Sobre el peronismo se han vertido ríos de tinta. Desde la derecha, la izquierda, desde fuera y desde dentro. Ha sido caracterizado como nacionalismo burgués, bonapartismo, aluvión zoológico, nazi-fasci-falango-peronismo, y el mote más común de un antojadizo sesgo despectivo: populismo. Hay opiniones contradictorias y discutibles.
Pero hay cifras que son insoslayables: los aumentos de salarios entre 1946 y 1952 alcanzaron un promedio de 56 por ciento anual. A finales de 1951 había siete millones de obreros, esto es 39 por ciento de la población, y 70 por ciento de ellos -unos cinco millones- estaba sindicalizado, lo que significa amparados por convenios y con los correspondientes aportes jubilatorios y obra social.
En 1952, Argentina presentaba el más alto nivel de vida de América Latina. En 1949 la deuda externa era cero pesos. En 1954 los obreros argentinos alcanzaron la mayor participación de la historia local en lo que se refiere a la distribución del ingreso nacional: 50,8 por ciento.
A partir del 17 de octubre de 1945 una bisagra histórica existe en Argentina. Todo aquel que esté interesado en la investigación o estudio de la historia y la política argentina invariablemente se va a topar con el peronismo. La izquierda peronista por medio de su intelectual y militante más lucido, John W. Cooke, lo llamó “el hecho maldito del país burgués” y a la vez “un gigante miope e invertebrado”, pugnando por asignarle una teoría revolucionaria. Lo veía como un movimiento de liberación nacional, policlasista en su conformación, pero potencialmente revolucionario por contener la clase obrera. Por supuesto esta visión no era compartida por los sectores retrógrados y burocráticos de la sociedad argentina y del propio peronismo. Esto hizo eclosión tras la muerte del general Perón en el invierno de 1974.
Durante los 90 hubo una malversación deliberada hacia el liberalismo. El Partido Justicialista (PJ) fue entonces cascarón vacío por donde se impusieron políticas de indudable sesgo liberal. El kirchnerismo se define a sí mismo como una etapa del movimiento nacional y popular. Vendría a ser un peronismo aggiornado a estas épocas. Vale decir peronismo más un plus: los movimientos sociales (piqueteros), de género y los ligados a la lucha por los derechos humanos. Sin un marco histórico no es posible entender ni al kirchnerismo ni al peronismo. La semana periodística no es susceptible de definir tamaño desarrollo histórico.
Pero ¿qué era el peronismo para Perón? Juan Manuel Abal Medina, exsecretario General del Movimiento Nacional Justicialista en la década del 70, en una entrevista realizada por Hernán Brienza en su libro El otro 17 es quien mejor se acerca al pensamiento mismo de Perón. En ella Abal Medina dice que “para Perón el peronismo es el pueblo trabajador organizado”. Y creo que ese concepto es el que mejor define que era el peronismo para Perón.
Por eso el líder siempre fomentaba la organización del pueblo. De ahí su frase “la organización es lo único que vence al tiempo”. Para él, el peronismo era un movimiento, no un partido. Tenía, sí, un partido político, el PJ, pero era para dar la batalla electoral dentro del sistema legal. Pero el peronismo era un movimiento histórico, político y cultural. Perón incentivaba permanentemente la organización popular.
Ésta debía ser libre y el Estado debía ensamblarse o acomodarse a ella. No era dependiente ni del Estado ni de ningún partido político, sino creada por el propio pueblo para la defensa de sus propios intereses. De allí que Perón fomentó desde la formación de los clubes barriales, centros vecinales, hasta la organización de los trabajadores en la Confederación General del Trabajo (CGT), siendo las 62 Organizaciones Peronistas la “columna vertebral del movimiento”; de los pequeños y medianos empresarios en la Confederación General Económica (CGE); de los universitarios en la CGU, de los jóvenes secundarios en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Perón decía que “el pueblo unido y organizado suele ser invencible”. El pueblo trabajador organizado. Ése era el peronismo para Perón.
¡Corporativismo!, clamarán algunos. La diferencia esencial es que las organizaciones del pueblo son esencialmente libres, para la defensa de sus intereses. Ésa sería la “ideología del peronismo”. Del peronismo de Perón.
(*) Abogado