Damián Carreras es una figura televisiva reconocida. Se trata de un periodista de la vieja guardia, no por su edad sino por la forma de encarar ciertas cosas -como ser curioso por naturaleza, aventurero por elección e ir al fondo de las historias con pasión y profundidad-.
También, por buscar la precisión en los hechos antes que la primicia efectista. Puede por eso contar como cuenta esas pequeñas grandes historias, las que nos distinguen como parte de la humanidad, las que nos hacen descubrir lo paradójica, múltiple y frágil que resulta la existencia de las personas.
Hace un tiempo se propuso retratar 23 grandes historias, una por cada provincia de la Argentina. Las llevó primero a la televisión en el ciclo Móvil, para ahora encauzarlas bajo la forma de un libro, titulado A23.
Historias de personas reales, de carne y hueso. Sin más aditamento que una investigación a conciencia. Ellas cuentan nuestro país, nuestra realidad desde otro lugar. Se trata de personas o acontecimientos que, con toda injusticia, no han sido reflejados por la crónica periodística diaria, secuestrada por los titulares de cada día y los personajes del conocimiento público.
Son, también, relatos que escapan al común de lo que vemos en los medios o sobre lo que se escribe. Desde la botella que flotó por años en el canal de Beagle destinada a un marino argentino muerto en la guerra de Malvinas, al mafioso corso que vivió en Córdoba e inspiró la película Contacto en Francia, o la vida de las comunidades religiosas menonitas en La Pampa donde transcurren sus días sin ver televisión ni acceso a Internet.
Ellas son el resultado de cuatro años de viajes por el país, de norte a sur y de este a oeste. Documentadas a conciencia y magistralmente contadas.
Marca por ello una gran diferencia respecto de ese grueso de narraciones a que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación masiva: relatos efímeros y que necesariamente deben ser condimentados, por su misma insustancialidad, con golpes bajos a la emocionalidad de las personas o apelaciones al morbo.
Puede decirse entonces que tales historias son, dentro del género, una forma análoga a lo que en la música se denomina “unplugged”. Una ejecución de sonidos intimistas sin la participación de ningún tipo de instrumento electrónico que lo desnaturalice. Las historias que narra Damián tienen precisamente eso. El gran protagonista es el relato, contado desde dentro. “Vivo la historia que transmito”, nos dijo alguna vez. Se trata de un rasgo propio no sólo de su estilo sino de su modo de vida. El narrador se mete en la historia, la vive como testigo, y a veces casi como protagonista, con atención a todos los detalles. Por eso lo que dice llega a lo profundo del espíritu y allí queda.
Son también relatos que se resisten a un encasillamiento. Puede decirse que es un libro de historias de viaje, pero también hay en ellas la reflexión sobre la condición humana, sobre lo paradójico del actuar de la naturaleza y también tiene parte de denuncia periodística. Pero asimismo nos permite inferir a su autor, a ese inquieto andariego de caminos que pocos andan. Al que no teme cruzar fronteras, en más de un sentido, con tal de llegar a la verdad de las cosas. Un narrador sincero que cincela las palabras que emplea con la misma pasión que pone en sus búsquedas.
El libro A 23, como antes el ciclo en que se contaban tales historias, muestra que puede hacerse periodismo con profundidad, desde el interior, en estos tiempos de concentración de medios y noticias fugaces.
Como escribió el poeta Antonio Machado: “Caminante, son tus huellas/el camino y nada más”. Damián, en su caminar, va moldeando sus historias, para fortuna de quienes van a leerlas luego.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica