Werner Best, el organizador y teórico de la Gestapo. Diseñó normativamente una de las organizaciones de represión más temibles del mundo.
Karl Rudolf Werner Best tiene, por propios y terribles méritos, su nombre inscripto en los anales de la infamia universal. No obstante ello, ha salido tan bien librado del juicio histórico como en vida “zafó” de los actos que perpetró.
Al analizar su biografía, no es su ingenio para la perversión del derecho lo que llama su atención sino la forma en que pudo salir bien librado tras la caída del régimen nazi, en el cual sus elucubraciones pseudojurídicas ocuparon un lugar central.
Para empezar, ha sido definido acertadamente como el “teórico, organizador y jefe de personal” de la Gestapo en sus inicios. También tuvo un papel crucial en el establecimiento de la llamada “Oficina Central de Seguridad del Reich”, que aglutinaba a las diversas policías y servicios de inteligencia civiles de la Alemania nazi. Participó asimismo de la concepción y conformación inicial de los llamados Einsatzgruppen o grupos de ejecución de disidentes políticos y minorías “racialmente inferiores”. Y, por si fuera poco, tuvo un alto cargo en la administración de la Francia controlada por el régimen de Vichy, siendo además en los dos últimos años de la guerra Plenipotenciario del Reich para la Dinamarca ocupada.
Nacido en Darmstadt, el 10 de julio de 1903; la intervención francesa de la región del Ruhr lo vuelca a la resistencia activa, siendo detenido por ello varias veces entre 1923 y 1924. Es por tales detenciones que se despierta su deseo de estudiar Derecho, cuestión que concreta en las universidades de Friburgo y Heidelberg entre 1925 y 1929, obteniendo el grado de doctor en Jurisprudencia en 1930.
Un año después ingresa en el Partido Nazi con el número de afiliado 341.338. Sus primeras tareas políticas las cumple en lo que podríamos denominar el departamento jurídico del partido. Allí conoce a otros peso pesados en eso de torcer las leyes de una democracia endeble en beneficio del ascenso al poder de Hitler: Roland Freisler, Hans Frank y Kurt Rothenburger.
La buena estrella, por decirlo de algún modo, que lo acompañaría a lo largo de su existencia comienza a evidenciarse por esas fechas. No pasa un año antes que obtenga su primera “jefatura”, que marca su ingreso a la jerarquía nazi, siendo nombrado asesor jurídico del distrito (Gau) de Hesse.
Por ese tiempo, junto a la crema de la crema de los abogados nazis, se reunió secretamente en la granja de Boxheimer Hof, a fin de dar forma a un conjunto de normas, principalmente de excepción y materia penal, que se dictarían para el caso de que Hitler llegara al poder.
Cuando el asunto salió a la luz pública fue conocido como “Incidente Boxheimer” y, siendo que se trataba, a todas luces, de una tentativa de supresión del orden constitucional de la República de Weimar, Best debió renunciar a todos sus cargos y desaparecer por un tiempo de los lugares que solía frecuentar.
No pasó mucho antes de que la situación política le permitiera retornar a sus actividades de siempre. En 1933, Best se unió a las SS como miembro número 23.377, siendo nombrado Obersturmbannführer, grado equivalente al de teniente coronel. Luego llegaría a Obergruppenführer, asimilable a un teniente general de nuestra época.
Tras la toma del poder por Hitler, fue nombrado en el departamento jurídico primero y luego el de personal de la Gestapo, la nueva policía secreta del régimen. Fruto de su inventiva es conseguir en 1935 que los tribunales del ramo declararan que dicho organismo “no estaba sujeto a la revisión judicial de sus actos”. En la ley orgánica de 1936, también obra suya, la cosa fue más lejos: específicamente se lo eximió de toda responsabilidad antes los tribunales, debiendo únicamente rendir cuentas dentro de su cadena jerárquica administrativa.
Por mucho menos, a varios de sus colegas nazis los colgaron por el cuello tras los Juicios de Nuremberg. A él, en cambio, sólo lo citaron como testigo, mientras esperaba ser juzgado por un tribunal dinamarqués por su actuación en ese país como plenipotenciario nazi. Que su creación “jurídica”, la Gestapo, fuera luego declarada como una organización criminal no le trajo, sorprendentemente, consecuencia alguna.
En 1946 una corte danesa lo condenó a muerte en primera instancia, pero Best apeló el fallo y en la subsiguiente revisión se le disminuyó a 12 años de prisión en virtud de haber desobedecido varias órdenes represivas de Hitler. Cumplió menos de la mitad de esa pena, antes de ser liberado en 1951 y expulsado a la Alemania Occidental. En dicho país no sólo no se le formuló acusación alguna, sino que en 1972, cuando Polonia solicitó su extradición por crímenes de guerra, se la denegaron por razones de salud. Werner Best falleció a sus 86 años en la ciudad de Mülheim, en Westfalia, en 1989. En los últimos años había formado parte de una agrupación de ayuda de ex miembros de la SS, también sin que nadie dijera demasiado al respecto.