Tras un año 2016 de signo negativo, el primero después de 11 de resultado notoriamente positivo, existe gran expectativa por acceder a un período semejante; pero las señales objetivas de recuperación tardan en aparecer y están muy circunscriptas
Según la información oficial emanada del Indec, luego de un primer semestre nada promisorio, en lo transcurrido del segundo se advierte una mayor regularidad en su sucesiva evolución mensual, aunque no la adecuada para respaldar una tendencia de recuperación sostenida. Ello es así pues en marzo se logró superar a igual mes del año 2016 en +1,9%; pero en febrero y abril se registraron, con el mismo criterio, sendas marcas negativas de -2,6% y 0,2%, respectivamente, que trasuntan el grado de inestabilidad que ha venido primando. La ansiedad se ha tornado evidente, incluso en el periodismo especializado que saludó con entusiasmo un tenue signo de recuperación.
En efecto, comparado con idéntico mes del año precedente, de signo negativo, recién en el quinto mes (en mayo) hubo un crecimiento relativo de +3,3% que, en todo caso, sólo hace reubicarse fugazmente en el nivel preexistente para el mismo mes de 2015. Parece demasiado optimista esa estimación y al respecto se advirtieran los agudos “picos” de la tan variable coyuntura pues además de la actividad agrícola, de minas y canteras, pesca, comercio mayorista y minorista (incluye rama automotriz de unidades nuevas y repuestos) más la construcción, no hay otras que puedan sustentar una visión futura optimista. Los analistas privados más respetados coinciden en descreer de la pretensión oficial por lograr en 2017 un crecimiento de +3,3%.
Esa hipótesis se vio alimentada por la intención de crear un “buen clima” por parte del Gobierno ante su primer examen electoral cumplido en octubre. El rubro “construcción” ha sido, sin duda, el más dinámico pese a que sus ventas acusan una baja pronunciada, pero el empleo formal debidamente registrado en dicha área, tanto el impulsado por el sector público como por el privado, en el mes de mayo activó un incremento de +13,8%, acompañado por un aumento de +9,3% en dicha actividad; todo lo cual se asemeja a un virtual oasis en medio de un desierto recesivo que suele ser más frecuente en contextos más promisorios que no se apreciaban desde noviembre de 2015.
De esa forma, quizá lo más relevante sea que esa ampliación de los respectivos planteles -por primera vez, superó holgadamente en el transcurso de los últimos 17 meses 400 mil obreros activos registrados (“en blanco”) para desempeñar esa actividad en ambos sectores- además de las empresas grandes se extendió a las medianas. Los mayores aumentos de personal se verificaron en abril cuando se incorporaron casi nueve mil, pero en los meses posteriores se reiteraron niveles semejantes.
Junto a la construcción, otra actividad que registró importantes novedades es la agropecuaria, que luego de registrar un incremento anunciado al conocido en el quinquenio precedente podría llegar a ser bastante superior pues se ha beneficiado con un clima favorable para lograr una cosecha récord de cereales y oleaginosas de alrededor de 137 millones de toneladas compuesta por trigo, 19 millones; maíz, 48 millones, y 58.5 millones de soja, complementadas por otros productos menores como cebada, avena, centeno y arroz; que pasaría a constituir la mayor de que se tenga memoria en toda la historia del país.
No obstante, la misma por sí sola es insuficiente como factor único o esencial para sustentar un elevado ritmo de crecimiento generalizado como se pretende en los ámbitos gubernamentales Mientras en las esferas oficiales se aguarda en 2017 alcanzar una tasa positiva de crecimiento de alrededor de +3,3%; pero las áreas técnicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) han preferido ser bastante más prudentes y circunscribir esa posible expansión en este año a sólo +2,2%. El director para el Hemisferio Occidental del FMI sostuvo como fundamento: “En Argentina, la recuperación tras la recesión del año pasado está consolidándose gracias al estímulo del consumo privado”.
Según su enfoque, ello se debería al impulso que “recibe del repunte gradual del salario real y la inversión está respaldada por un crecimiento incipiente del crédito y el aumento del gasto en obra pública”. Al par de ello señaló, aunque con mucho menos énfasis, que “la depreciación reciente del peso ayudó a corregir la sobrevalorización de la moneda, junto con el repunte de la demanda de Brasil podría impulsar el crecimiento de las exportaciones”. Una actividad que ha sorprendido por su performance es la pesca, que fue protagonista de un verdadero y nada habitual “salto” de +27,4% y que en 93,5% tuvo como destino la exportación; aunque obviamente no es uno de los rubros decisivos. Ello se explica porque el consumo anual de carne vacuna es de 55 kilos/persona mientras de pescados de mar y río sólo alcanza a 7,1 kilo, pero su exportación aporta alrededor de US$1.680 millones.
El titular de Ecolatina aparece como menos optimista y sostiene que “se necesita una fuerte mejora que influya en el segundo semestre”, desde “el piso de junio de 2016 donde habría llegado a +2,6% y esperan cerrar el presente año con +2,8%”. En estos enfoques no hay coincidencia. Los voceros de Ferreres y Asociados, dando un claro testimonio de expectativa por lo que realmente suceda, se han limitado a reiterar que “son los sectores vinculados al agro y la construcción los que tiran del tren. El resto son todavía vagones”. En conclusión, hay muchas dudas sobre la definición que se estima en materia de reactivación y que todavía no está totalmente claro cómo se finalizará el año 2017.
No obstante, debe referirse que otras actividades concurren con su respectiva gestión en uno u otro sentido. En Hoteles y Restaurantes el crecimiento interanual llega a +5,8%; la Intermediación financiera, por su parte, registra una tasa positiva de crecimiento de +4,2%; los servicios sociales de salud, +1,8%, e incluso el rubro clave Electricidad, gas y agua exhibe un retroceso serio pues llega a un muy preocupante -4,9%, todo lo cual integra un cuadro general con muchas incógnitas respeto a su eventual evolución futura pues, de persistir en estos niveles, el desempeño global no estará en condiciones de respaldar un crecimiento autosostenido significativo.
Mientras tanto, resulta preocupante que en el marco del Banco Central de la República Argentina (BCRA) se haya optado por dar preponderancia absoluta a la contención de la que denominan “inflación núcleo” y por ello decidieron ya en julio mantener elevada la tasa de interés de referencia en 26,25%, algo extrañamente inusual que se ha vuelto tentador y una opción válida para los que disponen de gran liquidez frente a la adquisición especulativa de moneda extranjera. Sus voceros reconocieron que “los indicadores de alta frecuencia de fuentes privadas y estatales sugieren que la inflación después de julio puede, incluso, ser superior y, por tanto, será indispensable no disminuir el sesgo antiinflacionario de la gestión oficial”.
Seguramente esas diferencias intersectoriales han influido para que varios analistas muestren gran preocupación y plantearan, sin apelar a eufemismos, falsos reparos a la necesidad de impulsar sin demora una relevante mejora que logre abarcar todas y no sólo algunas actividades seleccionadas. Sucede que, de otra forma, se mantendría un alto índice de desocupación y ello coadyuvaría a que permaneciera vigente el correlativo de menor utilización de la capacidad instalada que, automáticamente, eleva el nivel de costos y precios con fuerte impacto negativo en el nivel general de vida. En consecuencia, no se trataba de una opción sino del único camino viable.
La problemática de una inflación prolongada
En principio, como ya se señaló, la conducción del BCRA resolvió por propia decisión mantener por mucho más tiempo del supuesto muy elevado nivel de la denominada “tasa de referencia” en 26,25% anual, supuestamente para corregir la tendencia inflacionaria. Ello, en general, fue tácitamente aceptado a juzgar por la reacción del mercado pero, sorpresivamente, en julio pasado operó un rebrote que, suponían, sería evitado por lo menos hasta después del primer acto eleccionario de agosto. Lo sorprendente fue que esta circunstancia el BCRA aceptara esa emergencia con cierto aire de resignación, reconociendo que “los indicadores de alta frecuencia de fuentes privadas y estatales” estaban contestes en aceptar como posible y hasta lógica esa derivación.
La referida tasa data desde comienzos del corriente año, a la que se ha sumado de hecho la utilizada para concretar los pases interbancarios a siete días de plazo, aunque éstos se redujeron relativamente y, por tanto, habían perdido vigencia gravitante como instrumento apto de política monetaria para contribuir a atenuar la fuerte presión inflacionaria, pero que no pocos operadores prefieren como escenario propicio al logro de importantes ganancias en muy poco tiempo; desentendiéndose de lo que podría favorecer al país en su conjunto como tal. Por ello, este criterio no es compatible con una visión desde el seno del propio Gobierno.
Sin que haya armonía ni convergencia alguna, surgiría de los hechos que en esa forma se justificó la decisión tomada en absoluta soledad en el BCRA en el sentido de “no disminuir el sesgo inflacionario de su política monetaria”. Resulta obvio que, habiéndose dividido en siete áreas con otros tantos ministros al frente, además del susodicho presidente del BCRA, sea casi imposible coordinar adecuadamente la gestión y una prueba palmaria de ello fue el texto del comunicado que emitió éste último en el sentido de que, “si bien la inflación núcleo de junio fue inferior a la de meses anteriores, ello debía tomarse con cautela, dada la persistencia que ha mostrado en niveles superiores a o buscados por la autoridad monetaria”.
La muy sensible plaza receptó esta expresión más explicable y adecuada en boca de un analista externo que en un prominente miembro entre los funcionarios -que, en vez de actuar tras acuerdos internos sin exclusiones, lo hacen en forma insólitamente independiente-. Parecería que sus colegas no se preocupan cuando, como sucedió en julio, el monto total de las colocaciones en Lebac (letras emitidas por el BCRA) llega a casi un billón de pesos; lo cual sería explicable de por sí, ya que se trata de los más elevados rendimientos en plaza. .
Todas las referencias y reflexiones precedentes se han realizado con el objeto de avalar la urgencia en la unificación en la cúspide del área económica-financiera, como es habitual en todos los países del mundo. Tratan de “descubrir la pólvora” en esta materia y ello constituye un enorme riesgo que no se debería generar desde el propio Gobierno por falta de coordinación y coherencia interna.