El comienzo de este siglo coincide con la exteriorización de crecientes problemas en las áreas más industrializadas de planeta. Ello se traduce en sembrar nuevas dificultades en las relaciones económicas internacionales que se corresponden al tráfico comercial y de servicio.
Por Salvador Treber – Exclusivo para Comercio y Justicia
El escenario universal en que se desarrolla el intercambio de bienes y servicios viene funcionando desde hace por lo menos siete años con marcada inestabilidad y las perspectivas de que en 2014 empiece a normalizarse no parecen probables.
Muy por el contrario, hay unanimidad en suponer que habrán de seguir vigentes las tensiones que generan esa problemática característica. El centro de la mencionada crisis sigue localizada en Europa Occidental y Central; pero tampoco Estados Unidos ha vuelto a exhibir un crecimiento anual del 3,0% en su producto bruto interno, condición básica para evitar sumar nuevos desocupados.
En el caso de nuestro país en dicho lapso, la tasa de expansión fue algo inferior a la del quinquenio 2003-2007; pese a ello la media de la década fue del 7,2%, la marca mas elevada de toda su Historia. El F.M.I. en una evaluación de las economías de todos sus asociados de abril de 2011 la ubicó como la tercera por el ritmo de crecimiento. Ese logro se magnifica pues las condiciones reinantes en el planeta dificultaron un mayor avance del comercio internacional
Aun así, el promedio anual del intercambio testifica que ha sido y sigue siendo vital en tal proceso. Prueba indubitable de ello es que las exportaciones equivalen a alrededor del 17,0% del producto bruto interno; relación que hasta fines del siglo anterior no había sido nunca alcanzada. El hecho que se hayan mantenido considerables saldos positivos, permitieron absorber sin problemas el nivel relativamente creciente de las importaciones; pero desde 2012 se vienen reduciendo en forma preocupante dichos saldos.
Lo acontecido en enero ppdo., despertó cierta alarma ya que el superávit positivo, según su habitual comparación interanual, ha caído estrepitosamente en nada menos que un 88,0%; lo cual, dada su magnitud, no es un hecho frecuente.
La sola mención de esa inusitada baja creó expectativas para verificar si se trataba de un caso excepcional o un testimonio de lo que vendrá; interrogante que sólo puede develarse en el futuro, pero desde ya que provoca fundada inquietud. En cuanto a las posibles causas, se podría argüir que el escenario ecuménico sigue siendo marcadamente recesivo pero esto no es nuevo y antes no afectaba en tal intensidad. Es oportuno advertir, además, que desde 2012 inclusive se han acentuado las restricciones en el intercambio con Brasil y ello en nuestro caso es de singular trascendencia.
No solo eso, si continúa vigente esa situación o, peor aún, se agudiza, incidirá en gran medida pues se trata de nuestro principal cliente y proveedor; haciendo temer por una muy probable ampliación en cuanto al grado de influencia que asumirán esos efectos negativos, tanto en el corto como en el mediano plazo; lo cual obliga a estar vigilante para atenuar sus consecuencias, evitar que se sumen nuevas trabas y salvar todos escollos posibles.
Otras luces rojas
Cabe subrayar con mucho énfasis que esa condición se torna más compleja debido a los crecientes inconvenientes que enfrenta nuestro quinto país comprador, Venezuela. Esta condición tampoco es de larga data, ya que a partir de 2003 venían consolidándose lazos políticos y muy especialmente económicos.
La angustiosa demanda por parte del país caribeño de alimentos comienza a traer dificultades cada vez más significativas pues han adoptado como modalidad habitual un progresivo mayor atraso en materia de pagos. En 2003 las ventas a ese país no llegaban a US$ 200 millones y para 2013 esa cifra se había multiplicado más que por diez; creando por ello un problema financiero adicional.
La magnitud del mismo se ha constituido en una fuente más de preocupaciones aunque, obviamente, la principal deviene del trance que está viviendo nuestro indiscutido mayor socio, comprador y vendedor. Los productos involucrados junto con la tendencia bajista de los embarques afectan a varias ramas industriales además de la automotriz, en que rige un esquema de complementación por pertenecer a una decena de plantas de las mismas terminales internacionales.
El intercambio con Brasil
En lo que va de 2014 ya son indisimulables los choques de intereses. Además de la notoria contracción se advierte que ciertos problemas están visiblemente influidos por la política diseñada por la conducción de Brasilia que parece apelar al ¡sálvese quién pueda! Por ello no han vacilado en intervenir aún a riesgo de crear conflictos en el ámbito internacional y, en especial, con Argentina. No debe olvidarse que después de crecer su economía un 7.5% en 2010; sobrevinieron tres años (2011-13) en que sumados los incrementos habidos en cada uno de ellos no se han logrado alcanzar siquiera aquella marca.
En nuestro país, tales restricciones están golpeando con persistencia a las fábricas de maquinarias agrícolas, las que operan en el área alimenticia y, por supuesto, a las pertenecientes firmas autopartistas. La composición cuantitativa de los embarques con ese destino, en mayor o menor proporción, siguen incluyendo como rubro preponderante los automotores terminados; que han llegado a sumar en 2013 nada menos que u$s 9.100 millones; o sea, el 47,9% del total general de exportaciones.
A continuación aparecen con mermas significativas los envíos de cereales, con u$s 1.900 (10,0%); productos químicos, por u$s 1.300 (6,8%) y plásticos con u$s 1.000 (5,3%); reducciones estas que sumadas explican el 70.0% de las mismas. Es indispensable, bajo otra faceta del análisis, tener muy presente que este circuito ha sido siempre ámbito propio de un estrecho manojo de grandes empresas que, obviamente, siguen dictando las normas de gestión debido a un rígido esquema oligopólico que hacen prevalecer.
La prevalencia de un puñado de poderosas empresas
Ello se verifica fácilmente al examinar como se concretan las relaciones económicas con Brasil pues los operadores de fuste son los mismos que en las relaciones con el resto del mundo. En el curso de 2013 fueron menos de 30 los que movilizaron la mitad (u$s 42.000 millones) del total de exportaciones argentinas. Si se agregan otras 480 empresas de relativo menor potencialidad, que se resignan a admitir el liderazgo de aquellas, se cubre un 38,0% adicional. El 12,0% restante se distribuye entre unas 3.500 firmas de inferior envergadura que se cuidan mucho de no avanzar más.
Una visión complementaria de tal realidad se revela a través del hecho que no ascienden a 100 las empresas que realizan exportaciones anuales que individualmente totalicen por lo menos u$s 100 millones. Considerando que otras 150 que, en el mejor de los casos, llegan apenas atender la mitad de esa cifra, se ratifica todo lo expuesto precedentemente. En la actualidad el total general de exportadores inscriptos oficialmente como tales ronda los 6.500. En 2010 ese importe ascendía a 8.150 constituyendo su tope histórico máximo; pero posteriormente se ha verificado una significativa baja del 21,0% que acentuó la actual concentración.
Los datos más recientes
El año 2014 se presenta muy problematizado para nuestro gran socio del Mercosur y existe plena conciencia que ello nos habrá de afectar en cierta medida también a nosotros. Los máximos funcionarios de Brasilia ya habían adelantado con mesura, a fines de 2013, un probable crecimiento del 3,8% en su PBI en el actual; corroborado incluso por varios organismos internacionales como la CEPAL. No obstante, transcurridos unos pocos meses ya han reducido esa expectativa a apenas un 2,5% e incluso hay quienes sólo llegan a preanunciar un virtual estancamiento (+1,0%).
Ello parece verificarse después de examinar lo que sucedió en el reciente mes de febrero pues nuestras ventas con ese destino sólo llegaron a u$s 1.094 millones; lo cual implica una merma interanual del 23,4%. Aún así, coexisten datos y realidades contradictorias pues en enero descendieron sus adquisiciones de automotores en un 20,0% pero en febrero, dicho rubro, medido por su valor intrínseco, ha subido al cabo de un año de u$s 489 a u$s 561 millones; es decir, un 14,7%.
Los funcionarios especializados de la Secretaria de Comercio se aferran a sus previsiones originales y siguen sosteniendo que nuestras exportaciones subirán alrededor de un 5,0% pese a que el comercio con Brasil durante el primer bimestre de 2014 bajó en un 16,9%, que es de sólo 11,8% en cuanto a las importaciones y preanuncian una ampliación del saldo negativo. Tales marchas y contramarchas se reflejan muy claramente en lo sucedido en enero y febrero ya que se ha consumado un déficit en nuestra contra de u$s 297 millones que contrasta con el transitorio superávit de u$s 16 millones logrado en idéntico lapso el año precedente.
En forma paralela, el ministro de Economía carioca, Guido Mantega, anticipó en forma reiterada que se está preparando una fuerte reducción del gasto público federal que, sin lugar a dudas, hará indispensable apelar a “ajustarse el cinturón”. Las intenciones exhibidas e incluso evaluadas numéricamente al estimar que nuestras ventas externas se acercarán mucho a los u$s 90 mil millones son plausibles y dignas de encomio, pero el escenario mundial no aparece nada propicio.
Es probable que ayude bastante la óptima cosecha de soja que esperan no será menor de 54,9 millones de toneladas pero en parte servirá para compensar la merma que se espera en la de maíz (-3 millones). El otro “agujero negro” es el ya mencionado por la menor venta de unidades terminadas de automotores embarcadas a Brasil pero esa alternativa constituye sólo un supuesto que podría llegar a revertirse.
La eliminación de horas extras, algunas vacaciones anticipadas y ciertas muy limitadas paralizaciones, aunque por pocos días, prueban que incluso en la conducción de las terminales instaladas aquí reina un clima de expectativa que constituyen expresiones de no haber perdido la confianza esperando no tener que bajar la producción. Sólo así será viable mantener un ritmo de crecimiento de la economía no menor del 4,0%.