Por Lic. Andrea Queruz Chemes *
La socialización es un proceso complejo por el cual las personas incorporan valores, creencias, actitudes, prejuicios, etcétera en determinado momento histórico-social y mediante los distintos agentes de socialización tales como la familia, las instituciones educativas, los grupos de pares, los medios masivos de comunicación, y las tecnologías de comunicación e información (TIC), entre otros. Es decir, en tiempos de socializaciones múltiples y complejas, es necesario repensar a los niños y adolescentes en múltiples contextos interdependientes en los que se configuran sus disposiciones mentales y comportamentales, así como la participación que tienen los adultos y las distintas instituciones que integran.
Las instituciones educativas favorecen este proceso por medio de la conformación de grupos en los que se desarrolla el proceso de socialización y aprendizaje. A su vez, estos grupos sirven de sostén para el desarrollo de la propia autoestima, la seguridad en sí mismo, la empatía y la capacidad de relacionarnos unos con otros. Cuando las relaciones entre los estudiantes son positivas, constituyen la mejor experiencia escolar. Sin embargo, algunos niños y adolescentes no viven su experiencia escolar de la mejor manera.
El maltrato entre iguales por abuso de poder es un fenómeno común entre las instituciones educativas -independientemente de sus características socioeconómicas, académicas, o idiosincráticas- que va en ascenso.
El bullying es una forma de agresión proactiva que ocurre sin provocación y se lleva a cabo con la intención de dominar a otros. Se trata de una conducta agresiva, intencional y sostenida en el tiempo, perpetrada por un individuo o grupo de ellos contra otro u otros al que consideran su víctima frecuente. Se trata de situaciones de violencia relacional, en las que unos ejercen el rol de agresor y otros, el de víctimas. A pesar de las diferencias marcadas entre posiciones antagónicas, en ambas se puede referir a una dificultad de adaptación a las relaciones interpersonales. Mientras el agresor hace ostentación de su impulsividad y falta de empatía -así como de su capacidad para amedrentar a la víctima- el comportamiento de la víctima revela la falta de seguridad en sí misma, retraimiento y debilidad, con escasas posibilidades de defenderse, lo que aumenta su indefensión y posibilita el avance del agresor.
Las víctimas suelen encontrarse aisladas del grupo, son rechazadas y hasta agredidos directamente de distinta maneras. Se puede utilizar la dinámica verbal -como insultos, amenazas, burlas-; la física, con violencia explícita, relacional -exclusión- o indirecta, como la expansión y circulación de mentiras, injurias, etcétera, todas para justificar la descalificación que se pretende hacer en contra de alguien.
Aunque el bullying no es un fenómeno nuevo, sí se expande por diferentes medios tales como las TIC.
Estas tecnologías, de enorme utilidad constructiva en los procesos de enseñanza- aprendizaje y trabajo, abren -de igual forma- la posibilidad para formas insospechadas de conductas de acoso o cyberbullying hasta la trata de personas.
Dondequiera que vayas estaré contigo…
Al igual que el bullying las víctimas no pueden defenders facilmente, pero el cyberbullyng incluye el uso de formas de contacto electrónicas, por parte de uno o varios individuos en contra de sus víctimas.
Se puede apuntar que el cyberbullying se diferencia del anterior porque se manifiesta simultáneamente de manera directa e indirecta. La posibilidad de que el agresor pueda ocultar su identidad, aumenta su impunidad y la indefensión de la víctima.
A su vez, el número de agresores puede multiplicarse de manera exponencial, debido -entre otros factores- a la elevada velocidad de difusión. Si bien las consecuencias son gravosas en ambas modalidades de bullying, el carácter público que toma la ofensa, así como los espacios cambiantes en los que trasciende, subyace la imposibilidad de controlarlo y el sentimiento de impotencia en la víctima. El espectro del daño causado es mayor.
Otro aspecto de este tipo de violencia relacional es la sensación de no poder escapar de las agresiones, ya que “no hay dónde esconderse”. De esta forma, la víctima no se puede “desconectarse” de la situación a la que se encuentra sometida, ya que continuamente está recibiendo intimidaciones y amenazas. Esta conducta destructiva se ve favorecida, por un lado, por la invisibilidad de los acosadores y, por otro, por la amplitud del escenario, donde se perpetran las agresiones.
Aunque si bien los roles de agresores y víctimas en el bullying tradicional se trasladan al espacio virtual, hay estudios que sostienen que las víctimas del bullying tradicional pasan a ser cyberacosadores con mayor frecuencia, porque así pueden responder a las agresiones recibidas, con menos riesgo de que si lo hicieran de forma presencial.
Los adultos no suelen ser conscientes del enorme potencial que las TIC encierran como medio ejercer diversas formas de violencia y acoso entre los más jóvenes.
* Psicóloga judicial, multifuero y laboral – Consultora en Psicología Laboral-RRHH