Nunca antes un proceso tuvo tanto impacto en los medios y la vida social
Por Luis R. Carranza Torres
Pocos procesos han superado en impacto mediático al denominado “caso O. J. Simpson”. Oficialmente caratulado en sede judicial como “People of the State of California v. Orenthal James Simpson”, dicho juicio penal por homicidio llevado a cabo en la Corte Superior del Condado de Los Ángeles, concitó desde el inicio la atención de la opinión pública, dentro y fuera de los Estados Unidos, de un modo nunca antes visto.
La causa de esa notoriedad, en primer término, era el acusado del doble homicidio. Nada menos que el antiguo jugador estrella de la “National Football League” o fútbol americano, luego devenido en actor, Orenthal James Simpson, más conocidos por todos como O. J. Simpson.
En segundo término, llamaba al morbo colectivo el crimen que se juzgaba: el asesinato de Nicole Brown Simpson, ex esposa del jugador, y de Ronald Goldman, amigo de ésta, ocurridas en la noche del 12 de junio de 1994 en violación de la “Section 187(a)” del Código Penal para el Estado de California.
Conforme al diario USA Today del 12 de febrero de 1997, el caso fue el “más publicitado” de la historia de ese país. No faltan razones para afirmar eso.
El proceso duró casi un año desde la jura de los miembros del jurado el 9 de noviembre de 1994 hasta la lectura del veredicto el 3 de octubre de 1995.
El asunto arrancó con escándalo y siguió por tales carriles. A pedido de los abogados de Simpson, la policía había consentido en que luego de ser imputado se entregase en forma voluntaria en lugar de ir a buscarlo a la casa y llevarlo detenido.
Todo un logro, que pocas veces se obtenía en razón del tenor del delito, la pena posible y la situación durante el proceso. El cargo de doble asesinato que se le imputaba al ex jugador implicaba que no se fijaría fianza alguna y que quedaría detenido durante el juicio, en el cual se le podía imponer incluso la pena de muerte si era hallado culpable .
La fecha y hora de entrega fue pactada para las 11 de la mañana del 17 de junio de 1994. Bajo el escrutinio público, la noticia se difundió y más de mil periodistas se situaron en las afueras de la sede policial. Simpson nunca apareció y a las dos de la tarde la policía emitió un “all-points bulletin (APB)”, un aviso para todo el personal de la fuerza y de otras similares conteniendo los datos del “falluto” para ser detenido.
A las 5 de la tarde Robert Kardashian, amigo y uno de los abogados defensores del ausente, leyó frente a los medios de prensa una carta escrita por Simpson en la que luego de enviar saludos a 24 amigos, decía: “Primero, todos entiendan que no tuve nada que ver con el asesinato de Nicole… No sientan pena por mí. He tenido una gran vida”. El tufillo a nota suicida era evidente.
Sobre las seis de la tarde un automovilista en el Condado de Orange notificó a la policía haber visto a Simpson a bordo de una camioneta Ford Bronco blanca. Se la ubicó transitando por la autopista Interestatal 405, que atraviesa de norte a sur al Estado de California.
Se inició entonces una persecución con veinte patrullas policiales y nueve helicópteros que fue filmada en vivo y directo por las tres grandes cadenas de televisión estadounidense (ABC, CBS y NBC) y CNN, al igual que otras agencias de noticias. Las señales de la prensa llegaron a ser tantas que imágenes provenientes de las cámaras aparecieron en canales de televisión incorrectos. Se calcula que unos 95 millones de espectadores siguieron la persecución en directo, del total de 263 millones que componían el total de la población de EEUU por entonces.
Tras la detención de O. J. el interés mediático en el juicio tuvo crecimiento exponencial. Se lo llamó por entonces el “juicio del siglo”, siendo extensamente televisado y convirtiéndose en un hecho de interés nacional. En las encuestas nacionales había enormes diferencias en la apreciación de la culpabilidad o inocencia del imputado, según fueran de raza blanca o raza negra quienes opinaban. El jurado llegó a un veredicto a las tres de la tarde del 2 de octubre, después de solo cuatro horas de deliberaciones, pero el juez pospuso el anuncio hasta el día siguiente a las diez de la mañana.
Se dispusieron medidas especiales de seguridad y con la totalidad de la policía de Los Ángeles en “alerta táctico” en el lugar del juicio, por si se registraban disturbios. El propio presidente de Estados Unidos Bill Clinton fue informado sobre ellas. Se calcula que unas 100 millones de personas en el mundo miraron por televisión o escucharon por radio el anuncio del veredicto, con una pérdida de productividad laboral de unos 480 millones de dólares. Muchos en el país del norte estaban pendientes de lo que se dijera en el tribunal.
El volumen de llamadas telefónicas de larga duración disminuyó en 58% en Estados Unidos y el volumen de operaciones en la Bolsa de Nueva York cayó en 41%.
Si bien Simpson fue declarado “not guilty” (no culpable) de asesinato en ambos cargos, dicha resolución no hizo cosa juzgada respecto de daños y perjuicios, por lo que las familias Brown y Goldman pudieron presentar luego una demanda civil contra Simpson, en la que otro jurado lo declaró “responsable” de las dos muertes el 4 de febrero de 1997, otorgando a las dos familias un total de 33 millones y medio de dólares por resarcimiento de daños compensatorios y punitivos.
Como puede verse, lo único indudable en este pleito fue su repercusión mediática.