Advierte del mayor traslado y acumulación de cenizas y sedimentos en esos reservorios de agua, lo que reduce su capacidad de almacenamiento.
Los incendios pueden haber reducido entre 50 y 100 años la vida útil de los embalses en Córdoba.
El fuego ocasiona la pérdida de materia orgánica, disminuye la absorción del suelo y así aumenta la circulación del agua en las cuencas de drenaje. El resultado: mayor traslado y acumulación de cenizas y sedimentos a esos reservorios, lo que reduce su capacidad de almacenamiento.
Tal es la conclusión a la que arriba una investigación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) que se enfocó en los embalses San Roque y Los Molinos, según divulgó ayer la Agencia de Noticias UNCiencia, de la Casa de Trejo.
“Si la situación se mantiene como en la actualidad, la vida útil de los embalses San Roque y Los Molinos, que sirven como fuente de agua a la capital de la provincia de Córdoba, se habrá reducido entre 50 y 100 años a causa de los incendios ocurridos en las sierras en los últimos años”, detalló UNCiencia.
La estimación es resultado de una investigación que valoró en forma precisa el grado de afectación ocasionado por estos siniestros. El trabajo busca construir bases científicas que aporten a la elaboración de planes de acción para el control de los incendios y la mitigación de sus consecuencias. El estudio fue realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, bajo la dirección de Santiago Reyna, profesor titular plenario de la cátedra de Obras Hidráulicas en la carrera de Ingeniería Civil.
Recurso en peligro
La limitación en el acceso al agua es uno de los problemas de mayor trascendencia mundial, por el impacto que tiene en la vida y el desarrollo de los pueblos.
Particularmente, la provincia de Córdoba atraviesa desde hace varios años una situación de progresiva degradación de las cuencas que aportan el recurso para el consumo humano. A ello contribuyen la colmatación –es decir, el llenado con sedimentos– y la contaminación de los principales embalses, que generan situaciones de demandas superiores a la disponibilidad hídrica del propio sistema.
Un agravante de esta situación -sostiene el informe- fueron los incendios en las sierras, que se agudizaron los últimos años. Los fuegos son particularmente intensos entre agosto y noviembre, coincidiendo con la época de menor cantidad de lluvias, y su importancia depende, entre otros factores, de la temperatura, los vientos, la abundancia de material combustible y la acción del hombre.
Los incendios conllevan múltiples consecuencias. Ocasionan pérdida de materia orgánica, reducción de la capacidad de absorción del suelo y favorecen la escorrentía -circulación de agua sobre la superficie en una cuenca de drenaje- lo que, consecuentemente, implica mayor traslado y acumulación de cenizas y sedimentos en los embalses.
Todo esto genera el fenómeno conocido como “eutrofización” de éstos, que redunda en mayor proliferación de algas, mortandad de peces y reducción de la concentración de oxígeno disuelto, entre otras consecuencias. A su vez, esto implica mayores costos en el proceso potabilización del agua utilizada para el consumo humano.
Otro proceso que acelera los incendios es el de “tarquinamiento” de los embalses, que consiste en que éstos se van colmando de materia sólida –limos, arenas, gravas y ceniza– y por ende disminuye su capacidad útil de almacenamiento.
Combinadas ambas situaciones –eutrofización y tarquinamiento–, redundan en una destrucción de los embalses, que se van “aterrando”: el espejo de agua queda invadido de algas, la vegetación fija esos sedimentos y las colas de los embalses se van transformando en “humedales” artificiales, según los investigadores.
El diagnósitico
Los embalses de San Roque y Los Molinos, que sirven como fuente de agua a la ciudad capital, sufren simultáneamente ambos procesos en distinto grado. El equipo encabezado por Reyna cuantificó la intensidad con que fueron afectados durante los últimos años a causa de los continuos incendios en sus cuencas.
De acuerdo con el trabajo, el San Roque “mostraba en 2011 un nivel de tarquinamiento de 22%. Si no se considerara el efecto de los incendios, llegaría a 75% de colmatación en el año 2169. Pero dado el impacto de los siniestros de los últimos años, la vida útil del embalse se reduciría 50 años, ya que por los sedimentos que se están acumulando llegaría al 75% de colmatación en 2119”.
Algo similar sucede en Los Molinos, aunque la situación es menos acuciante porque se trata de un embalse más nuevo y en mejor estado. “Si no se considerara el efecto de los incendios llegaría al 75% de colmatación en el año 2445. Pero, dado el efecto de los siniestros que aparecieron en los últimos años, la vida útil del embalse se reduciría más de 100 años, pues por los sedimentos que se están acumulando alcanzaría el 75% de colmatación en 2343”, concluyó el equipo.