Pasados los primeros meses desde que ese país decidió dejar de pertenecer al citado bloque, las 27 naciones que lo siguen integrando tratan de evitar todo tipo de efecto negativo; ello es un objetivo que los ha unido bastante más de lo que se suponía posible. Las intenciones de otros miembros de la unón de imitar el brexit muy pronto se calmaron y se acentuó la voluntad de mantenerse juntos
Por Salvador Treber
En la actualidad se pueden advertir múltiples declaraciones que postulan la conclusión definitiva de la Unión Europea (UE) por parte de los militantes políticos de ambos extremos del campo político en ese continente; por su escaso número, sin embargo, resultan muy poco representativos y ello los torna totalmente inoperantes. En consecuencia, luego de un par de meses de algún desconcierto, las dificultades y problemas de mayor envergadura los ha pasado a sentir en mucho mayor medida el gobierno, la economía y el pueblo de la Gran Bretaña.
Es que en Londres generó una situación de cierto desasosiego que se tradujo en la paridad de la libra esterlina pues ésta se precipitó a su menor cotización desde el año 1985; es decir US$1,28.
Resulta evidente que los operadores están muy inquietos y disconformes con la actitud adoptada o, por lo menos, con lo que consideraron un innecesario apuro y una imprudente decisión, que no estuvo debidamente respaldada por fundamentos antes de que fuera debidamente conocida y convalidada por una mayoría de su propia población. La referida baja de la cotización incluso se produjo en forma anticipada a que la medida fuera convalidada en el Parlamento, que aprobó el casi equilibrado resultado del respectivo referéndum.
La novedad impuesta por el precitado brexit tuvo, luego de la sorpresa u desconcierto inicial, el efecto de una inyección en el seno de todos los países del área. El referido clima, lejos de causar incertidumbre, quizá por la serena y acertada conducción de Bruselas, se tornó plena de firmeza que coadyuvó para afrontar con llamativa eficiencia la nueva situación creada. En primer lugar, urgieron al que consideraron unánimemente como “país desertor” para que acelere su autoexclusión en todo lo más posible.
La reacción del sector financiero
Se hizo por entonces habitual ordenar por parte de los bancos la suspensión preventiva en la atención a sus clientes, rechazando solicitudes de reintegros ya que muchos actuaron por temor y pretendieron les retornaran sus fondos líquidos. Esa actitud fue superada rápidamente debido a la firmeza que exhibieron las entidades en función de la decisión que se actuó en la emergencia.
Tal modalidad se mantuvo sólo al comienzo pero el esquema se normalizó al cabo de unos pocos días después, volviéndose así a una operatoria semejante a la que caracterizaba la gestión precedente. La suma inicialmente congelada ascendió a 9.000 millones de libras y seguramente la conducción económica-financiera del Reino Unido habrá buscado apoyo y/o consultas al respecto en Estados Unidos que, obviamente, mantuvo en estricto secreto.
También es muy probable que durante los meses precedentes se hayan concertado pactos secretos con Estados Unidos; lo cual no es de extrañar pues esa modalidad de gestión, en cuanto al mutuo apoyo, ha caracterizado desde el inicio las relaciones entre ambos gobiernos desde que la gran potencia americana se independizó de la ocupación británica, en el año 1607. Es que de no ser así, es de suponer que muy difícilmente habría adoptado la decisión que se refiere sin ninguna vacilación. En realidad hubo y sigue existiendo en el frente interno cierta voluntad de no dejar de pertenecer a la UE y hasta la pretensión de permanecer en ella.
Concretamente se trata de las autoridades de Escocia que ocupa la parte centro-norte de la isla mayor (71 mil km2) e Irlanda del Norte, con otros 15 mil km2, donde el plebiscito no autorizó el brexit y, por el contrario, pidió autorización para no desvincularse de la UE. De haber sucedido tal cosa, el Reino Unido no habría podido continuar operando como tal pues hubiese quedado sólo compuesto por Gales e Inglaterra; es decir, con apenas 137 mil km2 y, por tanto, dicho país dejaría automáticamente de ser “Gran Bretaña” o el “Reino Unido” debido a tal desmembramiento.
El equipo gobernante escocés realiza ingentes gestiones para continuar encarando gestiones de adhesión a la UE, a la par que el Reino Unido hace sus propias negociaciones para concretar su autoexclusión. Cabe agregar que en esa área norte de la isla mayor, 62% de los votos no apoyó la iniciativa y apenas 34% consintió la separación; mientras en Inglaterra y Gales esas proporciones aparecen invertidas. Como las autoridades londinenses no aceptan esa duplicidad de planteos, el clima político se ha saturado de controversias que enturbian muy densamente el mercado de dicho país y apuntan a una fractura.
La repercusión en la UE
Por otra parte, la UE no puede negociar, y menos aún, aceptar la doble incorporación que pretenden Escocia e Irlanda del Norte pues no está previsto que regiones puedan adherirse a ella. Esta situación tiende, sin proponérselo expresamente, a forzar una opción histórica que no tiene antecedentes en la historia política internacional. El tema es arduo. Seguramente la evolución y las interferencias que se susciten podrían generar no sólo conflictos, sino peligrosos desencuentros.
Es cierto que el otrora Imperio Británico, luego de conquistar India y Sudáfrica se convirtió, durante el siglo XVIII, en dueña y señora de todos los mares y océanos del planeta; pasando a transformarse en la indiscutida primera potencia militar; pero ello desde hace tiempo es sólo parte de su pasado histórico. Según la información que proporciona el organismo especializado de las Naciones Unidas, es la séptima potencia mundial, muy lejos de EEUU, China e India, que encabezan en forma indiscutible ese escalonamiento que integran los 208 países existentes.
El presidente del Banco de Inglaterra arguyó al respecto que con la separación de la UE se evitaría afrontar una severa recesión; aunque ahora se hace evidente que tal circunstancia no se ha verificado y, por el contrario, la pretendida intención de ahorrar una recesión ha operado en su contra. En el Reino Unido, ante las pérdidas habidas en la Bolsa, los inversores trataron de detectar sitios seguros que permitieran en la emergencia concretar la “novedosa preferencia” por valores emitidos en Japón, norteamericanos y ahora alemanes; propensión que redujo de inmediato el nivel de los intereses en forma muy notoria.
De acuerdo con lo advertido, dicho mercado londinense no fue demasiado conmovido pues, si bien registró subas, éstas no le permitieron superar el nivel alcanzado en marzo del corriente año cuando llego a US$1.375.45. La plaza desde entonces se mantiene expectante y la operatoria general ha descendido en forma apreciable. Por otra parte, en los diversos centros financieros de Europa ha renacido la confianza y existe una tendencia generalizada a consolidar la UE.
Las secuelas más significativas
Como claros ejemplos de la casi inmediata reacción, en Alemania la jefa del gabinete, Angela Merkel, ha logrado su mayor apoyo (72%) en esta circunstancia; mientras en Dinamarca el respaldo a la Unión ha ascendido a 69%. En la vecina Finlandia el cambio en la opinión pública ha sido muy notorio ya que antes sólo 56% aprobaba la continuidad en la UE y ahora se expiden en tal sentido 68% de los consultados En Austria esa suba pasó de un escaso 49% a un óptimo 70%; pero, sin dudas, el caso más extremo es el de Irlanda, donde nada menos que 81% de sus habitantes adhieren a lo actuado.
En el sur de Europa, Italia registró un voto favorable de 66% de la población, a la par que se reiteraron en todo su territorio múltiples y espontáneos actos en que se ha expresado la plena conformidad de mayorías crecientes; mientras en España los que adoptaron semejante posición ascendieron a 74%.
En forma paralela, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, reconoció sin ensayar fórmulas evasivas que “las condiciones económicas se han deteriorado por causa del brexit” y que será indispensable adoptar “algún tipo de flexibilización de la política monetaria”, con clara referencia a una eventual reducción importante de la tasa de interés.
No ha faltado en la emergencia la opinión del Fondo Monetario Internacional (FMI) que oficialmente ha hecho conocer que la autoexclusión británica “enfría las perspectivas de crecimiento en gran parte del mundo”. Y a modo de ratificación señala que, “sin ninguna duda, considera la significativa incertidumbre como el principal riesgo para la economía mundial”. Al propio tiempo aconsejó a los diversos líderes europeos “emprender acciones decisivas para frenar la sangría”. El tono y las expresiones utilizadas por el FMI reflejan el grado de fundada preocupación que hay en ese ámbito.
Las declaraciones antes mencionadas llegaron también a asumir tono de advertencia al señalar que “el Brexit ha creado significativas incertidumbres” y que ello va a “enfriar la economía, especialmente en el Reino Unido, pero también en la UE”, razón por la cual revelan que han llamado a “una transición suave y predecible”. Consideran, además, que “los tiempos y los términos del proceso de separación serán cruciales “y cuanto más se extiendan se multiplicarán los períodos de incertidumbre que operaran como un freno al crecimiento.”. Dado que es tarea habitual del FMI dar a conocer periódicamente las respectivas proyecciones de crecimiento, esta vez ello despertó una gran expectativa.
Es oportuno recordar que en abril pasado establecieron un posible crecimiento de +1,9% para el Reino Unido; +1,5% en la UE y +3,2% en la economía global del planeta. La actualización de tales datos se concretó el 19 de julio pasado y en ese momento se verificó que para las tres áreas premencionadas hubo caídas de alrededor de -2,3% que agregan otra preocupación adicional a las generadas por el brexit. No sólo eso, advierten que se deberá seguir muy de cerca dicha evolución pues el deterioro económico-financiero podría ahondarse o extenderse temporalmente, lo cual hasta puede generar una brecha muy difícil de superar al restar posibilidades de superar exitosamente una conflictiva etapa de la gestión actual que data de 2008 en adelante.