El país y los argentinos nos encontramos ante el difícil trance de tener que superar una de las peores crisis que nos impide construir nuestra Nación y menoscaba el desarrollo de la comunidad nacional.
Cuando no se toma verdadera conciencia de ello -en especial, por parte de los gobiernos- se suelen instrumentar políticas públicas sin que se establezca previamente un acuerdo con los sectores organizados de la sociedad y ello produce las consabidas idas y vueltas que enmarañan aún más la crítica situación.
Cuando al fin se convoca al diálogo, nos persuadimos de que dicho trámite, por sí solo, no genera políticas justas e integrales, porque en el fondo lo tramitan la desesperación y el desconcierto que impiden enfrentar las causas estructurales que padece el país.
Estos procederes desalientan y desorientan a las entidades intermedias debido a las enormes dudas que generan políticas de Estado erráticas más aún ante una situación económica y social desbordada por la inflación, por una pronunciada baja del consumo popular, una incipiente recesión económica e índices de pobreza nunca vistos.
Acordar un diálogo bajo estas condicionantes confunde los objetivos y sólo se apega a medidas coyunturales, sin que nadie se anime a predecir con seguridad cuál es el futuro de la industria nacional.
Esta película, que hemos vivido repetidas veces durante más de 30 años de democracia, sigue siendo el error más grave que cometen muchos gobiernos. Primero por ignorar o no ver como los argentinos, al evolucionar socialmente, están llamados a participar en la definición y ejecución de las políticas públicas por medio de sus instituciones representativas, entendiendo que ello constituye una parte del deber ético y moral que se debe asumir para ser parte de la solución de los problemas que padece Argentina, porque quien no participa de las soluciones casi siempre queda al margen de los resultados.
Por lo pronto, una parte importante de los empresarios comprende que para ser exitosos y comprometidos con el futuro trascendente del país, debe accionar -más allá de los emprendimientos particulares- por medio de las entidades intermedias, promoviendo la integración a un mismo proyecto con los demás sectores políticos, gremiales y sociales del país.
Pero este compromiso, así como es ninguneado por los gobiernos, tampoco cuenta dentro de la complejidad sectorial con total aceptación. Hay dirigentes que, sumidos por un exacerbado individualismo, han perdido el sentido de pertenencia al país y como éste no les ofrece posibilidades de expandir sus negocios salen en busca de otros horizontes -lo que no está mal- pero descuidan y dejan de lado la preocupación por contribuir a la construcción de los perfiles de consumo y de producción nacional, como base de despegue de sus pretensiones particulares. Esto demuestra que también han perdido el sentido de la solidaridad con nuestro propio crecimiento económico y desarrollo social.
Es por eso que los empresarios comprometidos con el futuro del país entienden que más allá de atender las contingencias, lo que no se debe abandonar nunca es la idea de consensuar un Proyecto Nacional que determine los perfiles industrial, productivo y laboral como meta de realización de los argentinos. Esto se empieza a comprender, en primer término, a partir de la preocupación que tienen las empresas de origen familiar que representan al amplio sector de las pymes, que o son subsidiarias de las grandes empresas o sirven al mercado de consumo nacional.
Son las que emplean más de 70% de la mano de obra en general y siempre las que primero sufren las consecuencias de los impuestos distorsivos de gobiernos ineficientes, de políticas que favorecen la introducción indiscriminada de productos importados o niegan la entrada de aquellos que se necesitan para crecer como así también victimas secundarias cuando se implementan políticas económicas que degradan y comprimen el consumo nacional. En segundo término, comienzan a tomar debida nota de este proceso grandes empresas nacionales que, con su poder económico, están en condición de respaldar un proyecto laboral y productivo que nos independice del excesivo ultraje que hacen capitales internacionales que no vienen a resolver nuestros problemas. Más bien se sirven de ellos.
Sabiendo que nadie puede realizarse en una sociedad que no se realice, es fundamental que las cámaras y entidades sectoriales se consubstancien con este objetivo y coadyuven a la conformación de un movimiento empresarial que, más allá de las vocaciones personales y lo exclusivamente sectorial, promueva un cambio de época que reformule la política, la economía y lo social de acuerdo con nuestra identidad histórica, cultural, laboral y productiva.
De esta forma se dará un paso de enorme significación democrática, recuperando el interés y la participación del sector empresarial que con sus esfuerzos, valores y virtudes pondrá su impronta en la definición y ejecución de políticas públicas en defensa y promoción de la educación, el trabajo digno, la producción y todos aquellos factores que se consideren imprescindibles en un proceso de plena realización nacional.
(*) Ex ministro de Obras y Servicios Públicos de la Provincia de Córdoba 1973/74
Estimado, siempre tan claro, un gusto leerlo