Incógnitas que abre el futuro en un país que es paraíso fiscal y sede de gran cantidad de empresas offshore. El desafío de reducir la desigualdad y la pobreza e integrarse con el mundo
Por Gonzalo Fiore
Especial para Comercio y Justicia
Luego de las elecciones presidenciales en El Salvador el 3 de febrero pasado, el pasado día 5 se celebraron comicios para elegir presidente en otro país de la región. Esta vez fue el turno de Panamá. Después de dos semanas de idas y venidas, finalmente, fue proclamado de manera oficial por la Junta Electoral el nuevo presidente electo.
Laurentino “Nico” Cortizo, un empresario ganadero del Partido Revolucionario Democrático (PRD), opositor al gobierno actual, ganó en las urnas por una ajustada diferencia cercana a los tres puntos porcentuales, en una elección en la que participó 73% del padrón.
El PRD es una formación política de centro izquierda, miembro de la Internacional Socialista, con definiciones a favor de la redistribución del ingreso entre los sectores menos favorecidos de la sociedad panameña, y partidaria de la integración latinoamericana.
El PRD, surgido en 1979, además, reivindica la figura del histórico líder panameño Omar Torrijos. Por lo que la victoria de Cortizo representa la vuelta del torrijismo al poder.
Panamá, más conocido en el resto de América Latina y del mundo por ser un paraíso fiscal, sede de cuentas offshore, es un país que cuenta con una larga tradición nacionalista y popular. Ejemplo de ello es el general Omar Torrijos, oficial del ejército que gobernó de facto ese Estado centroamericano desde 1968 hasta su muerte en 1981 e implementó una redistribución de las tierras improductivas entre los campesinos, sumada a una serie de medidas sociales destinadas a los sectores trabajadores y a favor de los intereses panameños.
Si bien Torrijos murió en un accidente de avión, no son pocos los que aseguran que en realidad se trató de un magnicidio e incluso se llegó a abrir una investigación al respecto.
Su hijo, Martín Torrijos, fue presidente democrático entre 2004 y 2009 por el PRD. El país caribeño, además, fue sede de la última intervención militar norteamericana en tierra latinoamericana. En 1989 fue derrocado el gobierno de Manuel Noriega, quien fue condenado por narcotráfico en los Estados Unidos, lugar donde permaneció preso hasta su muerte en 2017.
Tras la grave crisis de legitimidad institucional que sufrió el país luego de que se conociera el escándalo mundial de los Panama Papers, Cortizo prometió devolverle el prestigio. Además de los servicios financieros, logísticos, y el turismo, que representan cerca de 75% de su PBI, Panamá es famoso mundialmente por el canal.
Una obra monstruosa de la cual dependen aproximadamente dos terceras partes de la economía nacional del país. Inaugurado en 1914, existió un control compartido con los Estados Unidos hasta que en 1977, luego de la firma de los tratados Torrijos-Carter, se determinó que Panamá obtendría su control total a partir de diciembre de 1999.
En 2016 se terminó de construir una ampliación, luego de una década de obras. Sus principales usuarios son Estados Unidos, China, Chile, Japón y Corea del Sur. Es interesante destacar que, desde 2017, el país caribeño dejó de reconocer a Taiwán para comenzar a comerciar con China.
El canal aporta a la economía nacional, aproximadamente unos 1.700 millones de dólares anuales. Pero a pesar de haber gozado en los últimos años de un crecimiento económico casi sin precedentes en la historia, cercano a siete por ciento del PBI, Panamá aún no ha logrado disminuir significativamente sus índices de pobreza. Según el Índice de Pobreza Multidimensional, 19,1% de los panameños son pobres. Sin embargo, se trata de un organismo oficial, según mediciones privadas, la cifra sería bastante superior.
En sus zonas indígenas, por ejemplo, la pobreza alcanza 82%. No deja de ser impresionante, cuando se recorre su capital, contemplar imponentes edificios de oficinas dotados de última tecnología prácticamente al lado de viviendas extremadamente precarias.
La desigualdad es una de las más altas en toda América Latina, ocupando el sexto lugar mundial en el ranking de los países menos equitativos. Lo que ganan apenas 10% de los panameños es superior 35 veces a lo que obtienen el 10% menos favorecido. El gasto social del Estado oscila nueve por ciento, tres puntos por debajo que el promedio latinoamericano.
Los desafíos del nuevo presidente, tanto en el frente interno como en el externo, son muchos. Entre ellos, por supuesto, el principal será implementar algún tipo de paliativo para la problemática de la pobreza en el corto plazo. Mientras que, a largo plazo, deberá comenzar a reducir la desigualdad y a generar políticas de inclusión genuinas.
Hacía afuera, por lo pronto, necesitará devolverle el prestigio internacional a un país que quedó atado a la evasión financiera, al blanqueo de capitales y a las cuentas offshore de los grandes políticos y empresarios mundiales.
Dentro de la región, puede desempeñar un papel interesante, apoyándose en el liderazgo que viene generando Manuel López Obrador en México, en contraposición al polo de derecha que pretende liderar Bolsonaro desde Brasil. A su vez, ya ha anunciado que revisará los tratados de Libre Comercio de los cuales el país es parte. En lo que respecta a política exterior, sin embargo, Cortizo reconoció a Guaidó como presidente de Venezuela. Estará por verse si realmente el PRD podrá o querrá implementar políticas con un eje popular, o si la figura de Omar Torrijos es simplemente un recuerdo en Panamá.