ESCUCHARPor Salvador Treber
En un reciente libro, el presidente de China anunció que su país está iniciando una nueva revolución industrial que lo ubicará al tope indiscutido de los 208 países que constituyen la actual comunidad mundial
En un reciente libro, el presidente de China anunció que ese país está iniciando una nueva revolución industrial que lo ubicará al tope indiscutido de los 208 países que constituyen la actual comunidad mundial
China país tiene una milenaria historia y hasta el año 1640 de esta era constituía la primera potencia a nivel ecuménico. Desde entonces, por causas aún desconocidas, se encerró dentro de sus fronteras y se aisló totalmente, por cerca de tres siglos. En el año 1935, cuando era gobernada por el mariscal nacionalista Chiang Kaing Sheck, fue invadida por tropas japonesas que lograron ocupar un tercio del territorio. Dado que también venía operando en dicho territorio el conocido ideólogo Mao Tsé-Tung, quien sostenía una ideología de fuerte sesgo izquierdista, enfrentó coordinadamente al ejército invasor nipón.
Es evidente que China perdió una gran oportunidad histórica en los tiempos en que el sistema capitalista permitió a diversos países protagonizar sendas revoluciones industriales, debido a su política de estricto cierre. Inexplicablemente perdió territorios que pasaron a ser “posesiones” europeas y una sangrienta guerra con el Reino Unido en 1840/42 la retrasó ostensiblemente. La invasión japonesa y la Segunda Guerra Mundial, pese a figurar entre los países vencedores, no le trajo ningún progreso de inmediato.
Un ejemplo muy ilustrativo fue el caso de Hong-Kong, que retuvo como posesión el Reino Unido junto con alrededor de otras 46 de ultramar que le permitieron ser la primera potencia mundial hasta fines de la Primera Guerra Mundial y que terminó devolviendo a China después de 100 años, pero manteniendo por otros 50 adicionales la facultad de proponer su gobernador, condición que las autoridades chinas muy filosóficamente aceptaron, arguyendo que ese tiempo “pasa rápido” y que no querían generar conflictos.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, las tropas de Mao Tsé-Tung expulsaron a los nacionalistas chinos que se refugiaron en la isla de Formosa, la cual siguen reteniendo hasta ahora con apoyo de Estados Unidos.
En 1948, los triunfadores proclamaron la República Popular China y sus representantes tornaron a ocupar el sitial en el Consejo de Seguridad, como una de las cinco grandes potencias en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En forma progresiva, fue mejorando a un ritmo admirable y logró escalar hasta situarse por mérito propio en el segundo lugar detrás de Estados Unidos y desalojar de ese sitial al mencionado vecino del Océano Pacífico. Occidental. Desde entonces fue consolidando su presencia no sólo en su área territorial sino como un importante inversor, primero en zonas vecinas y luego en todo el mundo.
La evolución más reciente
A mediados del año 2015, la precipitada ONU comunicó a Beijing que, según sus cálculos, había logrado superar a Estados Unidos como país líder ecuménico máximo. Su actual presidente Xi Jinping aparece como un relevante líder y tiene el gran mérito de haber impulsado en varios continentes importantes inversiones, especialmente en energía, vialidad y transportes. Sobre la consulta que le formuló la ONU sobre un eventual festejo, la respuesta fue que “no tenía nada que festejar” y que lo harían cuando su producto por habitante igualara al de Estados Unidos.
Recientemente, Xi Jinping divulgó el texto del segundo tomo del libro de su autoría. En esa oportunidad, se dirigió al mundo para anunciar que su país empieza a protagonizar una “nueva revolución industrial” que -además de consolidar su liderazgo mundial, absoluto e indiscutido- se mantendrá por lo menos en todo lo que resta del siglo XXI. Advierte al respecto que se ha venido experimentando un cierto “agotamiento metodológico” y que están prontos para encarar cambios revolucionarios en materia técnicas productivas y nuevos campos del saber.
Asimismo explica que -hasta ahora- en su país se concedió prioridad absoluta al nivel de la inversión, sin evitar en su transcurso que, en forma progresiva, éstas fueran bajando en términos relativos y en medida significativa. Los números respaldan fehacientemente dicho acierto, pues el índice de crecimiento anual ascendió durante el último fin del siglo pasado hasta 11,4%, aunque con posterioridad la productividad expresada por dicho índice se redujo a “sólo” 6,8%. Obviamente, desde agosto del año 2008 en adelante, en todo lo que se identifica como “mundo capitalista,” se extendió un duro período de crisis que todavía no ha sido totalmente superado.
No obstante, considera que no implicará mayor progreso que se insista exclusivamente en las que áreas que identifica como “industrias tradicionales” (cemento, acero, petroquímica, etcétera), las cuales ya superan con amplitud las necesidades internas y los requerimientos de la exportación. Las causas de esa declinación relativa las funda en un virtual “achatamiento” de la demanda, al tiempo que advierte que exige mucho esfuerzo atender la demanda creciente actual de mayor calidad y superior valor agregado. Por ello, se considera que ahora es esencial asegurar un alto ritmo de crecimiento autosostenido de la variable consumo, obviamente final.
El primer mandatario chino instó a no vacilar y a asumir decididamente un rol que califica de “desafiante”, con el objeto de impulsar una oferta calificada con mayor valor agregado que actualmente.
Sostuvo, además, muy enfáticamente que las tareas de urbanización deben incrementarse durante la próxima década desde el 58,6% a que han llegado actualmente hasta llegar a 70% anual en el año 2030, para cumplir así el objetivo de crear 25 nuevas grandes ciudades. Se prevé que inicialmente tengan no menos de tres millones de habitantes cada una pero son diseñadas para multiplicar ese número de habitantes hasta cinco veces.
Explicó que se pretende transformar la cuenca de los ríos Yangtze, Perl y Xiangoan, los tres con el vértice dirigido hacia Hong-Kong, con el propósito de transformarla y consolidar una megaárea de máxima relevancia que pueda competir airosamente con ciudades como Nueva York, Tokio o cualquiera otra del mundo.
El diagnóstico difundido se funda en un programa sistemático de introducción de nuevos métodos que necesariamente deberán adoptar sin demora en forma incesante al par de nuevas técnicas que mejoren tanto la calidad como el tiempo insumido en los respectivos procesos.
Lo grandes planes futuros
Su diagnóstico le permite sostener: “Estamos en el medio de una enorme oportunidad histórica para el pleno desarrollo de la República Popular”.
Su diagnóstico le induce a encarar cuán revolucionarias deberán ser las nuevas técnicas para no estancarse y mantener el liderazgo absoluto. Sostiene que es indispensable volver a crecer no menos de 11% anual, como se logró hacer entre los años 2001 y 2010, para eliminar todo riesgo de ser superados.
Además, considera que las políticas fundamentales deben apuntar a garantizar el mayor grado de desarrollo en el largo plazo; programando todas las actividades en forma detallada.
Actualmente, Estados Unidos ha adoptado por primera vez, en los últimos 70 años, una política proteccionista respecto al mundo y de libre empresa en cuanto al mercado interno, pero mantiene a nivel ecuménico nada menos que 53 bases militares que, según el Pentágono, consideran que garantizan su presencia y la “defensa de vitales intereses”, los cuales omiten revelar con cierta precisión.
Debe tenerse muy presente que el presupuesto militar de Estados Unidos es casi tres veces superior al de China y viene creciendo sin cesar.
Es altamente llamativo que China no siga esa carrera armamentista y Xi Jinping no ha vacilado en advertir que prefieren mantener una política de paz con todo el mundo y lo que “ahorran” en armas prefieren convertirlo en grandes obras que, sin duda, permiten consolidar relaciones pacíficas y constructivas, optando por dar prioridad absoluta al proceso de modernización masivo en cuanto a la política interna y a “sembrar inversiones” que coadyuven a consolidar el desarrollo de los respectivos países, sin inmiscuirse en sus respectivos problemas internos.
Dado el duro período que vienen transitando los principales países de economía capitalista. les es imposible competir en este aspecto con China, además de realizar inversiones de gran significación que consolidan los lazos con países de los cinco continentes.
El citado presidente chino no ha vacilado tampoco en señalar que, para ellos, lo esencial no es la doctrina marxista sino el método y reconoce que en este aspecto sigue a Deng Xiao Ping, quien hacía prevalecer “la liberación de las fuerzas productivas y la eliminación de la explotación y la polarización social para el logro final de una generalizada prosperidad compartida por todos”.
Para el año 2021, los objetivos son relativamente modestos pero los consideran una etapa insalvable en la puja por la eliminación definitiva y absoluta de la pobreza.
Xu Jinping anunció, a modo de broche de oro, que las sucesivas revoluciones industriales que hubo en su país, tres hasta ahora, permitieron acceder a una “sociedad en que nadie sienta frustración alguna y tenga una existencia moderadamente próspera” pero que ello sólo constituye un escalón más en la epopeya que se han propuesto concretar plenamente.
Casi de inmediato informaron que la meta más inmediata es la duplicación del ingreso “per cápita” respecto al de 2010, advirtiendo que en dicho proceso “ningún sector social debe ser dejado atrás”.
Ello significa un proceso de total eliminación de la pobreza y convertirse en una sociedad satisfecha, donde nadie sufra carencias, lo ubican temporalmente consolidándose hasta el año 2030 y, a juzgar por todos los antecedentes precedentes, lo más probable es que cumplan una vez más…
