Por Silverio E. Escudero
El siglo XXI transita por meandros repletos de trampas y peligros. Las ideas de paz, progreso y humanismo han dado paso a los conceptos de barbarie, ferocidad, salvajismo, odio racial, exterminio de los desarropados, ancianos y enfermos, desertificación de savanas y llanuras, secado de ríos y humedales, límites a la justicia distributiva y consolidar un orden internacional más injusto.
Ideas y controversias que el hombre trajo a la porfía a lo largo de los siglos.
Es decir, se discute y polemiza siempre sobre las mismas cosas, por los mismos temas, desde el comienzo de la historia. Sobre la libertad como concepto consustancial de la condición humana, sobre los sistemas de explotación del hombre por el hombre, las causas de su reducción a la esclavitud, sobre la injusta distribución de la riqueza, de la existencia o no de la propiedad privada o la esencia del capitalismo…
Transitamos la segunda década del siglo. Las discusiones sobre un nuevo orden mundial resurgen, con cierta habitualidad, cuando los problemas que enfrentan los países menos desarrollados (PMD) ganan la plana de los principales medios de comunicación y conmocionan a la opinión pública que, a veces, se conduele de la injusticia moral y privaciones físicas que sufren estos pueblos. Situación que, según expertos en psicología social, provoca en los países industrializados “efectos negativos en su universo mágico”. Cuestión de singular minusvalía que hace que la sociedad desarrollada, sus gobiernos y los conglomerados urbanos y rurales “enfrenten demandas no convenientes a sus propios intereses”.
La obra del psicólogo social escocés James Robertson, después de largo silencio en los anaqueles de las bibliotecas, ha sido rescatada por un conjunto de cientistas noreuropeos. Quizás, porque, con desesperación, las usinas de ideas, los grupos de asesores de gobiernos o los grandes conglomerados económicos buscan antiguas pócimas, fórmulas maestras, para curar los viejos males que afectan a todos.
Robertson invita a adentrarnos en estos problemas que afectan excesivamente las estructuras de los países desarrollados. Nos dice en La alteridad sensata que es menester trazar una ruta diferente que explore perspectivas e imagine un diseño teórico de una nueva sociedad que deberá construir un futuro diferente, posible, deseable.
Está dispuesto a discutir la forma que adquiere el escenario para los países industrializados, que se ajusta a una perspectiva internacional más amplia, que se pueda sostener los próximos 30 o quizás durante 50 años.
Y aspirar a lograr una convergencia entre las economías de los países industrializados y/o excesivamente desarrollados (PED) y los PMD alrededor de una norma de vida más equitativa, permanente y sostenible, que proporcione una base material adecuada para forjar el resurgimiento de los pueblos, en un plan de alcance mundial con equilibrio y justicia.
Inquietud que ocupa a un número cada vez mayor de pensadores y hombres de acción en los PED. Sobre esas personas, Robertson afirma: “Están elaborando procedimientos prácticos de descolonización y liberación en áreas tales como la tecnología apropiada, la agricultura orgánica, el reasentamiento rural, las nuevas formas de organización económica, las alternativas de salud y educación, las políticas de la comunidad, el desarrollo del vecindario y muchos otros. Hasta ahora, han concentrado su atención principalmente en la transición postindustrial, según afectará a los países de Norteamérica y Europa Occidental. Pero se están dando cuenta en forma creciente de que la dimensión global es pertinente a sus propias preocupaciones, y que existen nuevos lazos importantes a ser forjados con sus colegas trabajadores en los PMD”.
El psicólogo afirma que un cambio de dirección en los PED armonizará bien con el creciente énfasis sobre las necesidades básicas y el autodesarrollo de la comunidad en los PMD.
Así, recuerda que los movimientos alternativos en Europa y Norteamérica comparten muchos objetivos y actitudes con los movimientos Sarvodaya en la India y Sri Lanka, con el Ujamaa en Tanzania y con el enfoque agrícola básico adoptado por algunas regiones de China y otros países de Asia.
“Tengo pocas dudas de que los movimientos alternativos en los PED aprenderán mucho de lo que es de valor, de sus contrapartes del Tercer Mundo. A medida que se desarrollen las comunicaciones entre ellos, es probable que surjan oportunidades prácticas de cooperación, intercambio y apoyo útiles”, insiste Robertson.
En La alteridad sensata nuestro invitado sugiere que el proceso de “descolonización” del “sistema” y de la “liberación” de los pueblos de una subordinación u obediencia indebida en él constituirán características centrales de la transformación post industrial en los PED.
Y cree que serán centralmente importantes en la transformación del nuevo orden internacional, de la redefinición de los caracteres esenciales del capitalismo y la búsqueda de recetas autoritarias para frenar la creciente queja de los expulsados del sistema.
Es decir, nos está advirtiendo que las sociedades industrializadas y superindustrializadas han llegado a un punto crucial. Un futuro diferente. Con nuevas reglas comerciales porque la costumbre ha dejado de ser una clave dentro de las reglas del mercadeo.
Los límites, que antes eran estancos, se tornan difusos. Se aproximan y confunden. Ya sean los físicos, sociales, políticos, psicológicos, institucionales y hasta conceptuales.
Quizás el mejor ejemplo –por este tiempo- es Gran Bretaña, que se creyó con fuerza suficiente para hacer añicos la Unión Europea y desafiar con el poder de las libras esterlinas la hegemonía del euro.
No le alcanzó con lo mítico ni con lo simbólico. Ni el haber sido el primer país donde estalló la revolución industrial, el haber sido durante siglos la potencia marítima por excelencia, la cabeza de uno de los imperios más grandes del mundo. Logros en los que fue perdiendo supremacía a manos de otras naciones, cuyos posicionamientos abrieron nuevos cauces al pensamiento. Por lo tanto, ¿cuáles son las posibles alternativas?
Las especulaciones sobre las derivas del futuro son infinitas. Los profetas del día después abundan. Muchos de ellos gozan de muy buena prensa. Solo basta recordar las giras mundiales del “futurólogo” Herman Kahn que en los años 60 del pasado siglo llenaba anfiteatros como si fuera un pastor más de las iglesias electrónicas. Pastores y futurólogos que eran y son sospechados de pertenecer a distintos servicios de informaciones.
Robertson sostenía –ilusionado- que el mundo sabrá encontrar su cauce cuando construya nuevas fronteras. Sus críticos lo descalificaron por ser demasiado utópico.
Pensar una sociedad con un equilibrio entre las clases sociales hace que se vea al desnudo su núcleo ideológico. La profunda influencia que ejerció sobre él –como le sucedió a muchos- la Comunidad del Arca de Lanza del Vasto se vislumbra detrás de los nuevos paradigmas que marcarán el presente siglo.
Con el transcurso de los años la “sociedad robertsoniana” –permítasenos el neologismo- debía protagonizar un proceso de autodescolonización. Fenómeno que se produciría aun cuando se mantenga en pie el comercio internacional y se mantengan fuertes y florecientes los sistemas financieros, piedra angular de esta etapa del desarrollo capitalista.
La descolonización del sistema plantea, por ende, tremendos retos.
“Muchas personas –escribió el psicólogo social- en los campos profesional, administrativo y de los negocios, se opondrán violentamente a la idea de abandonar sus posiciones y su poder. Estos bloqueos psicológicos serán reforzados por dudas genuinas respecto a si es correcto ‘abdicar de sus responsabilidades’ y por la genuina falla en comprender lo que se sugiere. En La alteridad sensata me concentré en la transición postindustrial dentro de los países industrializados y me ocupé de algunos de esos problemas en ese contexto. El equivalente global a la transición postindustrial será la transición a un nuevo orden internacional. Dentro de ese contexto, es tiempo también de elaborar formas prácticas de descolonización del actual sistema y ayudar a la gente liberarse de una dependencia indebida en él