lunes 25, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Urbanismo después de la cuarentena

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Por Roberto Ferraris *

Me preguntaron qué creo que pasará después de esta prolongada cuarentena. Difícil anticiparlo cuando parece que la transitamos bastante a ciegas y sin un pronóstico preciso. Lo que sí sabemos es que algo importante está cambiando en el mundo. Hace un tiempo que Yuval Noah Harari, Bill Gates y Andrés Oppenheimer anticipaban en sus ensayos y conferencias que el futuro del planeta se iba a parecer bastante a lo que estamos viviendo hoy. No creo que pensaran que sucedería tan pronto ni por estas razones, pero imaginaban un mundo donde las relaciones interpersonales, el intercambio comercial, las prestaciones de salud y educación tendrían un cambio fundamental, con la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías jugando un rol determinante. Predecían que muchos empleos desaparecerían o cambiarían definitivamente.

La cuarentena por el covid-19 precipitó los procesos que se estaban dando naturalmente por los avances de la ciencia y las nuevas tecnologías. El confinamiento forzado nos obligó a buscar soluciones en forma acelerada. Se cerraron locales comerciales, se cancelaron los espectáculos públicos, se impidió el ingreso a los espacios de recreación. Comenzamos a comprar alimentos y medicamentos por despacho a domicilio, nos suscribimos a canales de televisión y cable para ver películas, conciertos y noticias. Empezamos a hacer consultas virtuales con los médicos y dar clases en línea sin conocer personalmente a nuestros alumnos. Todo cambió de un día para el otro y no terminamos de entender o asimilar porqué.

Muchos estamos sorprendidos, viviendo un día a día, sin posibilidad de hacer pronósticos más allá de mañana que, como ayer, suponemos que será igual a hoy…

Lo único que parece estar claro es que debemos prepararnos para un mundo distinto. Nada puede ser igual después de una parálisis global como la que estamos viviendo. La sociedad está cambiando rápidamente.

No nos abrazamos ni nos tocamos, nos mantenemos alejados, no podemos reunirnos, celebramos virtualmente con plataformas que estamos aprendiendo a usar. Nuestro celular ha pasado a ser el nexo con el mundo con el que compramos, leemos, nos entretenemos, sacamos fotos, estudiamos y por supuesto, de vez en cuando, también nos comunicamos…

Hace varios años Bill Gates anticipó que las autopistas pasarían a ser estructuras obsoletas, ya que no habría miles de autos trasladando gente al trabajo y de vuelta a casa. Quedarían vacíos los edificios de oficinas, porque sus empleados trabajarían desde sus casas. También desaparecerían los hipermercados y muchos locales comerciales, porque las compras se harían por Internet. Decía Gates que muchas relaciones personales, de todo tipo, sucederían virtualmente y los autos se usarían más para pasear que para trabajar. El turismo podría transformarse en la gran industria del futuro. Lo asombroso es que este presagio ya se está cumpliendo, en parte.

No podría imaginar, como urbanista, cambios a partir de una pandemia, que es algo coyuntural. Pero sí por los grandes avances tecnológicos que seguirán, con prisa y sin pausa, modificando nuestras vidas. Puedo vislumbrar ciudades más silenciosas, con menos vehículos circulando, con más peatones y ciclistas paseando en veredas más anchas y calles más estrechas. Con transportes públicos, ecológicos y más pequeños, para trasladar a pocas personas. Imagino drones cruzando el cielo trasladando a domicilio mercaderías o controlando la seguridad urbana. Ciudades más iluminadas por la noche y cielos más diáfanos, menos contaminados. Las casas serán otra vez nuestro centro, nuestro refugio, diseñadas para disfrutarlas por más horas al día. Las familias, posiblemente menos numerosas, tendrán más contacto entre sí, con más tiempo para compartir. Los edificios de oficinas se demolerían o se transformarían en hoteles para una creciente demanda turística o en viviendas para quienes quieran estar cerca de los centros urbanos. Las grandes autopistas también desaparecerían o serían convertidas en plazas o parques en altura. Si la educación continuará siendo virtual, es probable que Córdoba sufriera un fuerte impacto inmobiliario al quedar sin la decena de miles de estudiantes universitarios de otras localidades, con la consiguiente trasformación urbana de barrios socialmente activos como Nueva Córdoba.

Hoy la sociedad está siendo golpeada por una crisis, pero, como de las anteriores, podremos levantarnos habiendo conciliado tecnología y cultura. Soy optimista porque sé que la capacidad del hombre no tiene límites y está siendo puesta a prueba una vez más.


*   Arquitecto. Investigador y profesor titular de Morfología Urbana. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño – Universidad Nacional de Córdoba

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