Por Cinthia Kaplún (*)
Más allá de ser una unidad de negocio -con objetivos de resultado y rentabilidad- una empresa de familia tiene vocación de trascendencia. Pero, ¿qué pasa cuando no se puede separar la casa de la oficina?
La comunicación: un aliado de oro
El diálogo es una herramienta que las familias empresarias deben aprender a utilizar para transmitir profesionalismo a toda la organización y evitar conflictos domésticos.
Las reuniones familiares, pueden ayudar a construir familias empresarias y empresas familiares más fuertes. Una comunicación fluida entre los miembros accionistas de la familia en el ámbito empresarial puede ser provechosa para su futuro, mientras que los encuentros informales entre esos mismos integrantes permitirán mantener a la familia unida. Lo fundamental es lograr diferenciar los espacios entre empresa de familia y familia empresaria.
La dinámica de reunirse como familia empresaria lleva a quienes participan a actuar sobre la base de valores muy profundos y compartidos, a aprender a compartir y a considerar la empresa familiar como un verdadero instrumento testimonial y no simplemente como un patrimonio del que cada uno tiene su propia porción de manera solitaria.
Pero, si las reuniones de este estilo son tan valiosas, ¿por qué son tan pocas las familias que las ponen en marcha? Algunas tienen el temor de que los encuentros pueden convertir el manejo empresario en una anarquía que debe satisfacer a todos y que, por ende, no podrá satisfacer a nadie, generando una confusión y “guerra” abierta. Otros se resisten porque no quieren compartir información sobre la empresa y, cuanto más secreto, mejor. Pero, lo fundamental de la crisis es que se teme que haya que explicar decisiones intuitivas, difíciles de enfrentar.
El valor de las reuniones
Algunos de los muchos beneficios de poner en marcha este tipo de reuniones son:
Generan una familia empresaria más fuerte y consolidada al tener el apoyo de sus participantes; ayudan a planear la futura posesión y ejercitación del poder patrimonial.
Permite planear cómo los miembros de la familia -en sus distintos roles- participarán en el negocio empresario; colabora en la generación de métodos seguros para el manejo de la riqueza que los herederos recibirán; abre constructivamente (y permite llevar a cabo) el proceso de trascendencia empresaria y de sucesión familiar; preserva la historia, tradiciones y valores familiares; ayuda a tener el apoyo necesario para profesionalizar la empresa; genera la mecánica para manejar las relaciones empresario-familiares y reducir conflictos.
Plan de trabajo
Cuando una familia empresaria acepta reunirse con recurrencia es recomendable hacerse algunas preguntas que mejorarán los resultados de los encuentros. Por ejemplo: quiénes deben participar de esas reuniones (sólo accionistas, cónyuges, la generación anterior), establecer cuál será el objetivo de la reunión, qué rol cumplirán los presentes, con qué frecuencia se mantendrán las reuniones, quién funcionará como facilitador de estas y donde se realizarán, entre otras cuestiones.
De todas formas, en reuniones familiares, son muchas las posibilidades de encontrarse con dificultades. Es recomendable evitar mezclar temas empresarios con temas familiares y usar las reuniones como “campo de batalla”, forzar la participación de quienes no están sinceramente interesados en hacerlo o permitir que haya figuras dominantes, tanto de la participación como del temario.
La organización y mantenimiento de reuniones familiares efectivas demanda, sin duda, esfuerzo, tiempo y mucho compromiso por parte de todos los integrantes.
(*) Consultora especializada en empresas familiares