Por Marcos Ablas*
Las empresas de servicios públicos poseen modelos regulatorios, geografías y políticas de concesión específicas. Sin embargo, el estímulo creado por el consumidor del siglo XXI –conectado, exigente, electrodependiente y con enormes expectativas de recibir atención ágil y eficiente– impulsa criterios más rigurosos de control en el suministro. Los economistas dirían que es la mano invisible del mercado demandando suministro de energía, agua y gas con más confiabilidad, por un valor adecuado y con más responsabilidad ambiental.
Frente a este escenario, las empresas deben buscar maneras de ofrecer un mejor servicio, que atienda estas expectativas. Algunas industrias y grandes ciudades ya se mueven para generar su propia energía por medio de turbinas de gas o aceite, la llamada “Generación distribuida”.
En Alemania, por ejemplo, actualmente hay 140 villas de bioenergía en operación –generación con biomasa y metano–, además de 888 cooperativas de energía (43% solar), que atienden a 160.000 familias. Es el modelo de la economía compartida que desembarca en el sector eléctrico.
Para llegar a este tipo de modelos se deben solucionar varias cuestiones y prácticamente todas pasan por la planificación e inversión en redes más inteligentes. La unión de sistemas de energía (agua o gas), con la comunicación de datos en tiempo real y la obtención y análisis de información estratégica forman parte de la ecuación perfecta para la transición tecnológica del sector.
Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), por ejemplo, puede ayudar en la coordinación entre los diferentes jugadores del sector: agregadores, generadores, pequeñas unidades consumidoras y almacenadores de energía. Esta tecnología garantizará la recolección de información útil, su procesamiento en tiempo real y la aplicación de inteligencia en la generación de energía, permitiendo negocios en menor escala.
Sin embargo, más que permitir la creación de pequeños negocios en el sector, la digitalización también impactará los modelos de comercialización de energía. Recientemente han aparecido modalidades de negocio que desafían a los reguladores, como el uso de blockchain en comunidades de intercambio de energía solar en Nueva York, para asegurar el pago de la cantidad usada por cada residencia sin necesitar tener a un intermediario para controlar.
Todos estos movimientos del mercado muestran que la economía compartida llegó para quedarse y, más que nunca, los clientes tendrán la fortaleza para desafiar a los sectores tradicionales, como el de los servicios públicos. Independientemente de cuál sea el motivador principal del cambio, lo importante es que esta transformación llegue a la región.