Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, en Argentina hay más de cinco millones de niños que sufren algún tipo de violencia en sus hogares
Por Lic. Alejandra Perinetti (*)
A menudo somos testigos de noticias y titulares en los medios que muestran situaciones de desprotección de niños y niñas. Con naturalidad, socialmente se toleran malos tratos a los niños, gritos, empujones, zamarreos, tirones de pelo, castigos corporales, humillaciones -entre otros-, que forman parte del escenario habitual en que millones de chicos crecen en el país.
Según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en Argentina hay más de cinco millones de niños que sufren algún tipo de violencia en sus hogares. Este dato expone la magnitud de una problemática invisibilizada y pone de relieve que casi 1 de cada 2 niños sufre algún tipo de maltrato en el espacio primario que debe contenerlos, protegerlos y favorecer su desarrollo. La violencia contra chicos no discrimina, está presente en todas partes, en el seno familiar, en la comunidad, en las instituciones y atraviesa todos los sectores sociales.
La naturalización o el cuestionamiento de la violencia en las esferas por las que transitan los niños condiciona sus posibilidades de desarrollo futuro, en tanto marcan la capacidad de establecer lazos desde el respeto, el cuidado y la protección. Cuando la función protectora del adulto se altera y quienes deben proteger, contener y acompañar el desarrollo son quienes ejercen violencia, los niños y niñas quedan expuestos a una gran fragilidad y vulnerabilidad emocional. Así, la violencia se instala como forma de relación con el mundo y se vuelve parte de lo cotidiano. Este proceso no sólo es devastador para el niño, lo es también para el futuro de la sociedad.
Ningún tipo de violencia es justificable ni debe tolerarse. Estado y la legislación establecen la obligación de proteger al niño, niña o adolescente de toda forma de maltrato y, si bien hemos sido testigos de grandes avances en este plano, no es suficiente. Es imperioso que la sociedad en su conjunto tome consciencia de esta situación y se involucre en su resolución.
Toda forma de violencia tiene consecuencias. No existen formas más leves o menos graves; un grito, una descalificación, un cachetazo, un empujón, un zamarreo, una burla o un tirón de pelo -sólo por mencionar algunas- constituyen formas de violencia. Cada uno tiene en sus manos la posibilidad de comenzar a cambiar este ciclo. El primer paso es visibilizar la violencia, pero no es suficiente.
En esta dirección, poner fin al maltrato y explotación que sufren los niños es un aspecto central de la agenda de Desarrollo Sostenible 2030, acordada por los Estados miembros de la Asamblea General de Naciones Unidas, que entró en vigencia en 2016. Este compromiso interpela especialmente al Estado pero también a las empresas, a las organizaciones de la sociedad civil y a todas las personas.
La construcción de un mundo seguro, más justo y equitativo para los niños sólo será posible si se desarrollan estrategias de prevención y mecanismos de denuncia y respuesta específica ante la vulneración severa de derechos que significa la violencia. Es fundamental comprender que cada uno debe, desde su lugar, promover entornos seguros y protectores para los niños. Los cuidadores, padres o responsables pueden hacerlo mediante la crianza positiva; los líderes y referentes sociales promoviendo prácticas no violentas de relación; los educadores y docentes, mediante la enseñanza no violenta, y cada uno de nosotros puede hacer una gran contribución al comprometerse en la identificación de las conductas violentas.
En este contexto y en el marco del Día Mundial contra el Maltrato Infantil, Aldeas Infantiles SOS Argentina ratifica su compromiso con la Convención sobre los Derechos del Niño para poner fin a todas las formas de violencia contra ellos, y condena todas las formas de maltrato.
El momento es hoy. Cada uno de nosotros debe optar por el paso hacia la protección o hacia la violencia, no existe la neutralidad en este tema. Detener el ciclo de la violencia y construir un futuro de protección es necesario y podemos hacerlo posible.
(*) Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS-Argentina