Fue el más escandaloso y publicitado de su tiempo en EEUU. Mostró la combinación de fama y miseria que enfrentó a dos “pesos pesados” del derecho penal
Por Luis R. Carranza Torres
El 5 de abril de 1958, el cuerpo sin vida del gánster Johnny Stompanato, prontuario Nº 139.189 de la policía de la ciudad de Los Ángeles, era hallado sobre el piso del glamoroso dormitorio con paredes en rosa pálido de la mansión perteneciente a Lana Turner, en Beverly Hills.
Entre los objetos personales en la cartera del cadáver, la policía de Beverly Hills encontraría una fotografía de la actriz con la siguiente dedicatoria: “A Johnny, mi vida y mi amor, Lanita”.
El occiso había tenido varios alias a lo largo de su carrera criminal: “Johnny Stomp”, “John Steele”, “Handsome Harry” y hasta “Oscar”. Especialista en chantajes y aprietes varios, “mano dura” del capo mafia Mickey Cohen y antiguo socio de también mafioso Bugsy Siegel, “fundador” de Las Vegas como meca de todos los vicios, se cruzó en Acapulco con uno de los mitos dorados sexuales de Hollywood: Lana Turner.
Lana, se había iniciado en la consideración cinematográfica como la “chica del suéter”, apodo ganado tras destacar parte de su anatomía pectoral con dicha prenda en un pequeño papel del film El amor encuentra a Andy Hardy, con Mickey Rooney.
Ahora, con 38 años, había pasado ya a la historia del cine con actuaciones tan legendarias como su belleza y sensualidad, en películas como El cartero siempre llama dos veces, Imitación a la vida o Cautivos del mal. Con siete matrimonios en su haber e infinidad de romances, Lana no había encontrado quien la quisiera como ella buscaba y, a pesar de seguir intentando, se tenía cada vez menos fe en eso de hallar su príncipe azul, luego de haber probado con la mayoría de la corte de Hollywood. Por dicha razón, a pesar de su innegable belleza, pasaba en México por una crisis de autoestima que procuraba curar con vodka.
Como suele pasar con las personas en crisis, se metió con alguien equivocado. Johnny Stompanato, en este caso.
Cheryl Crane, nacida en 1943, era la única hija de la actriz, fruto de su matrimonio con el actor Steve Crane, con quien Lana se casó dos veces y estuvo unida legalmente, en total, poco menos de dos años.
La relación de Lana con Cheryl fue complicada desde sus mismos inicios: la dio a luz en un parto difícil que se prolongó 16 horas. Luego, a causa de su trabajo como actriz, la pequeña creció entre niñeras o siendo pupila en internados varios, sin que Lana se ocupara demasiado de sus deberes maternales.
Lo que sí vio pasar Cheryl por su hogar de la infancia fue la serie infinita de novios, amantes y maridos de su madre. La estrella diría después: “Yo quise tener un marido y siete hijos, pero sólo tuve una hija y siete maridos”.
En 1958 Cheryl tenía 14 años y vivía con su madre. Cuando ésta volvió de sus vacaciones en Acapulco con el agregado de Johnny Stompanato, no podía vislumbrar cómo ello influiría en su vida.
Con la leyenda de tener una gran capacidad amatoria, Johnny buscaba blanquear su imagen y conseguir algo de respetabilidad pública del brazo de uno de los símbolos sexuales del cine universal. Tras el inicial flechazo, la relación entre Lana y el gánster decantó dentro de lo esperable a una personalidad violenta como la de él, y con necesidad de afecto y baja autoestima como la de ella. Stompanato era un abusador serial, que la maltrataba sin solución de continuidad, llegando al abuso físico y la coacción. No era raro que este tipo de acciones ocurrieran en presencia de Cheryl.
Para dar mayores elementos al desastre, los celos de Stompanato llegaron al punto de poner precio a la cabeza de un actor que empezaba a despuntar por entonces: el escocés Sean Connery. Era la pareja de Lana en el filme Brumas de inquietud, pero un pajarito le sopló a Johnny que la relación, como era usual en Lana, había traspasado el celuloide. El actor debió acortar su tiempo en Hollywood y volver a Gran Bretaña por motivos de elemental supervivencia.
Una noche de abril, en ese año de 1958, Cheryl descubrió a Stompanato dándole una de sus habituales palizas a su madre, en su propio dormitorio, y amenazando con desfigurarle el rostro para que no actuara más. La hija de Turner, harta del maltrato hacia ella y su madre, fue hasta la cocina y volvió con un cuchillo de hoja gruesa con el que lo apuñaló en el estómago. El gánster murió un poco después.
Como era de prever, al hacerse pública la noticia del deceso, captó la opinión pública dentro y fuera de Estados Unidos. El suceso tenía todo a la medida del morbo masivo: una famosa estrella de Hollywood, un amante mafioso maltratador y una adolescente asesina.
Cheryl enfrentaba hasta la pena de muerte, de no tener una defensa adecuada. Entonces haría su aparición el abogado Jerry Giesler, el letrado defensor más renombrado del país y preferido de las estrellas de la meca del cine en problemas. Si alguien podía sacar bien librada a Cheryl del espinoso asunto, era él.
Pero no sería una tarea fácil. Tendría que desempeñar su misión en uno de los juicios más publicitados de la historia y el primero en ser transmitido en vivo, en Estados Unidos.