Los peligrosos frutos del genio. La actividad del dramaturgo alemán como leguleyo derivó en una obra literaria que le trajo no pocos problemas.
Por Luis R. Carranza Torres
Johann Wolfgang von Goethe fue muchas cosas en su vida e hizo contribuciones no menores a su época. Pero pocos conocen que, además de poeta, novelista, dramaturgo y científico, fue también abogado.
Este referente principal del movimiento del romanticismo tenía la cuestión jurídica por sangre. Su padre, Johann Caspar Goethe, también lo fue, llegando a alcanzar la categoría de consejero imperial. En su niñez en Frankfurt am Main, si bien el niño exhibió dotes de gran inteligencia y una superlativa curiosidad, sus inclinaciones no parecían apuntar particularmente al derecho sino al arte. Aunque llegada la edad, a ello inclinó sus estudios.
A partir de 1765 y hasta 1768 estudió Derecho en la Universidad de Leipzig. En tal período es cuando define su interés por el arte. A la par del gusto por la literatura y la pintura, conoce los escritos de Winckelmann sobre la cultura griega y queda prendado de las obras dramáticas de autores como Friedrich Gottlieb Klopstok y Gotthold Ephraim Lessing, que serían luego decisivas en su estilo.
También hubo un amor de estudiante con la hija de un comerciante de vinos en cuya taberna solía cenar, que lo volcó a la literatura. El frustrado trajín de sus jóvenes y ardorosos sentimientos puede descubrirse sin demasiado esfuerzo en sus primeras obras, como la comedia en verso de un acto El capricho del enamorado, de 1767, y la tragedia -también en verso- Los cómplices, del año siguiente.
Tras un breve interregno motivado por una enfermedad que lo obligó a retornar a Francfurt, continuó sus estudios de derecho, esta vez en Estrasburgo, de 1770 a 1771. Aparte de obtener su título, ese bienio conoció a Friederike Brion. El romance fue breve pero intenso.
Aun después de concluido, ella inspiraría la mayoría de sus personajes femeninos. De hecho, fue su musa para delinear al personaje de Gretchen en Fausto.
Empezó a hacer prácticas de abogacía en Wetzlar al tiempo que trababa amistad con el teólogo y literato Johann Gottfried von Herder. Fue él quien lo introdujo en la poesía popular alemana y lo acercó a Shakespeare. Fue su colaborador en la redacción del manifiesto Sturm und Drang (tempestad e ímpetu), considerado la primera manifestación del espíritu del Romanticismo en Alemania.
Escribió por entonces Sobre el estilo y el arte alemán y la tragedia Götz von Berlichingen. Pero fue su novela Las desventuras del joven Werther (Die Leiden des jungen Werthers, en alemán), aparecida en 1774, la que lo instaló definitivamente como autor de renombre. Su inspiración fue lo ocurrido al propio autor cuando hacía prácticas de abogacía en el tribunal de Wetzlar. Por ese entonces Goethe se había enamorado de Charlotte Buff, novia y prometida de su colega, también abogado en prácticas, Johann Christian Kestner; también por ese tiempo, otro abogado atormentado por un amor no correspondido se suicidó utilizando una pistola prestada por Kestner. Goethe unió ambas historias y consiguió un éxito literario sin precedentes, pero también sin tener la menor idea de lo que tal suceso le traería aparejado.
El libro cuenta el desencanto que el joven Werther tiene con la sociedad de su época, en la que el hombre se parece cada vez más a una máquina, ya en tiempos de la preindustrialización. Nada parece tener sentido, ni lo viejo ni lo nuevo, por lo que el protagonista, tras un desencanto de amor, acaba terminando con su propia existencia. Tal planteo literario fue, a la par de su triunfo en número de publicaciones, pródigo en imitaciones. No sólo literarias sino también en la vida real.
Como una imprevista consecuencia, una “epidemia” de suicidios juveniles se desató en Alemania luego de su publicación. Como es usual, en lugar de buscar las causas en una sociedad reprimida que no daba a su parte más joven horizontes de nada, terminó culpándose a Goethe del “fenómeno”. Una vez más, era más fácil tomársela con el mensajero en lugar de sincerar y enfrentar los tabúes, hipocresías y silencios colectivos de ese tiempo.
Para no pocos se trataba de un libro maldito, capaz de despertar en los jóvenes lectores la necesidad de autodestruirse.
El mismo año su éxito Goethe publica su drama Clavijo e intenta abrir un bufete de abogado en Francfurt. El injusto castigo social por suicidios en los que nada tenía que ver determinaron en gran parte la poca fortuna del novel estudio. En 1775 se comprometió con la hija de un banquero, Lili Schönemann, pero oposición de ambas familias hacen naufragar la relación.
Frente a la sucesión de hechos desventurados, en lo profesional y amoroso, una buena le cayó prácticamente del cielo al joven Johann Wolfgang. Uno de sus admiradores literarios, Carlos Augusto de Sajonia-Weimar-Eisenach, duque del territorio alemán del mismo nombre, conocido por su interés en lo intelectual y artístico, lo invitó a sumarse a su corte en Weimar.
Buscaba, con Goethe, promover las artes y ciencias. Fue el inicio de una amistad entre ambos que resultaría de por vida. Y para el atacado abogado y literato, la perfecta excusa para terminar de enterrar tanto sus sentimientos por Lili como con el ejercicio de la abogacía.