La especialista colombiana llegará a Córdoba para disertar en la Jornada Anual de Capacitación del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (Cedilij). Afirma que la única manera de lograr que los más pequeños se apropien de la lectura es que el adulto les elija los libros con la premisa de la calidad de lo que se lee y de lo que se ofrece
Por Carolina Klepp – [email protected]
Desde su experiencia y mirada de escritora, editora, librera y bibliotecóloga, Silvia Castrillón sostiene que “es preciso seguir insistiendo en que se formulen políticas públicas que garanticen el derecho no sólo a la lectura sino a la literatura desde la más tierna edad”. La especialista colombiana da su visión crítica de las diversas problemáticas en torno al tema y analiza la dimensión liberadora de la lectura y la escritura.
La semana que viene llegará a Córdoba para disertar en la Jornada Anual de Capacitación y Actualización del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (Cedilij). Antes, brindó un adelanto de lo que abordará con docentes de todos los niveles, bibliotecarios, mediadores de lectura, promotores culturales y profesionales de áreas vinculadas a la literatura y la educación.
– Cuando analiza el contexto actual en el que se desempeñan los adultos, los mediadores y los agentes que se ocupan de la formación de lectores ¿qué impactos advierte en sus roles y en los resultados esperados?
-La lectura literaria en la sociedad contemporánea no se valoriza y sólo se la ubica en el consumo de las industrias del entretenimiento. La escuela, presionada por la sociedad, privilegia una formación utilitaria que responda a la sociedad de consumo para la cual es preciso formar individuos con capacidades de desempeñarse en el mundo competitivo de la producción y del mercado. Cuando en la escuela y en otros espacios de encuentro de las personas con el libro y la lectura, como la biblioteca, se introduce la literatura se lo hace con la esperanza de que con ella se forma el “gusto por la lectura”. Y para ello se acude a actividades lúdicas y de animación que no permiten a los futuros lectores construir un sentido para la lectura de la literatura que vaya más allá de pasar un rato divertido.
En este contexto se forman los mediadores –como ahora se llaman a los que antes fueron promotores y animadores de lectura–, muchos de ellos sin siquiera ser lectores literarios. Sin embargo, también es bueno reconocer que -cuando lo son- estos mediadores, bien sea los profesores en la escuela o quienes desempeñan esta labor en la biblioteca o en otros espacios de cuidado de los niños, son los únicos que podrían dar sentido a la literatura como un medio de entendimiento de la condición humana y de las posibilidades de relación de las personas consigo mismas y con los demás.
– ¿A qué se refiere con “La costura invisible: cultura y mundo”, titulo de la disertación que dará en Córdoba?
– Desde mi punto de vista trataré sobre la necesidad de que esa costura sea reconocida por la sociedad y por el Estado en sus diversas instituciones. Creo que es preciso seguir insistiendo en que se formulen políticas públicas que garanticen el derecho no sólo a la lectura sino a la literatura desde la más tierna edad. Y si bien la literatura es sólo una de las expresiones de la cultura y no sería conveniente establecer ni prioridades ni exclusiones, pienso, partiendo de esta premisa, hablar de la importancia de que estas políticas tomen en cuenta la literatura. Como lo dije anteriormente, la literatura no está reconocida por la sociedad en su dimensión más significativa, con lo cual se priva a los niños -y con ellos al resto de la humanidad- de hacer propio un patrimonio cultural, un bien público que les pertenece. Por otra parte, me parece necesario insistir en que han sido fallidos, en mi opinión, los intentos por una política de lectura y escritura que permita una verdadera apropiación de la cultura escrita. En términos generales, el ejercicio de formulación de políticas surgió como respuesta a los movimientos sociales que pedían dar cumplimiento a los derechos, especialmente de minorías y poblaciones desprotegidas; sin embargo, todas las políticas, o casi, se formulan con intereses de otros sectores que en últimas tienen mayor capacidad de presión frente al Estado y es por esto que podría decirse que son políticas neoliberales y desarrollistas. En ellas no cabe la cultura y la educación en sus dimensiones liberadoras.
Invitar a los padres a leer en grupo
– ¿Cómo encuentra hoy el interés de los niños por leer y el de los adultos por promover la lectura infantil?
-No es conveniente hacer generalizaciones, pero es obvio que el interés que tienen los niños por la lectura se debe, sin excepciones, al hecho de que en su entorno familiar y social haya habido una provocación por parte generalmente de un adulto. Como lo dice (la escritora argentina) Graciela Montes: “Los niños suelen sufrir la misma suerte que sus propios padres en el mundo (…) y es casi imposible proponer el bien de los niños sin ocuparse también del de sus padres”.
Por ello creo necesario que se empiece por garantizar este derecho a los adultos y para esto el papel de la biblioteca pública es fundamental. Invitar a los padres a leer en grupos libros que a su vez ellos pueden leer a sus hijos; libros sin edad, libros que por su calidad pueden también impactar la sensibilidad de un adulto. Leer y conversar deberían ser las actividades centrales de las bibliotecas las cuales, por desgracia, temerosas de no llegar a los niños y a los jóvenes con una actividad desprestigiada, se han convertido en parques de diversiones. Por algo ahora está de moda llamar parques a las bibliotecas como si la palabra biblioteca alejara a estas generaciones.
– ¿De qué manera, por un lado las familias, y por otro el Estado, deberían promover la lectura en los más pequeños?
– Me produce cierta desazón la palabra “promover”. Se habla de promover la lectura como si esto se hiciera desde afuera, con técnicas y actividades especiales, como si se tuviera que hacer uso de un manual y seguir ciertas reglas, lo cual además significaría una carga más para el adulto que acompaña al niño.
A mi modo de ver la única manera para lograr que los niños se apropien de la lectura, la escritura, la palabra escrita, es cuando el adulto usa la lectura y la escritura como posibilidad de pensar, de sentir, de hacer, de relacionarse consigo mismo y con los demás. Cuando comparte sus lecturas propias y cuando elige lecturas para los más chicos. Y aquí entra un tema muy delicado: el de la calidad de lo que se lee y de lo que se ofrece. Pero ésta puede ser materia de una larga discusión: ¿Qué es calidad para unos y para otros? Aquí nuevamente la escuela y la biblioteca en sus respectivas comunidades escolar y bibliotecaria pueden promover debates sobre esto.
Otra manera de fortalecer la capacidad de la elecciones es visitando las librerías. Es necesario conocer lo que el mercado ofrece, es la única manera de establecer comparaciones y de afinar el gusto y, por lo general los libreros suelen ser excelentes cómplices en esta tarea.
– ¿Qué experiencia significativa de transformación ha vivenciado a partir de la lectura en niños?
– Yo podría hablar de una en la que me involucré directamente durante más de 10 años. Fueron grupos de lectura por los que pasaron más de 10.000 niños, jóvenes y algunos adultos. Se leían obras cuidadosamente elegidas por estudiantes, lectores literarios, de literatura, filosofía, comunicación. La característica de este programa fue que nunca se ofrecía una lectura sin que ésta hubiera sido expuesta a una discusión previa. Y siempre la lectura estaba acompañada por la conversación. Conversaciones que no sólo se referían a las apreciaciones personales de quienes participaban en los grupos, sino también a aspectos literarios de la obra (que no están separados de su contenido) y muchas veces estuvieron referidas a sus realidades sociales. La escritura tampoco estaba excluida de este programa. Muchos de los participantes escribían no obras literarias sino sus comentarios, los de los demás y ponían por escrito las reflexiones que partían de la experiencia, por ejemplo sobre el papel de la conversación, el sentido de los silencios en medio de las discusiones.
A veces se trabajaba con grupos con algunas condiciones especiales: por ejemplo grupos de maestros; funcionaron más de 80, y uno muy especial, dentro de un proyecto que la Organización Internacional de Libros para Niños y Jóvenes (IBBY) tiene para poblaciones en crisis, mediante el cual mantuvimos grupos con niños y jóvenes afectados profundamente por la violencia en el país (desplazados, desmovilizados de grupos armados).