Por Salvador Treber
Argentina y sus alrededor de 45 millones de habitantes deben avanzar en el área del conocimiento por medio de adelantos tecnológicos y científicos para alcanzar una sólida proyección internacional y acceder con éxito a la economía mundial.
Para distinguirse en los ámbitos que sólo logran destacarse internacionalmente los países más desarrollados, requiere que se introduzcan en la gestión productiva los más recientes adelantos en los campos de la investigación aplicada y la gestión conductiva, asumiendo el máximo nivel posible que permita competir y conquistar un sólido mercado para la colocación de sus productos. Nuestro país, antes del año 1930 logró convertirse en la séptima economía del mundo; lugar que perdió por varios factores concurrentes. Un quinquenio atrás ocupaba el rango 21º dentro del colectivo de 208 países que coexisten en nuestro planeta.
Los indispensables flujos de inversión permanentemente actualizados y la capacidad creativa son los principales factores de que los respectivos empresarios deben munirse sin demora para que todos los aportes científico-técnicos operen en el mayor nivel de calidad y al par logren hacerlo en niveles adecuados de costos. La constante evaluación operativa debe converger, tratando de elegir los más avanzados modelos de gestión y la disposición de suficientes recursos; los cuales se convierten en condicionantes decisivos. Las empresas, sean ellas públicas o privadas, requieren coordinar con sus gobiernos las respectivas metas, objetivos y vías de captación de nuevos mercados.
Las mayores empresas mundiales han bajado sus niveles de inversión y actualmente se estima disponen en conjunto de capitales que superan 33 billones de dólares; pese a que en los últimos años se desactivó notoriamente el ritmo de crecimiento y, por consiguiente también los acostumbrados flujo de inversión. Cabe recordar que en el año 2016 el Banco Mundial hizo conocer un trabajo de investigación que evaluó en forma comparativa las economías globales y sus respectivas empresas para evaluar correctamente el rol que cada sector ha asumido. De allí surgió que de las 100 mayores, 69 de capital privado y 31 estaduales, juegan un rol decisivo en los procesos de producción y comercialización.
Según lo subrayan en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Unión Europa es considerada como un solo bloque donde la inversión asciende a US$11,7 billones que, si se restan las localizadas en el Reino Unido debido al brexit, se reducen a 9,8 billones. Elaborando un cálculo semejante aunque por países, surge que Estados Unidos aparece holgadamente en la cima pues las mismas ascienden US$7,8 billones siendo su principal fuente de recursos a tal efecto la reinversión de utilidades. China, incluyendo Hong Kong, aparece en segundo lugar y en este caso el 62% del total que asciende a US$3,6 billones corresponden al sector privado y el 38% restante de los emprendimientos son concretados con decisiva participación estatal.
La situación y el liderazgo ecuménico
El citado trabajo del Banco Mundial, constató que de las 200 mayores empresas que operan a nivel mundial, 153 son privadas y sólo 47 entidades públicas. Dado que la principal fuente de recursos para las primeras es la reinversión de utilidades, ello implica que el desarrollo productivo de Estados Unidos y Europa, tanto Occidental como Central, en Asia Menor además de varios países situados en la cuenca del Océano Índico, proveen al mercado en una proporción equivalente a 64,3% del total general.
En las últimas dos décadas han surgido como serias competidoras empresas chinas privadas y públicas que vienen creciendo de forma acelerada, a tal punto que dentro de las 500 más importantes ya se han colocado en el segundo lugar y si, como se supone, siguen expandiendo su actividad a semejante ritmo, en poco más de un quinquenio superarán al actual país líder. Debe tenerse muy presente que en esta virtual “carrera” las referidas empresas se han instalado en todos los continentes. Ello demuestra palmariamente que no constituyen un serio inconveniente las distancias que medían entre las respectivas casas centrales y sus diversos asentamientos.
La presencia de las firmas de origen chino son mucho más recientes pues no datan de más de 25 años atrás, comparadas con las norteamericanas cuya presencia internacional se viene manifestando en forma creciente desde no menos de la década de los años 50 del siglo pasado; luego de desplazar del sitial de liderazgo al Reino Unido, que actualmente se ubica en muy modesto décimo lugar entre las principales economías del mundo. Pero semejante retroceso relativo afecta, en diversa medida a todas las economías europeas; ello explica que sólo Alemania aparezca en el quinto lugar detrás de Estados Unidos, China, Japón e India.
Entre las 500 empresas especializadas más importantes del mundo, 26 son estadounidenses, las chinas ya llegan a 120 y tras ellas aparecen 52 japonesas, 32 alemanas, 28 francesas, 21 británicas, 16 de Corea del Sur, 15 holandesas, 14 suizas y 12 canadienses. Las que se caracterizan por operar simultáneamente en una importante cantidad de países, no dejan de tener especial relevancia en su país de origen pues, virtualmente, en todos los casos concretan allí 65% del total.
La influencia en el comercio internacional
Debe tenerse muy en cuenta que dichas empresas son la que también tienen a su cargo alrededor de 55% del total de exportaciones concretadas en el mundo y registran nada menos que 23% del personal a partir de la última década del siglo anterior.
En cuanto al rol de Argentina en dicho escenario, se caracteriza por la carencia de empresas de origen nacional en dichas especialidades. Figuran como argentinas apenas nueve cada 100 multinacionales latinoamericanas que operan en el mercado internacional por alrededor US$40 mil millones, según lo informan los técnicos de la OCDE. Es notoriamente inferior a Brasil e incluso que en Chile y una serie países correspondientes al área latinoamericana.
Las que se han instalado en Brasil han realizado inversiones nueve veces mayores que las concretadas en el nuestro para atender actividades similares, las de México operan por alrededor de cinco veces más, tres veces en el caso de las chilenas y hasta las colombianas nos superan en 40%. Fuera del continente americano se pueden citar a Turquía, Sudáfrica, Indonesia, Tailandia y Malasia entre otros varios países que en dichas especialidades nos superan con cierta amplitud. Por algo entre las mil empresas más grandes del planeta, no figura ninguna argentina. Ello hace suponer que en todos antes referidos han logrado implementar mejor que en el nuestro actividades tanto productivas como comerciales en diversas áreas y con bastante mayor alcance.
Dado que el grado de progreso económico-financiero de los países está indisolublemente ligado a los niveles de capacidad empresarial y de especialización logrados por sus respectivas dotaciones del personal, mientras no se ponga el acento en todas esas facetas se avanzará muy poco; razón por la cual la actividad del Estado en esa mira no puede ser demorada más. Por el contrario, se torna imprescindible tomar en cuenta que para lograr la tan ansiada e indispensable superación de la gestión empresarial en conjunción con el Estado, debe llevarse adelante dotándola de seguras y selectivas selecciones de innovaciones tecnológicas que ya existan y también las que se siguen incorporando que puedan coadyuvar a optimizar el proceso productivo.
La problemática argentina
En nuestro caso, debido al retraso relativo que existe en las más importantes áreas antes referidas urge que se trate de corregir sin demora la insuficiente calidad que prima en las empresas, tanto privadas como públicas. Los procesos de creación, calificación y adecuada formación del personal así como la minuciosa selección de proveedores están ligados; obviamente ello requiere un alto grado de coordinación al par de una gestión que apunte a alentar la demanda de los integrantes del mercado externo e interno. Debe insistirse al respecto en la necesidad de ampliar constantemente el radio de acción.
No existe país alguno que haya logrado avanzar en las condiciones de vida y productivas de su población si no lo hacen sus empresas. Tampoco es posible progresar sin conquistar compradores externos para la colocación de los productos nacionales y también es esencial que se comprenda que operar en el mundo actual no es posible sin lograr previamente un buen nivel de progreso científico-técnico para ser competitivos. Paralelamente debe aspirarse a acceder a mercados exteriores con buen nivel de ingresos y cuyos habitantes estén habituados a seleccionar en función de la calidad sus respectivas demandas.
El mercado internacional es un ámbito esencial que coadyuva a lograr prevalencia económica y estratégica. Los flujos de inversión combinados con la introducción de los sucesivos avances tecnológicos operan como automáticos selectores en materia de calidad y como factores de competencia. Ello de por sí explica las causas por la cuales los gobiernos de los países líderes se preocupan por habilitar ámbitos universitarios y técnicos, incluso proveyéndoles de recursos para impulsar al máximo dichas actividades.
Las referidas empresas constituyen fuentes de progreso que encuentran adecuados apoyos en la disposición de capitales con que logre asegurar el adecuado equipamiento, una dirección técnica actualizada y operarios bien entrenados. La operatoria requiere que haga posible la presencia activa en todo el planeta debe permitir siempre cumplimentar las metas prefijadas en tiempo y forma. Habitualmente los empresarios concentran su atención en el logro de buena rentabilidad y ceden a los funcionarios gubernamentales no sólo coordinar sino conducir los escenarios de producción; por lo cual éstos deben estar adecuadamente entrenados.