistema de Integración Centroamericano (Sica), 48,3% de los más de 9,2 millones de hondureños vive bajo el umbral de la pobreza y 22,9%, en pobreza extrema.

Al cierre de 2020, las remesas enviadas a ese país sumaron 5.736,6 millones de dólares, frente a 5.522 millones del año anterior, una suba de 214,6 millones, según un informe del Banco Central de Honduras. Más de 93% de ese monto vino de Estados Unidos.

Fuera de Honduras hay algo más de 800.000 ciudadanos, según la ONU, y 81,9% está radicado en Estados Unidos.

El Salvador

El mayor número de salvadoreños fuera del país está, claro, en Estados Unidos, donde representan la tercera comunidad hispana después de la mexicana y la portorriqueña. Según la ONU, El Salvador tiene 1.600.739 emigrantes, que corresponde al altísimo porcentaje de 24,8% de su población. De todos los que se van, 89,28% lo hace a Estados Unidos y un porcentaje menor a Canadá.

En 2019, el PBI per cápita en el país más pequeño de América Central fue de 4.504 dólares y eso lo situó en el puesto 113 del mundo, con un bajísimo nivel de vida.

Aun así, el Banco Mundial destacó en un informe de octubre de 2020 que El Salvador había reducido su índice de pobreza de 39% a 29% en la última década y que la pobreza extrema bajó de 15% a 8,5%.

Sus remesas de 2020 también fueron récord: según el Banco Central de Reserva, el año pasado el país recibió 5.918,6 millones de dólares, 269,7 millones más que en 2019. 

En relación con el PBI, las remesas representan alrededor de 23%.

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