martes 19, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Valores organizacionales y la Responsabilidad Social Empresarial

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Hay una pregunta existencial que pocas veces nos hacemos: ¿Por qué trabajamos? El interrogante puede abordarse desde muchas perspectivas: biológicas, económicas, sociológicas, antropológicas, culturales, filosóficas, etcétera, pero fundamentalmente la pregunta es filosófica y por lo tanto es existencial: aunque el trabajo pudiera definirse, desde una síntesis sencilla de aquellas perspectivas, como una transformación benéfica del mundo con el fin de intercambiar productos necesarios para la vida por medio de relaciones culturales, el concepto que totaliza a todos los otros es un concepto existencial.

Sin conciencia de existencia no hay conciencia de ser humano, y sin conciencia de ser humano no hay conciencia de trabajo. Porque el único ser vivo que se pregunta por el trabajo es el ser humano. Dicho al modo de las fábulas, el buey no se pregunta por qué trabaja. Ni tampoco se pregunta por su existencia. Es decir que transforma y mejora el mundo pero no lo sabe. Sin saberlo, se encuentra amarrado al tripalium, ese artefacto hecho con tres palos, y de cuyo nombre se deriva el verbo trabajar (del latín tripaliare). No sólo no lo sabe sino que tampoco recibe dinero por su esfuerzo ni se relaciona culturalmente. O sea que, desde esta perspectiva, ni siquiera trabaja, porque para trabajar primero es necesario preguntarse por qué lo hacemos. Y es en esta dicotomía ontológica, ser humano o ser buey, donde se define gradualmente la pregunta existencial por el trabajo. Ser o no ser, ésa es la pregunta de siempre que ahora toma otra forma.

No sólo hay bueyes fuertes que fatigosamente tiran de pesados artefactos rústicos sino que, parafraseando nuestra sencilla -y seguramente incompleta – definición, una transformación benéfica del mundo implica, mediante la innovación y el agregado de valor de lo que producimos o servimos, la posibilidad de consumir productos o servicios necesarios para nuestras vidas que otros han desarrollado. Aunque esta interacción cultural no siempre ha devenido en una mejor calidad de vida relativa para toda la humanidad, sí ha posibilitado la existencia relativa de más y mejores productos y servicios.

Los problemas que a veces imposibilitan el estar armonioso y pacífico entre las personas siguen siendo muchos y no son exclusivamente de naturaleza económica, pero la historia del conocimiento revela que, quizá de un modo irregular y desordenado, ha habido un efecto emancipador y benéfico que ha sido posible gracias a los avances en el campo de la innovación y la creatividad económica. Para expresar sólo algunos ejemplos de este relativo bienestar general, sería bueno capitalizar la ausencia de la sucia nube gris que hasta hace poco solía pender sobre la zona céntrica de muchas ciudades, el masivo acceso de equipos de aire acondicionado en las viviendas o el decreciente índice de mortalidad neonatal como resultados positivos de la innovación tecnológica y del trabajo creativo.

Si una organización laboral que a su vez interactúa con otras organizaciones laborales está comprometida con la innovación, la creatividad, la constancia y el entusiasmo para ofrecer mejores productos o servicios, entonces evidenciará beneficios en el ámbito social que serán una consecuencia lógica de su modo ontológico. Un buen producto o servicio que deja satisfechos a sus consumidores es tan importante como la capacitación e incorporación de jóvenes al mercado laboral, la reincorporación de adultos desvinculados del mundo laboral por meras e infundadas objeciones etarias, la creación de oportunidades para trabajadores con capacidades especiales o la asistencia solidaria en escuelas rurales. Es necesario que exista una evidente coherencia entre las acciones que se ejercen hacia afuera de la empresa en tanto estilo de interacción en la comunidad y los modos de creación de valor agregado que ocurren en su interior. El apoyo a escuelas u hospitales rurales es tan valioso como los pulmones sanos de niños citadinos, que productos revolucionarios como el auto eléctrico o los catalizadores de gases preservan.

Cada vez hay más empresas en la República Argentina que incorporan valores de Responsabilidad Social Empresarial. El concepto no sólo gravitaba sobre el cuidado del ambiente sino también sobre la sustentabilidad de los proyectos de urbanización o sobre una educación en valores democráticos universales. Lo global por pensarse no es necesariamente lo mundial sino más bien es el afuera inmediato de la empresa, o sea la comunidad local donde se actúa. El pensamiento y la acción al interior de la empresa debe ser coherente con el pensamiento y la acción en la comunidad. En el camino que falta recorrer, además será importante que las empresas argentinas tengan la integridad necesaria para respetar los límites entre responsabilidad social y los conceptos de marketing o de branding, ya que éstas son técnicas con modos y objetivos diferentes que no analizaremos aquí.

No se diseñan políticas de responsabilidad social para posicionar una marca determinada sino para permear reversiblemente los contornos de la empresa y abrirse a las necesidades y aportes de subjetividades diversas que puedan identificarse con los valores históricos de innovación, creatividad, constancia y entusiasmo que también connotan el fenómeno existencial del trabajo.

* Gerente de Marketing y Comunicación Institucional, Grupo Consultores de Empresas.

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